miércoles, 31 de julio de 2013

Algunos datos sobre el asesino Billy Joya



Capitán en retiro de la policía, ex-integrante de Inteligencia 3-16 y fundador del Escuadrón élite de represión Lince de los Cobras y primer Comandante de este Escuadrón. De 1984 a 1991 permaneció en el escuadrón de la muerte 3-16 donde desempeñó diversos cargos bajo el seudónimo de Lic. "Arrazola" entre ellos:

* Enlace entre consejeros norteamericanos y el Batallón 3-16;
* Jefe del Destacamento Técnico Especial;
* Coordinador entre Tegucigalpa y San Pedro Sula del 3-16;
* Enlace de los asesores argentinos y el 3-16.

Se le señala responsabilidad directa en al menos 16 casos y operativos especiales que dejaron más de una decena de personas muertas y torturadas entre ellos: Los operativos de la Campaña, La Matamoros, la San Francisco, La Florencia Sur, la Aurora, Guamilito y Loarque entre otros. Este escuadronero era experto en infiltración y guerra sicológica.

En julio de 1995 fue acusado junto a otros oficiales de alta graduación de los delitos de detención ilegal asesinato en su grado de tentativa y abuso de autoridad por el caso: Seis estudiantes, en febrero de 1999 se le acusó por la desaparición de Hans Albert Madisson, meses más tarde en ese mismo año fue acusado por la detención ilegal, tortura y abuso de autoridad por el caso de los esposos Reyes Bacca.

En el caso seis estudiantes, el Juez Manuel Cardona le reformó el auto de prisión por considerar que Joya no fue mas allá de la detención ilegal. El Capitán retirado que permaneció cuatro años prófugo y se presentó al Juzgado Primero de Letras de lo Criminal en diciembre de 1998; recobró su libertad al pagar una fianza de 2,400.00 lempiras.

Joya permaneció dos meses detenido en el Primer Batallón de Infantería, por que el Juez que conoció la causa inicial le aplicó el Auto Acordado de la Corte Suprema de Justicia de julio de 1996.
Leer Los Hechos Hablan por Si Mismos. Informe Preliminar sobre los Desaparecidos en Honduras

Testimonio e Historia: La réplica de Billy Joya

Rolando Canizales

Acabo de leer el libro "Así me acusaron" de Billy Fernando Joya Améndola. Es uno de los pocos escritos que últimamente me ha suscitado un gran interés. Su autor es un ex oficial del temido Batallón 3-16 creado en 1984, al que se le adjudica cientos de víctimas entre desaparecidos, secuestrados y torturados. Si nos atenemos a algunos testimonios de ex miembros de esta unidad militar, el 3-16 resultó de la evolución de aparatos de inteligencia y de un escuadrón de la muerte que comenzó a operar desde finales de la década de 1979. El nombre de Billy Joya ha figurado en incontables denuncias de violaciones de derechos humanos, convirtiéndose en un verdadero símbolo de lo atroz, con descripciones de torturas y asesinatos que ponen los pelos de punta al más indiferente.

Al terminar la primera parte del libro, estaba más convencido que nunca de la eficacia represora del Estado hondureño en la década de 1980. Mención aparte del cinismo con que el autor trata los casos de desaparecidos, o sea la modalidad de "desaparición" del "cuerpo del delito" que caracterizaba la política de asesinato del Estado de ese período, esta sección más histórica me dio a conocer aspectos que conciernen a la trayectoria de la izquierda hondureña. Es evidente que ésta no ha sabido articular una oposición seria a los dictados del orden vigente. Y cuando digo "seria" no estoy hablando de organizar poderosísimos movimientos de contestación. Me refiero simplemente al tono que ha tenido la crítica y a la falta de empeño y compromiso moral. De estos fallos se ha valido hábilmente Joya –y otros antes que él –para ridiculizar y socavar la oposición de los sectores organizados de la izquierda y de la no tan izquierda.

Una vez terminada la lectura surgen varias interrogantes: ¿significa este libro parte de un intento de movilizar los sectores de ultraderecha ante una "crisis" generada por la pérdida de legitimidad política con el Golpe de Estado, manifiesta en el debilitamiento de la tradicional comparsa Partido Liberal o Partido Nacional?, o es por el contrario ¿una exhibición de la fortaleza del sector político ultraderechista que ahora a sus anchas puede burlarse, con un bien elaborado sarcasmo y cinismo, de los crímenes cometidos en el pasado mediato e inmediato? Por el tono desafiante del libro pareciera que ésta última pregunta orienta mejor la discusión, pero sólo el tiempo dará la respuesta.

Hay otra interrogante mucho más inquietante relacionada con las repercusiones que puede tener este texto y otros recursos propagandísticos de parecida índole: ¿cuáles serían las consecuencias de una paulatina popularización de las doctrinas ultraderechistas en un ambiente de extremada conflictividad social caracterizada no por la rivalidad socialismo/capitalismo sino por la misma pudrición del sistema que trae consigo el narcotráfico, la delincuencia común y el festín de corrupción estatal?

La parte más interesante del libro es la que se refiere al Golpe de Estado del 28 de junio de 2009. Es una pauta para conocer mejor las actuales fuerzas políticas hondureñas. Billy Joya no se despega de los más rancios elementos doctrinarios de la Guerra Fría para fundamentar su posición. Su argumentación del concepto de lucha de clase y democracia, basado en un manual de la Guerra Fría que él cita, es la muestra más elocuente, en la que no me detendré.

