miércoles, 24 de septiembre de 2014

"Huimos del país por inseguridad y hambre"¡



Paula, Blanca, Fanny y Suyapa, son cuatro mujeres desconocidas que la realidad juntó en el mismo camino: la migración. Ellas llegaron deportadas esta semana a Honduras después de caer detenidas justo cuando estaban a punto de llegar a los Estados Unidos en busca de lo que en Honduras se les niega, un empleo. 

Únicamente esta semana el Centro de Atención al Migrante Retornado (CAMR) recibió 4 vuelos que sumaron más de 500 emigrantes retornados. Con estos suman más de 29 mil los migrantes deportados únicamente por la vía aérea, a esta cifra hay que sumarle los migrantes retornados vía terrestre desde México, que ya superan los 26 mil de acuerdo a datos del gobierno de Juan Orlando Hernández. Con estas cifras, los migrantes deportados superan los 55 mil, en lo que va del 2014.

“Nadie vive de promesas” 

Paula, originaria de la ciudad de El Progreso, Yoro fue deportada esta semana en un vuelo que trajo a más de 200 migrantes, 40 de ellos mujeres. No es la primera vez que Paula era deportada, hace un par de meses atrás intentó cruzar frontera pero corrió con la misma suerte. 

Esta mujer salió de Honduras buscando el “sueño americano”. Ella forma parte de los dos millones de desempleados. Por mucho tiempo buscó empleo sin tener respuestas favorables, fue allí donde la idea de migrar se presentó. 

En ambos intentos la suerte ha sido la misma, detenida en la frontera de Estados Unidos-Méjico y retornada a Honduras aún con más frustraciones. En su primera deportación  recuerda claramente cómo equipo del gobierno llegó a las instalaciones del CAMR prometiéndoles una fuente de empleo y formación a través del Infop (Instituto de Formación Profesional), pero esa promesa jamás se cumplió. 

“Son puras promesas, nada más promesas. Mientras ellos estén bien no les importa lo que vive el pueblo. Aquí Juan Orlando Hernández no se cansa de repetir que en Honduras hay trabajo. Señor Presidente, dígame ¿dónde están esos empleos? Dice que estamos seguros, lo reto para que vaya a mi colonia, no hay día de Dios que no maten a una persona, no hay día de Dios que la gente no sea asaltada, dónde está la seguridad,  dónde están los empleos, conteste señor presidente”, dice indignada y con rabia Paula. 


A pesar de los múltiples peligros existentes en la ruta hacia el norte, Paula se despidió diciéndonos tajantemente: “la otra semana me voy, no me quedaré aquí donde no existen oportunidades”. 

Presidente, ¿Y la hornilla?

Cuando vimos a Blanca, su desesperación nos llamó la atención. Luego de varios minutos se acercó y nos pidió el teléfono prestado. “Hágame un favor, tengo que llamar a Estados Unidos, un amigo prometió mandarme un dinero para poder regresar a mi comunidad”. 

Luego de un par de minutos la conversación con esta mujer fue amena. Al igual que Paula, ella intentó cruzar frontera con la esperanza de conseguir un empleo en Estado Unidos. “Soy una persona que supera los 35 años, y aquí eso parece un pecado, no puedo conseguir un trabajo y tengo que mantener a mis hijos”. 

Ella es originaria de la comunidad de La Fecha en el municipio de Macuelizo, Santa Bárbara, al occidente hondureño. Recuerda que en meses anteriores el mismo presidente llegó a su sector prometiendo la entrega de hornillas para las amas de casa- “Yo estaba alegre porque con la entrega de esa ayuda podía poner un negocio para generar ingresos al hogar, pero esa hornilla solo quedó en puras promesas, puras pajas”. 

Blanca nos dice que si no encuentra trabajo nuevamente intentará de nuevo dar el salto.   


Dos veces es suficiente 

Fanny Arada es una mujer de 33 años originaria del departamento de Atlántida. Al consultar sobre las razones para migrar hacia Estados Unidos, su respuesta no varió, la necesidad de tener un empleo que le dé la oportunidad de ayudar a sus padres. 

