sábado, 13 de septiembre de 2014

Reelección del poder, editorial y portada El Libertador impreso, septiembre de 2014



La débil y desorganizada oposición partidaria ha aprendido muy poco en siete meses de humillación y burla permanente en el hemiciclo. Y, sin todavía haber expulsado todo el gas lacrimógeno enviado por liberales y nacionalistas, parece que en el fondo sueña que Oliva anhela ir al Estadio Nacional a colocarle la banda presidencial a Xiomara Castro de Libre o a Salvador Nasralla del PAC.

Atrás ha quedado en esta Honduras la concepción del Estado sobre la base de la ciencia y la filosofía política clásica. Hoy, “el orden” sólo puede sostenerse aferrado en el complejo militar de las Fuerzas Armadas y, desde ahí, Washington con la elite local pretenden reconstruir una “institucionalidad” que expiró con el golpe de Estado el 28 de junio de 2009.
Duele en lo hondo del alma e indigna la impotencia en la que hoy zozobra el más minúsculo atisbo de patriotismo opuesto al todopoderoso proyecto de dominación nacional, donde la reelección del Ejecutivo no es más que una fase del guión imperial que se ha venido ejecutando desde 2009. 
A esa línea se une el fraude electoral, la remoción de magistrados que servían a otras facciones del capital, el nombramiento sórdido de fiscales, la rendición de la policía y la militarización del Estado, la represión sádica, el altísimo crimen y la violencia que mata como tácticas para entronizar el miedo que se reproduce e inmoviliza en toda esfera socioeconómica, la separación de la estructura de gobierno de la ciudadanía, el sicariato y el asesinato selectivo de legítimos líderes populares de resistencia política e ideológica próxima al bien común. 
Por ahora todo está bajo control y Honduras es un “sultanato” o cualquier cosa del globo terráqueo, menos una república. Bueno, el portavoz de las relaciones internacionales de Estados Unidos, John Kerry, dice sin poner sentimientos que somos parte de su “patio trasero”. 
Algo que en esta aldea sus criados cumplen laboriosos hasta el paroxismo. Y si no, basta escuchar la sabia incultura del presidente del Congreso Nacional cuando hace unos días le dijo a la jefa de bancada del Partido Anticorrupción: “podemos votar dos veces y el resultado será el mismo”, aclarando que en esa sala manda el bipartidismo, y que el orden de los factores no altera el producto. 
La débil y desorganizada oposición partidaria ha aprendido muy poco en siete meses de humillación y burla permanente en el hemiciclo. Y, sin todavía haber expulsado todo el gas lacrimógeno enviado por liberales y nacionalistas, parece que en el fondo sueña que Oliva anhela ir al Estadio Nacional a colocarle la banda presidencial a Xiomara Castro de LibRe o a Salvador Nasralla del PAC.
De manera peligrosa, consciente o no, la oposición está poniendo su granito de arena para fortificar el bipartidismo y quizá hasta firmar su propio ocaso; pues, si el sondeo más breve indicaría que el pueblo no ve en ningún ex presidente el premio de la reelección, correspondería como estrategia de búsqueda del poder a la dirigencia de LibRe y PAC no creer en la “nobleza” de quienes remacharon por cien años el hierro en el cuello de la nación.
La genética de gleba y robo del bipartidismo y de la clase económica que entraña no evolucionará pronto; su disposición natural es enviar al vacío la desesperación de los hondureños; en cambio, complacerá la impaciencia geoestratégica de Washington, que está siendo rodeado a velocidad acelerada por China y Rusia muy cerca de su frontera. 
El canal de Nicaragua inicia en 2015 y dejará obsoleto el del Pentágono en Panamá. El nuevo mundo multipolar requiere de vías de comunicación modernas. Por ese temor está asegurando que Honduras no salga del norte y, en ese mar, navega el continuismo presidencial y la tranquila oposición.

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