miércoles, 17 de septiembre de 2014

Centroamérica y Honduras: Sin fronteras, Sin ataduras



En este mes de septiembre nuestros diminutos países centroamericanos, tan partidos y torpemente divididos, nos unimos en una fecha común de memoria de una independencia incierta, inconclusa y nunca hecha realidad.

Centroamérica, tantas veces puesta en el mapa internacional por sus inundaciones, terremotos, maras y pandillas, cruce de carteles, masacres y violencias o golpes de Estado, es una región que por su historia reciente, en comparación con los viejos mundos, con aciertos y tumbos, sigue dando de qué hablar, con mucha vida, coraje y poniéndose de pie.

Somos una pequeña zona en el continente con una historia común, de mucho dolor por nuestras cruentas guerras, y por igual compartimos una de las zonas de mayor riqueza en biodiversidad del continente y del mundo. No en vano, ha sido en el triángulo norte centroamericano en donde con más afán las multinacionales siguen presionando para que se legisle a favor de la privatización de los bienes naturales, particularmente el agua y todos sus afluentes. 

Su gente –unos 40 millones de personas de acentos varios--, tiene sus propias lenguas, tradiciones y verdades. Pero también compartimos riesgos. La penetración de las estructuras paralegales --o lo que solemos llamar crimen organizado o poderes ocultos-- en las estructuras públicas ya no es una amenaza, es una realidad con la que se levantan cada mañana especialmente catrachos, guanacos  y chapines. Y es una de las razones por las cuales el fortalecimiento del Estado de derecho es una tarea regional.  

Honduras recordó de un tajo el 28 de junio de 2009 que nuestras democracias se sostienen sobre una institucionalidad frágil y precaria, y que es muy poco lo que hemos avanzado luego de los terribles conflictos políticos militares que sacudieron nuestra región hace menos de tres décadas, quedándonos con una democracia sostenida sobre pies de barro. Los centroamericanos y centroamericanas, con sus limitaciones y fortalezas, soñamos con una región sin fronteras pero con justicia social. Soñamos con trabajar, estudiar, vivir y morir dignamente en nuestro territorio. Somos gentes que amamos nuestra tierra, y por eso lloramos hasta por nuestros himnos nacionales cuando estamos en tierra ausente.

En el momento en que Honduras se hunde como el país con mayores muertes violentas del planeta, más está necesitado de buscar el camino de los consensos mínimos para avanzar hacia una nueva institucionalidad. Sabemos que caídos tan a fondo en nuestra ruptura humana, social, política, económica, cultural y religiosa que el camino para rehacernos como sociedad es largo y difícil, y no podemos caer en la tentación de las salidas rápidas, prontas y fáciles.

Par alcanzar mínimos consensos en este proceso largo y difícil, solo vale una condición: buscar la máxima inclusión posible, aspirando a que nadie se quede fuera. Una búsqueda de consensos que nos abra las puertas hacia la lucha por construir una Centroamérica sin ridículas fronteras y sin modelos productores de gente miserable y concentradora ilimitada de capitales en manos de reducidas élites empresariales y políticas.

Soñamos con una Centroamérica en donde construyamos democracias no solo políticas sino económicas, sociales y culturales, en donde la gente no se vea obligada a emigrar hacia Estados Unidos o hacia otros países ricos. Soñamos con una Centroamérica que se independice de las élites que controlan todos los hilos y mecanismos del Estado, la economía y la sociedad, y que cada cierto tiempo abren la tranca electoral para que la gente vote, para permitirle haga valer su palabra y su dignidad. 

Soñamos con una Centroamérica Libre de violencia, corrupción, impunidad y desigualdades. Una Centroamérica Soberana ante los países ricos del norte y de sus multinacionales y que ejerce soberanía sobre sus bienes naturales y decide desde lo que siente, piensa, sueña y añora toda su gente. Soñamos con una Centroamérica Independiente de miseria y esclavitud, del militarismo y de la ley de los fuertes, del patriarcado y de todo tipo de dominación y opresión.

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