martes, 19 de julio de 2016

Luchando por sobrevivir



Honduras sigue llenando su cotidianidad con titulares como “asesinan a tres jóvenes”, “jóvenes pierden la vida violentamente”, “menor muere en manos de la delincuencia”. Los leemos, vemos y oímos a diario en nuestro país. Éstas son solo consecuencias del mal rumbo por el que han estado llevando a Honduras quienes han están al frente del país, antes y en el presente.

En una plática de dos chavos en una colonia de Honduras hablaban de sus fracasos en la búsqueda de una “chamba”. “Ni en la maquila me dieron trabajo” le decía uno al otro. “Si, yo busqué en una bodega y me dijeron que me iban a llamar” contestó el otro. Son dos jóvenes que a su corta edad ya son padres de familia, y deben garantizar la leche de sus pequeños. “Ahorita, le pondría el balde a cualquiera”, dijo uno en su desesperación por conseguir dinero para alimentar a su familia.

Y así es como nuestra juventud, sin oportunidades, y ahogada por la falta de un empleo, se ven obligados a tomar los rumbos de la violencia. Es grande la lucha de nuestros jóvenes por sobrevivir en un país gobernado por los violentos. Y eso se traslada a la comunidad. El ambiente que se respira en los barrios y colonias es tenso porque vivimos sumergidos en una realidad violenta que de a poco nos ha ido robando la tranquilidad.

Honduras registra 3.7 millones de habitantes menores de 18 años, es decir, son niños, niñas y adolescentes, muchos de ellos en riesgo social tomando en cuenta que viven en un país de desigualdades donde la brecha entre los ricos y pobres se agranda cada vez más con un sistema político atrapado en la corrupción y la violencia.

Los datos que cada año nos entrega el Equipo de Reflexión, Investigación y Comunicación, Eric de la Compañía de Jesús, por medio de sus sondeo de opinión, reflejan que el fenómeno de violencia ha aumentado su incidencia en Honduras hasta el grado de convertirse en un problema de primer orden a la par de la pobreza, la corrupción, el desempleo y la conflictividad política.

Pero también la violencia contra la juventud se ve reflejada en la prevalencia y agudización de sus oportunidades de vida. Esta situación ha llevado a que la ciudadanía viva en la zozobra, la sospecha y el miedo. Y esto no es vida. Necesitamos romper con esa lógica para abrirnos a una nueva oportunidad. Exigir el derecho al empleo y a vivir dignamente en un país que debe ser para todos y todas.

La carreta hay que empujarla, hay que presionar para que los tomadores de decisiones escuchen a la juventud que exige que en el país se generen políticas públicas que tengan en el centro de la atención a nuestras niñas, niños y jóvenes que merecen un presente y un futuro con muchas oportunidades de desarrollo y en el que no se vean obligados a tomar el camino de la violencia o salir despavoridos a otros países en busca de las oportunidades que su propia nación les niega.

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