miércoles, 23 de octubre de 2019

Discursos tontos, supremacistas y asquerosos



A la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York vinieron esta semana todas las voces que representan todos los intereses del Planeta, desde el indio cocalero presidente hasta el blanco racista enemigo de los socialistas.

En medio de esas dos categorías, el inepto presidente de Brasil subió al pódium a decirle a la humanidad que la gran Amazonía de nueve países del sur de América es sólo suya, y que él puede disponer como quiera del río, de la selva, los animales y la tierra, porque no son un pulmón del planeta ni son un patrimonio de todos nosotros los terrícolas. Semejante ignorante!

El turno fue enseguida para el otro, el peor de todos, el líder de la corriente mundial que se salta las reglas de todos nuestros ancestros, que niega la legitimidad de los valores universales, y que adora entrañablemente solo los negocios. El dinero.

El presidente de Estados Unidos subió al pódium con sarna anticomunista para atacar directamente a los países socialistas y lanzar un ataque directo a su competidor demócrata Bernie Sanders, quien reúne simpatías de hombres y mujeres jóvenes hartos del nacionalismo republicano.

“Estados Unidos no será nunca comunista, nunca socialista” decía el supremacista casi al mismo tiempo que Nancy Pelosi, la presidenta de la Cámara de Representantes, anunciaba en Washington la apertura oficial de una investigación contra Donald Trump que avanza a un juicio político.

En julio pasado el cuestionado inquilino de la Casa Blanca le propuso por teléfono un intercambio al ambicioso presidente de Ucrania: Washington les libera rápidamente un paquete millonario de apoyo militar, y Kiev reabre una investigación contra Joe Biden y su hijo Hunter, por operaciones empresariales en aquél país.

Trump busca, entonces, pulverizar a sus dos rivales políticos, Biden y Sanders, que podrían impedirle la reelección, y para ello ha utilizado el foro de la ONU y ha puesto la reputación de un competidor estadounidense en manos de un gobierno extranjero.

En línea con este discurso podrido de violación de reglas, de construcción de muros, de reconocimiento a narcos, de negocios sucios y de ataque a los oponentes políticos, un impostor de Centroamérica subió al pódium en Nueva York.

Juan Orlando Hernández, maestro del disfraz, militar activado cada mañana como civil y con su hermano expuesto a cadena perpetua por narco a gran escala en esta misma ciudad de los rascacielos, aprovechó igualmente el púlpito de las Naciones Unidas.

Con la imagen de un súbdito del nacionalismo arterioesclerótico de Donald Trump, Hernández, “alias el hombre”, acusó a Cuba, Nicaragua y Venezuela de ser los causantes del desastre de Honduras y culpó a Mel Zelaya de ser el socio local de la conspiración durante los últimos diez años.

Enseguida, el desaprobado político nacionalista hondureño firmó con su amo nacionalista republicano un acuerdo para recibir a cubanos y nicaragüenses en Honduras, quienes llegarían en masa a pedir asilo a Tegucigalpa para repetir las imágenes de los venezolanos supuestamente huyendo hacia Colombia y Ecuador. Y concertar así los ataques militares a los países de América que no obedecen al imperio.

En este mundo del discurso único nada es casual. El jueves, en la audiencia sobre Honduras en la Comisión Interamericana en Washington, una de las dependencias de la OEA, aquella línea discursiva de Trump y de Hernández se repitió.

En el momento que las organizaciones hondureñas – El ERIC, Caritas, C-Libre, Cofadeh, Fundación San Alonzo y Defensoras – junto a Cejil y Amnistía Internacional, los comisionados sobrepasaron su mandato ético y hablaron como políticos.

El tema de la audiencia era la criminalización de las manifestaciones pacíficas de la población hondureña contra la dictadura política- militar, que viola diariamente los derechos humanos individuales y colectivos. Era el tiempo de la sociedad organizada de Honduras para denunciar la represión militar y jurídica contra la disidencia social.

Era el momento esperado por seis organizaciones nacionales y dos internacionales para decirle a la cabeza del sistema interamericano de derechos humanos que Honduras sufre un aparato policial, militar y paramilitar, que enfrenta con armas y con derecho penal a las comunidades indígenas, campesinas y urbanas que resisten la extracción ilegal de sus riquezas naturales. Y que defienden la vida y la libertad.

Pero no, lamentablemente la escucha fue decadente. Los reportes estratégicos de estas organizaciones valoran que el agresivo lobby de la Casa Blanca estuvo presente en el aire de la audiencia. Tres de los cuatro comisionados que presidieron la sala tomaron la palabra de inmediato para comparar a Honduras con Nicaragua.

Uno de los comisionados dijo que las acciones del gobierno de Ortega representan la principal alerta en la región, otro destacó la interrupción del derecho a las manifestaciones en Managua y un tercero inclusive precisó que recién llegaba de los campamentos de refugiados nicas en Panamá.

Todos fueron tenues en sus referencias a la situación hondureña, al rol del gobierno ilegítimo y ninguno testificó las caravanas de familias katrachas que huyen de las violencias que genera la dictadura en complicidad con el crimen organizado. Nada sobre la brutalidad de la separación de los niños de sus padres. Ninguno levantó la bandera de los refugiados y expatriados que están lejos del Cartel del Río Grande, que empuja la corrupción sobre ruedas con la ayuda de Pandora y de la Dama. Nada. Sus tonos parecían de consejeros y componedores.

Las organizaciones asistentes se miraban entre sí. Y al menos una voz partió el aire para señalar a los comisionados su falta de polités, su imprudencia política y su infracción al lenguaje jurídico que ha caracterizado la narrativa de la CIDH en épocas difíciles.

No es correcto hacer en este momento una comparación con Nicaragua, porque estamos exponiendo sobre Honduras donde no existe un Estado de Derecho, sino un Estado des-hecho. Y donde no tenemos una democracia representativa, sino una dictadura. Así fue dicho.

Hasta aquí les dejamos nuestra valoración de lo ocurrido esta semana en Nueva York y Washington, con la certeza que seguimos atentos al discurso y las acciones de los lobistas oficiosos, y siempre trabajando para que la libertad de expresión de los pueblos sea la piedra angular de la convivencia ciudadana y el control de los despóticos.

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