martes, 23 de septiembre de 2014

"Honduras está cambiando"



El discurso oficialista declara que “Honduras está cambiando” en alusión a supuestas mejorías que el país está teniendo como resultado –según el titular del Poder Ejecutivo - de la buena gestión del actual gobierno.

Sí, es cierto, el país está cambiando pero no de la manera como nos lo están describiendo algunos medios de comunicación serviles a los intereses de los enemigos del pueblo. 

Recientes acontecimientos suscitados en nuestro territorio están dejando en entredicho tal afirmación. Más bien, pareciera que entre más ínfulas salpican la disertación del presidente hondureño mayor es el disgusto de la cansada ciudadanía ante tanta falsedad.  

El mes pasado en un informe de la Secretaría de Seguridad se afirmaba que los índices de violencia de este año han decrecido en comparación con los del anterior. Sin embargo, la población que a diario se enfrenta con la violencia y la inseguridad en cualquier lugar donde se sitúe no encontró síntomas de realismo en tal informe que, dicho sea de paso, no está fortalecido con datos del Observatorio Nacional de la Violencia de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras. De hecho, hace algunos meses las autoridades de la Policía Nacional le vedaron  al Observatorio el acceso a informes generados por parte de los efectivos policiales en escenas del crimen. La verdadera razón se desconoce.

Entre tanto, en el Poder Legislativo la polarización es evidente. Por una parte están los fraccionados partidos de izquierda, cuyos insignes hombres, fieles defensores de las causas populares del ayer, hoy que ocupan un curul en el Congreso se han convertido en estrellas apagadas. Por otra, los partidos de derecha, enemistados entre sí y con un claro predominio de uno con respecto al otro. 

En estas circunstancias el diálogo aún no ha sido invitado al hemiciclo. En contraste, reina la anarquía. Una especie de absolutismo por parte del partido de gobierno aplasta todo intento de democratizar una manipulada agenda legislativa que es preparada con antelación, omitiendo temas torales para incluir otros afines a su causa política.

Las bases para superar esta división todavía no se construyen. Si un acuerdo de todos los partidos políticos representados en el Congreso Nacional no es posible, por lo menos la balanza legislativa debe equilibrarse entre los partidos que suelen considerarse opositores y el partido de gobierno. Pero para hacerle verdadera oposición al nacionalismo los otros partidos deben dejar de lado -aunque momentáneamente- las diferencias ideológicas y unirse por el principio que supuestamente comparten todos: honrar su compromiso con el pueblo que los eligió.

Asimismo, el Poder Judicial tiene una novela que escribir. El desfalco al Instituto Hondureño de Seguridad Social, la captura de los responsables y su posterior condena forma parte de la trama. En nuestro país ya se ha producido series parecidas, con finales predecibles. Ojalá que este nuevo episodio nos sorprenda todos con un final feliz donde la justicia salga victoriosa.

El pueblo ha perdido su confianza en los políticos de turno y no sin motivo. Basta con recordar las festividades patrias del mes anterior. Muchos hondureños cuestionaron la emotividad con que el gobierno se afanaba en elogiar nuestra independencia  al mismo tiempo que le suplicaba al Fondo Monetario Internacional la aprobación de nuevos fondos para aliviar su déficit presupuestario. Incluso en el marco de la celebración de dicha independencia los desfiles oficiales se vieron desafiados por marchas pacíficas alternas, nutridas con ciudadanos inconformes con los cambios impulsados no por el pueblo sino por el oportunismo  de ciertos sectores no comprometidos con los proyectos de bienestar socioeconómico de las mayorías.

Honduras ha cambiado, eso no se discute. No obstante, lo que nos interesa es saber si para bien o para mal. De acuerdo con la mayoría de los hondureños sedientos de verdadero desarrollo tales cambios le resultan abstractos, es decir, nada positivos.

Es importante que Honduras cambie por obra de sus verdaderos hijos. Por su naturaleza misma los politiqueros no cambiarán nuestra sociedad si no se lo exigimos. El pueblo que sufre tiene una lucha que librar: castigar a aquellos gobernantes cuya moralidad y visión de la justicia social no se ajuste a los verdaderos cambios que la patria requiere. 

J Donadin Álvarez
Estudioso de las Ciencias Sociales de la UPNFM

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