sábado, 2 de julio de 2016

A los desplazados y refugiados



Los refugiados y desplazados son dos caras de una misma moneda. La gente abandona sus territorios por el hambre o la violencia y busca refugio donde salvar su vida. Si no hay desplazamiento, no hay refugiados. El desplazamiento forzado es de las peores violencias de nuestro tiempo, porque la gente es obligada a romper violentamente con sus tejidos comunitarios y a construir de cualquier manera una nueva vida.

En nuestra Honduras, el tema de desplazados y refugiados no es un asunto del pasado, o solo de conflictos armados o desastres naturales. También es producto de los gobiernos corruptos y de la brutal concentración de riqueza en pocas manos, que al conjugarse generan crisis humanitarias como la que hoy vivimos los hondureños y las hondureñas.

En teoría Honduras no está en guerra con nadie, pero en la práctica expulsa más gente que cualquier país en guerra. Un reciente estudio, denominado "Caracterización del desplazamiento interno en Honduras", establece que actualmente: "Existen cerca de 41.000 hogares con población que ha sido desplazada internamente por razones de violencia e inseguridad entre el 2004 y 2014, lo que se traduce en 174,000 personas desplazadas".

Para poner rostro a esas cifras recordemos el reciente desplazamiento de decenas de familias de la colonia Reparto Lempira en San Pedro Sula y la colonia Las Torres en Tegucigalpa quienes fueron obligadas a dejar sus casas por la disputa de territorio entre bandas criminales. La expresión extrema de este fenómeno son las 16,400 solicitudes de asilo registradas en el primer semestre de este 2016, tres veces más que las solicitudes del año 2013.

El creciente desplazamiento no es únicamente por la violencia de maras o pandillas como lo quieren hacer ver desde las autoridades y desde los medios. También sabe a ausencia o presencia violenta del Estado, sabe a las conexiones de la policía y militares con el crimen organizado, sabe a una estrategia fallida del Estado en materia de seguridad. Y por si esto fuera poco, también es alimentado por la apuesta económica de la administración de Juan Orlando Hernández, con las concesiones mineras, los proyectos hidroeléctricos y las ciudades modelo.

Las personas desplazadas y refugiadas son la mejor gente que tiene Honduras, porque a pesar que les toca comenzar de nuevo se aferran a la vida, se empeñan a seguir haciendo el bien, y nos enseñan que la vida siempre está por encima de la violencia y de la muerte.

Si hay que pensar en destacar héroes o heroínas de la patria ahí están los miles de desplazados internamente y el millón doscientos mil compatriotas que, en plena desobediencia civil, buscaron refugio en los Estados Unidos. Y desde sus refugios y miserias sostienen generosamente la precaria estabilidad social.

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