viernes, 22 de julio de 2016
El Salvador de Honduras
Por J Donadin Álvarez *
Todos los hondureños anhelamos fehacientemente un cambio verdadero que encumbre la calidad de vida de cada ciudadano que habita este terruño centroamericano. Sin embargo, vamos por el camino equivocado. Hasta el momento no ha aparecido ningún mesías, ningún salvador o algo parecido, que nos saque de las honduras en las cuales nos estamos ahogando.
Desde una perspectiva sociopolítica, los escenarios que se presentan para el país son sólo dos y al menos si no aparece una nueva propuesta de cambio que dibuje nuestras esperanzas en un escenario diferente al que propone el oficialismo con sed de reelección y el que plantea “el partido de la refundación” los hondureños proseguiremos hacia el inminente colapso en todos los sentidos.
La primera “propuesta de cambio” es la presentada por los célebres estadistas del Partido Nacional, que no implica otra cosa más que miseria, violencia, corrupción e impunidad. Después de dos períodos consecutivos de gobierno azul el país ha entrado en un innegable proceso de pauperización y la tendencia hacia una mayor calamidad continúa. Mientras el “señor presidente constitucional, abogado Juan Orlando Hernandez” así llamado por sus aduladores, continúe al frente de la nación la corrupción no dará tregua y por consiguiente es de esperarse mayores desgracias a nivel individual en la ciudadanía. Para solucionar el desastre que el propio partido de gobierno ha generado, su máximo cacique propone ser reelecto. (¡Asombroso! ¡Qué genio!) De manera tal que la “propuesta de cambio” de la pandilla azul consistente en la reelección del señor Juan Hernández no representa mejoría alguna para el pueblo hondureño.
La segunda “propuesta de cambio” y quizá la más lamentable por el barniz con que se la ha presentado a la ciudadanía es la del Partido Libertad y Refundación (LibRe). Tristemente es la copia al carbón de la que presenta el partido de los saqueadores azules: Reelección. A pesar de que LibRe continúa con la monótona arenga antisistémica su política huérfana y estéril carece de visos de hacer nada por el bienestar de Honduras. Y no es porque precisamente –como lo argumentan algunos oportunistas que manipulan el partido- no haya espacios de decisión y acción dada la manipulación total de la institucionalidad hondureña por parte del cachurequismo. Sin embargo, sí ha habido esos espacios que debieron convertirse en oportunidades para que el partido sobresaliera, pero lastimosamente no fueron aprovechados. Por el contrario, pareciera que lo que el partido buscaba hacer no era oposición sino buscar una posición. Y ya lo está logrando. De hecho, su accionar en los últimos meses ha estado acoplada en el engranaje reeleccionista de los pitufos de gobierno.
La oportunidad para escribir una nueva historia de Honduras LibRe la tuvo en su poder. El mismo Partido Nacional consciente o inconscientemente se la entregó en bandeja de plata al promover la reelección (acción que sin duda el pueblo hondureño repudia) y dejar a LibRe exento de toda responsabilidad por el evidente delito de traición a la patria en la que incurrió el primero. LibRe sólo debía condenar el hecho y negarse a coquetear con la reelección promovida por la pandilla azul. Así ganaría puntos entre la ciudadanía. ¡Pero no! Se decidió justo lo que no debía hacerse. El ya popularmente desgastado Manuel Zelaya accedió con una asombrosa dosis de cinismo a la propuesta del usurpador de la Casa Presidencial y con un discurso de hacerle la guerra a su “archienemigo” declaró expresamente su ansia de poder y anhelo de irse a la contienda electoral.
Entonces; Zelaya a elecciones. La pregunta del millón es la siguiente: ¿Podrá, en efecto, ganarle la partida a Juan Hernández? Hay que ser muy ingenuo para considerar que el derrocado Zelaya, a quien ya ni en la conmemoración del golpe de Estado se le apoya como antes debido a la pérdida de su credibilidad, podrá ganar en las próximas elecciones. No se debe olvidar que se le permitió a don Juan Hernández un poder casi absoluto para controlar la institucionalidad hondureña y aunque no es cierto que durará cincuenta años en el sillón presidencial, tal como le gustaría estar, tampoco es verdad que perderá durante estos dos años siguientes la devoción y el servilismo que sus más allegados le profesan y que por lo tanto su colaboración está asegurada para que en la nueva contienda electoral el señor de la sonrisita traviesa se alce una vez más con la silla presidencial, obviamente con mecanismos fraudulentos. ¿Comprenderá Zelaya todo esto? ¿Sabrá que sus posibilidades de ganar son reducidas aunque en popularidad sobrepase al actual titular del Ejecutivo? Si lo sabe, ¿por qué parece ignorarlo? ¿Qué pretende al arriesgarse tanto a perder no sólo la silla presidencial sino su prestigio, su credibilidad y asimismo el respaldo popular que ha obtenido como víctima del golpe de Estado? ¿Qué pasará con las masas que defienden a ultranza a su líder? ¿Seguirán esperando -quién sabe por cuánto tiempo- que su mesías las salve de la miseria? (Ojalá se busquen uno nuevo).
Y, ¿qué pasaría si el cacique de LibRe decidiera no participar en las elecciones siguientes? Igualmente Juan Hernández ganaría y obtendría mayor poder. En ese plano, el perfil de Zelaya como personaje histórico comenzaría a opacarse y dentro de pocos años ya no tendría muchos seguidores. Esto lo orillaría de manera desmedida de la arena política. Así pues, antes de que esto ocurra su último recurso consiste en participar como candidato a la presidencia en las siguientes elecciones consciente de que es casi seguro que las perderá. Perder las elecciones posiblemente sea lo de menos importancia para Zelaya puesto que lo que no quiere perder es el perfil como abanderado de las causas populares. Así, aunque Zelaya pierda seguirá siendo considerado por muchos incautos como hombre de revolución y éste será absuelto de toda responsabilidad por el colapso que sobrevendrá producto de la inhumana aplicación que del Neoliberalismo hará el reelecto Juan Hernández. Y, ¿quién sabe? Quizá Zelaya hasta llegue a negociar algún alto cargo público en la siguiente administración azul con el pretexto de intentar cumplir su papel como mesías de los hondureños. Pero; ¿puede revolverse el agua con el aceite? ¿Juan Orlando es de derecha y Zelaya es de izquierda? A esas alturas políticas ambos son la misma mi….
Escenario demasiado ficticio podrá pensar usted. Tiene su cuota de razón. Ahora piense lo siguiente, especialmente si es asiduo seguidor de Zelaya: ¿Imaginó usted alguna vez a Juan Orlando y a Mel Zelaya juntos negociando la reelección? ¿Creyó usted que Zelaya sería capaz de abandonar a un hombre que tanto respaldo mediático le ha dado como David Romero Ellner? ¿Supuso usted que Zelaya se negaría a darle espacio a otra persona que no fuera su esposa para que aspirara a la presidencia de la republica desde el partido LIBRE, un partido supuestamente amplio en democracia? ¿Cree que quizá en el futuro Zelaya pueda negociar algún alto cargo para no desaparecer de la arena política? Recuerde que aunque usted lo quiera divinizar a fin de cuentas es un político más.
No hay, pues, una verdadera propuesta dirigida al desarrollo del ciudadano. Los liberales están sepultados y nada proponen -ni siquiera precandidato presidencial-, los nacionalistas en su desprestigio proponen reelección, los de LibRe están engañados entre ellos mismos… ¿Tendremos en el Partido Anticorrupción al verdadero Salvador de Honduras?
* Escritor hondureño
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