miércoles, 16 de octubre de 2019
La historia de Bandera Roja contada por un dirigente de la formación
El Viejo Topo
Por Salvador López Arnal
Una advertencia, seis capítulos y las conclusiones (“Una experiencia política y personal inolvidable”) forman el índice de este libro sobre una de las organizaciones de la izquierda antifascista de los años sesenta y setenta.
Una muy detallada presentación de Jordi Borja [JB] (escrita probablemente por el propio autor) puede verse en la solapa interior del libro. Una de las consideraciones incluidas: “A finales de los ochenta se distancia discretamente de la política partidaria -o tal vez es el “partido” [el PSUC] el que tiende hacia su casi disolución”.
No ha pretendido JB una autobiografía -según señala él mismo en la “Advertencia”- ni tampoco unas memorias aunque “un poco sí”. ¿Qué es entonces el ensayo que comentamos? “Este libro es un recuerdo. El recuerdo de Bandera Roja, de 1968 a 1974. Y también el recuerdo del PSUC, cuando me encontré al margen del partido en 1965 y en la vuelta en 1974”. Borja nos advierte,conviene no olvidarlo, que los recuerdos son realidades e ilusiones, ambas a la vez.
Es extraña, en ocasiones, la forma en que el autor se refiere a sí mismo en algunos pasajes del ensayo.
No hay una sola nota a pie de página en este Bandera Roja. 1968-1974. Del maig de 1978 a l’inici de la transició [Del mayo de 1968 al inicio de la transición]. Ni siquiera bibliografía. De hecho, el propio autor señala que no ha consultado documentación y que tampoco había mucha. Tampoco, afirma, ha consultado-comentado con amigos y amigas aunque, a veces, el lector/a puede tener otra impresión. Hay una nota de pasada a un trabajo de Giaime Pala sobre BR cuya referencia no da. También se habla en un determinado momento de los libros de Molinero e Ysàs.
No se incorpora un índice nominal que hubiera sido muy conveniente en este caso. Son muchos los nombres citados, muchos.
Algunas erratas y errores hubieran podido evitarse. También algunas repeticiones.
Para JB, BR fue, a pequeña escala y no del todo consciente, una aspiración revolucionaria. Líneas después añade que BR se podría caracterizar por el “buen humor”. En el capítulo VI apunta que “BR fue lo que fue; una organización que contribuyó a dar fuerza social y política a sectores de las clases populares en sentido amplio”. En BR, señala también, predominó el marxismo en un sentido laxo, tan laxo que eran compatibles nacionalistas y republicanos de características liberales y progresistas con revolucionarios leninistas y comunistas gramscianos. La incorporación de cristianos no generó ningún conflicto; “más bien lo contrario” según el autor.
Cuando llegó la limitada democracia, según JB, la mayoría de los militantes de este partido laxo no pretendió obtener cargos políticos y, si los tuvo, los tuvo por poco tiempo. Ejercieron de “ciudadanos activos en la sociedad civil con los mismos valores de cuando BR luchaba contra la dictadura y las formas de explotación y opresión de la época”. Convendría contrastarlo con cuidado por que sabemos que acaso “una minoría” de esos militantes sí tuvieran cargos destacados en las instituciones en los años de la transición y en momentos posteriores.
Algunas afirmaciones del ensayo sorprenden. Esta por ejemplo: JB sostiene que Althusser fue una estrella fugaz que produjo un marxismo estructuralista que derivó en el catecismo siniestro de su traductora, de Marta Harnecker. A Vicente Cazcarra le llama Vicenç Cazcarra.
Algunas de las historias explicadas, muchas de las observaciones políticas realizadas, presentan dificultades de comprensión para el lector/a no puesto previamente en materia. Por ejemplo: el proceso de formación de OCE-BR y las relaciones entre esta formación española y la propia BR. El lenguaje usado, muy político en ocasiones, presenta más dificultades para el lector/a no versado en él.
El autor se refiere en varias ocasiones, siempre de forma positiva, a Xavier Valls, un arquitecto militante de BR, posteriormente del PSUC, asesinado por ETA en el atentado de Hipercor. Un merecido y sentido homenaje.
JBcomenta la oposición de ex cuadros de BR a la larga huelga de los profesores no numerarios el curso 1974-75 sin indicar las razones de su oposición. Habla de profesores discípulos de Sacristán sin citar los nombres de los dos que fueron expulsados de la Universidad por aquella huelga: Miguel Candel y Francisco Fernández Buey.
Algunos análisis están construidos desde una perspectiva muy actual.
El subtítulo del libro y el período abarcado parece poner ya en 1974 el inicio de la transición.
Los debates sobre el eurocomunismo apenas aparecen en las páginas del libro. Tampoco las discusiones surgidas en el PSUC a raíz del V Congreso.
La identidad nacional del autor, muy marcada, está muy presente en el ensayo. También Cataluña. Desde el punto de vista de JB, BR tenía un déficit de catalanismo político.
Por sus palabras, puede deducirse que JB jugó un papel destacado en la integración (con algunas resistencias) de BR en el PSUC. Señala que no fueron muy bien recibidos, inicialmente, por algunos cuadros del partido (sin concretar) de los comunistas catalanes.
El libro se abre con tres citas. Una de ellas, que conviene tener en cuenta, incluye un comentario sorprendente: “Las memorias olvidan lo que no recuerdan, lo que no quieren recordar” García Márquez, “inspirat per Freud”, añade JB.
Probablemente los capítulos de mayor interés, desde el punto de vista de las aportaciones de esta formación política a la lucha antifascista, sean el tercero -”Bandera Roja ¿un movimiento social o una organización política”- y el cuarto -”Los frentes de lucha, marca de BR”.
Al lector pueden sorprenderle algunas atribuciones de orígenes -catalán, castellano- al hablar de algunas de las personas citadas.
Con estas palabras finaliza JB su ensayo: “Podemos decir, para bien o para mal, que la vida la vivimos, intentado hacer como el caballero Bayard, ‘sin miedo y sin reproche”.
En síntesis: un libro sobre Bandera Roja escrito por un dirigente de Bandera Roja, no como historiador o como analista distanciado. Un pequeño-gran homenaje que elogia los aspectos más positivos de aquella experiencia, sin olvidarse ciertamente de algunas críticas puntuales (por ejemplo: ¡el desconocimiento de BR del encierro de Montserrat en 1970!). Otros estudios (que tal vez ya existan) deberían completar esta aproximación.
Conviene que el lector/arepare en las otras dos citas con las que el autor abre el libro: “La vida no es como la vivimos sino como la recordamos” (Max Frish) y “Somos lo que pensamos” de El Dhammapada. El manifiesto idealismo de ambas acaso pueda encajar en el marxismo laxo que, como recordamos, representó BR.
Fuente: El Viejo Topo, mayo de 2019.
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