jueves, 4 de julio de 2013

Ir por lana y salir trasquilado


Radio Progreso

Al inicio de su campaña el presidente del Congreso Nacional, Juan Orlando Hernández fue sumamente drástico al calificar al Partido Libre como un grupo de “izquierda radical” con una ideología que ni siquiera les permite creer en Dios. Más todavía, es un partido que no escucha, no respeta la opinión de los otros e incita a la violencia para resolver los conflictos”. Y se califica a sí mismo como un partido cristiano pues para ellos la política es para servir a la gente humilde y luchadora. Y concluye: “en estas elecciones habrá una batalla entre el mal, con su pasado desastroso, contra el bien con futuro prometedor”.

Y, como sin ningún miramiento calificaba de “izquierda radical” a Libre, al día siguiente lo calificaban a él, juntamente con el partido nacional, de ser el exponente máximo de la “derecha radical”. Pero con una diferencia significativa: mientras que él hace una denuncia sin consistencia debido a que nunca Libre ha estado en el poder, en cambio, los sectores críticos de la sociedad sí lo hacen de manera fundamentada y basados en la calamitosa situación económica del país.

Denuncian a la “derecha radical” porque tienen un país donde es “escandaloso el endeudamiento público; hay alto déficit fiscal, elevado gasto corriente, aumento del subempleo invisible, incremento de la inflación, devaluación de la moneda, raquítico crecimiento económico y baja recaudación tributaria”. Con una deuda externa de $ 6,500 millones, un subempleo invisible cercano al 50% y un déficit fiscal de 23,800 millones de lempiras. El gasto en sueldos consume el 85% de los ingresos fiscales. ¡Y es bueno precisar y preguntar dónde está el humanismo y el partido cristiano cuando se manejan estas cifras en el país!.

Es la razón por la cual los analistas económicos y políticos aconsejaban que el gobierno pidiera un “rescate financiero”. Aunque, como contrapartida, la Barra de Abogados Anticorrupción pone en duda que la comunidad internacional apruebe semejante rescate a un “Estado que está colapsado por la corrupción y la concentración dictatorial del poder. Un país donde la Corte Suprema de Justicia, el Ministerio Público y el Tribunal Superior de Cuentas no funcionan porque están sometidos al capricho político del presidente del Congreso. Todo está en manos de una persona porque hasta el Presidente de la República ya es un subalterno del candidato de su partido”.

Es decir, que si la “derecha radical” pretendía descalificar a una “izquierda radical” inexistente, resulta que ha sido ella misma la que termina siendo deslegitimada por los resultados de un gobierno sin rumbo político y económico; y, al mismo tiempo, por una campaña electoral supermillonaria que no encaja para nada en una crisis fiscal de unas proporciones tan enormes como inmanejables.

Paradójicamente, con la crisis financiera asistimos al mayor fracaso del dogma del mercado y a la desaparición del Estado. Es el fracaso total de una economía sin controles y que necesita ser manejada por la política. Y aquí nos encontramos con una política que sencillamente no quiere controlar y encauzar la economía, sino, más bien, dejarse manipular y ponerla al servicio de las campañas electorales.

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