Sólo haré una observación que ilustrara lo contradictorio del caso. El señor Joya opina que hubo una campaña de los miembros de la "Resistencia" y del gobierno depuesto de Manuel Zelaya para reavivar las pasiones del conflicto de Guerra Fría en los momentos posteriores al Golpe de Estado. En tal campaña él habría sido la primera víctima por su identificación con los gobiernos represores de la década de 1980. Aduce también, de manera menos creíble, que las acusaciones se originan de la intolerancia ideológica por haber publicado un libro en 1995 criticando al terrorismo de izquierda más que al hecho de haber cometido algún delito. Pese a que este libro no ha marcado un antes y un después en los medios literarios, él lo hace ver como la causa última de todo el ataque mediático y de los juicios abiertos en su contra.

Más que a un plan claro para revivificar la Guerra Fría utilizando a Joya como símbolo de ese período, es la propia trayectoria de éste la que explica ese aparente volver atrás en el tiempo. Sólo basta leer la manera en que aborda el Golpe de Estado para entender que Joya se nutre del espíritu de la Guerra Fría para interpretar problemas que involucran otros factores más allá de la antigua rivalidad Estados Unidos/Unión Soviética. Pareciera que no se hubiera enterado de los cambios geopolíticos de los últimos veinte años.

Esto no es un obstáculo para que de un modo insólito (o desvergonzado) culpe exclusivamente a la oposición al Golpe de revivir viejos fantasmas, obviando un hecho difícil de ocultar: la estrategia de invocar el pasado de la Guerra Fría fue más virulenta entre los "golpistas" que entre los grupos de oposición al Golpe de Estado, que eran más diversos de lo que el concepto "izquierda" puede informar. Intentar comparar la "resistencia" de hoy con un viejo fantasma comunista es un error garrafal. Pero también puede ser un recurso habilidoso para despertar rencores.

La radio, prensa y televisión, en manos de los grupos gestores del Golpe, cantaban al unísono que el derrocamiento (a todas luces ilegal) era una salvación ante la amenaza "Chavista" (el equivalente al comunismo anterior) y que los hondureños defendíamos la democracia y la libertad. Para esto no escatimaban comparaciones entre la "comunista" Cuba, adonde irían a parar nuestros hijos para ser adoctrinados o hasta convertidos en comida enlatada, y el ambiente de libertad (?) de la democrática Honduras que debíamos sostener para evitarlo, todo esto en el siglo XXI. Si analizamos más detenidamente el lenguaje veremos que subyacía la vieja dicotomía entre el comunismo (las "bandas marxistas satánicas" transformadas ahora en el "chavismo" o en el "castrocomunismo") y el capitalismo.

Es innegable que en la oposición al Golpe de Estado hubo una tendencia en el mismo sentido de recuperar pasadas categorizaciones, especialmente en aquellos grupos vinculados con el pensamiento propio del auge revolucionario socialista. Pero en términos más amplios, quienes modelaron en mayor medida esa burda forma de ver las cosas fueron los sectores que ejecutaron el Golpe, dueños casi absolutos de los aparatos de información (o desinformación) y de los medios de represión física. A nivel popular, es decir en la oposición al Golpe, el discurso fue menos homogéneo, más plural. Tuvo también menos suerte en el objetivo de contrarrestar el control del Estado ejercido por los sectores autoritarios.

La "ordalía cibernética", de la que tan amargamente se queja el autor, no fue un plan maestro diseñado en contra de su persona. Fue la consecuencia natural de haber cerrado los canales de comunicación tradicionales a otro tipo de expresión que no fuera la justificación del Golpe de Estado. El internet, único recurso que por ahora la élite hondureña no ha podido controlar como desearía, lógicamente, se llenó de todo tipo de denuncias y de otras manifestaciones de repudio a la acción golpista.

Al final del libro, pues, nos encontramos con una opinión propia de un analista de cortos alcances, tal vez cegado tanto por la fe ultraderechista como podría estarlo un ultraizquierdista. Menos que un análisis, nos encontramos frente a un discurso en el que va implícita la justificación de la violencia. Muchas líneas parecen propias de una sencilla campaña propagandística. Independientemente de eso, hay que destacar que el antiguo miembro del tenebroso Batallón 3-16 hace un uso de los recursos documentales que vendría bien a la izquierda aprender. A los historiadores ofrece un repertorio amplio de interpretación, por supuesto. Hay también párrafos con juicios bastante equilibrados, algo a destacar puesto que la ultraderecha hondureña no es muy dada a matizar sus argumentos.

Aunque no nos engañemos, al final el uso de tales documentos lo hace siguiendo normas de la estrategia política más que del método científico o del análisis serio. No es extraño que al revisar minuciosamente se observe un asunto esencial. Más que ofrecer una visión amplia de los hechos, se termina cayendo en el vicio de siempre: ocultar algunos y sobredimensionar otros para encajarlos en "su verdad", tan pobre como la menos elaborada de las representaciones ideológicas. Este parece ser el recurso utilizado con mayor frecuencia por el autor. Pero hay otros, de menor frecuencia en el texto, uno de ellos es el de torcer conceptos jurídicos como los de "detención ilegal" que dice sólo son aplicables a ciudadanos particulares pero no a "autoridades en el ejercicio de funciones oficiales" (¿?). Tendría que haber dicho para evitar confusión: sólo es aplicable cuando una autoridad actúa como un particular, valiéndose de su posición.

Para los sectores democráticos, esta clase de razonamiento debe ser un motivo de preocupación por las posibilidades de una agitación ultraderechista que sólo puede agravar la violencia actual de la sociedad hondureña en lugar de anularla.

Santiago de Compostela, 25 de enero de 2012. 

Ver video de su participación en programa de Globo TV Honduras del 23 de julio de 2013



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