martes, 12 de julio de 2016

Des-arma la “Tele”



Por Fernando Buen Abad Domínguez *

Las armas con que juegan los niños las compran los adultos

Esto no es una meditación puramente filantrópica ni un gesto humanitario para quedar bien con los esnobismos de ocasión. Esto es una iniciativa para un movimiento político urgente empeñado en hacer visible una de las mayores amenazas contra la especie humana, en particular contra niñas y niños, que se infiltra en nuestras vidas, incluso disfrazada de entretenimiento. Y nos llega por la tele. El fetichismo de la mercancía bélica.
Se suma ésta iniciativa a las muchas que ya existen no sólo para engrosar filas sino también para engrosar debates internos y externos. El mapa ideológico de las muy diversas luchas por el desarme, especialmente por el desarme en y desde los medios de comunicación (usados ellos mismos como armas de propaganda macabra), oscila entre moralinas burguesas para nutrir organizaciones de élite y frentes sociales en los que se entiende con perfección la monstruosidad de las industrias de la guerra (que son la actividad económica más grande del planeta) empeñadas en dominar también la subjetividad de niños y niñas. Videojuegos, pistolitas, metralletas, granadas, bombas y lanzallamas. Counter Strike, Grand Theft auto, Call of Duty.

No hay escapatoria. Eso de usar la televisión (u otros medios concomitantes) como plataforma de seducción para que nuestros hijos consuman el ilusionismo morboso de las armas y todas sus parafernalias bélicas es una monstruosidad. Aunque sea muy divertido. Es una monstruosidad que recorre todas las escalas delincuenciales y todas las violaciones posibles a los derechos fundamentales de los niños y las niñas (y de sus madres y padres). Es una monstruosidad que se ha naturalizado en las pantallas de televisión y en los juegos tanto como en los supermercados, las escuelas y los centros comerciales de todo el mundo. Monstruosidad de la violencia más irracional que se desliza con disfraces lúdicos y de aventuras heroicas tanto por su objetivación cruda en las imitaciones de armas como en las destrezas criminales para que jueguen las niñas y los niños.

Y ya que las convenciones internacionales, las leyes, los reglamentos y la palabrería jurídica nada pueden hacer y nada han hecho el camino único es la militancia contra los anti-valores macabros en semejante mensaje bélico que con sus intereses mercantiles avasallan las conciencias y los gustos de niños y niñas ante la complicidad (incluso involuntaria) de familias anteras alcahuetes de la violencia en los medios.

El muy concreto caso (y delito) del gusto por las armas impuesto a niñas y niños es una aberración tan alevosa y tan antihumana que su solo señalamiento debería levantarnos de nuestras sillas para emprender una y mil batallas implacables y dignificadoras de la vida y de la infancia. A toda costa. Pero no es así, para dolor y vergüenza de todos nosotros. El capitalismo nos ha anestesiado y enceguecido ante los daños más terribles que se comenten en nuestras narices y contra nuestros hijos. En horario con protección al menor.

Aunque nos hemos demorado absurdamente en reconocer los Derechos Humanos de niñas y niños, incluso con sus imperfecciones y ambigüedades, ya tenemos una plataforma con avales internacionales para impulsar una corriente social más desarrollada y útil a la crítica de la cultura de masas que necesitamos y útil a la crítica de las armas -así sean juguetes- que se venden adobados con irresponsabilidad mercantil e hipocresía de mercado bélico.

No claudiquemos en las cosas más importantes. Aunque en su vorágine la industria del consumismo haga lo inimaginable para imponernos conductas, valores, visiones del mundo y todo tipo de contradicciones con la lógica de la vida y su defensa sobrepongamos con las fuerza de la crítica y con la claridad de la solidaridad capaces de defender a los niños de todas las incursiones alienantes, pagadas por los comerciantes de armas, para que nos hagamos adictos a lo macabro desde las edades más tempranas. No dejemos que nos derrote la tentación ni la indiferencia, no sucumbamos al plan seductor de los juegos y los juguetes portadores de muerte mercantil y narcóticos mediáticos. Niñas y niños están indefensos.

No vamos a arrodillarnos ante las biblias judiciales especializadas en demorar todo malestar y toda voluntad revolucionaria. No dejaremos a las puertas de las escuelas ni de las universidades los principios ni las obligaciones políticas que tenemos ante la infancia y contra todo lo que la acribilla en todos los sentidos. Por eso esta iniciativa debe ser acción política en su sentido más pleno y más cargado de sentido transformador. Desarmar la Tele debe ser una tarea obligada, una corriente crítica de la cultura, si queremos un Nuevo Orden Mundial para la Información y la Comunicación con Voces Múltiples como lo quiso -y quiere- el Informe MacBride. Entre otras muchas herramientas.

* Fernando Buen Abad Domínguez. Universidad de la Filosofía

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