Al igual que Paula no era la primera vez que intentaba llegar hasta Estados Unidos. En su primer intento fue detenida por migración en Méjico, ante esto su coyote o guía le dio una segunda oportunidad para llegar hacia el norte. 

Para ella fue difícil tomar la decisión de irse de su casa, abandonar a su papá y mamá pero la desesperación de no tener empleo la obligaron a buscar afuera lo que en Honduras se le niega. Fanny contó detalladamente cómo se sufre en este camino. Fue casi secuestrada por un grupo criminal al llegar a Reinosa, estado de Tamaulipas, “aquí me pedían mil dólares para ser liberada, creía que me iban a matar”. 


Luego de esta dura experiencia Fanny dice que no lo intentaría de nuevo “dos veces son suficientes”.   
De violencia en violencia 

La cantidad de personas que huyen del país debido a la violencia va en aumento, según informes y datos recientes del Alto Comisionado de las Nacional Unidas para refugiados,  ACNUR. 

Unas 19 mil personas que han huido de Honduras, Guatemala y El Salvador por la violencia se han refugiado en Costa Rica y países de América del Norte, según ACNUR. El representante de esta oficina de Naciones Unidas para Centroamérica, Fernando Protti, indicó que desde hace tres años trabaja en los tres países centroamericanos con la población que se desplaza huyendo de la violencia y que ha logrado que sean recibidos en otros países como refugiados.

Muchos ciudadanos y ciudadanas salen de sus comunidades, barrios o colonias debido a los hechos criminales que ocurren, muchos desplazados y amenazados por maras, crimen organizado o narcotráfico. Y el círculo continúa ya que en toda la ruta del migrante los peligros son constantes.

Alberto Xicontencatl de la casa del migrante en Saltillo, Coahuila en Méjico cuenta que toda la ruta del migrantes es controlada por carteles de la droga, “en esta zona los Zetas y el cartel del Golfo son quienes secuestran, matan y obligan a los migrantes a trabajar en actividades ilícitas”. 

La Casa del Migrante constantemente recibe denuncias por el secuestro de migrantes y como grupos criminales piden hasta 3 mil dólares por su liberación, eso es únicamente el inicio de la odisea que enfrenta la población en tránsito, según Xicontencatl.  

Alberto Xicontencatl, concluye diciendo que no existe la capacidad de alentar la migración, ni mucho menos decirle a la gente que deje su lugar de origen. Lo que sí se debe advertir son los peligros que existen en la ruta migratoria. 


“Ahora pasar la frontera sur de Méjico es aún más complicado, se siguen poniendo muros para evitar el tránsito de gente, lo que expone más la vida de los y las migrantes. Y es ante esta realidad que alentamos a los gobierno centroamericano y especialmente al mejicano y estadounidense a respetar los derechos de la población en tránsito, y crear estrategias para comenzar a brindar oportunidades a la ciudadanía para evitar que migre buscando oportunidades de sobrevivencia que son negadas en sus países de origen”, concluyó. 

Huimos por la violencia y el hambre 

Suyapa Gonzáles, una joven que no sobrepasa los 30 años fue deportada cuando cruzaba la frontera de Estados Unidos. Luego de estar 7 años desempleada, ya que su último trabajo fue como operaria en una maquila donde se organizaron para exigir que se les respetara los derechos laborales, se vio obligada a buscar otros destinos para poder alimentar a dos hijos. Suyapa es madre soltera. 

Para ella, la gente en Honduras huye debido a la inseguridad y el hambre que enfrentan miles de familias.

“Al no existir oportunidades somos obligados a irnos de nuestros hogares, abandonar la familia y encontrar suerte lejos de nuestros seres queridos. Cuando llegamos al centro de detención nos decían por qué los hondureños insisten en migrar cuando su presidente dice que allá las cosas están bien- Es inaceptable que Juan Orlando vaya a mentir, cuando en Honduras todas las cosas están mal, la gente no se va porque quiere, sino que es obligada”, dice Suyapa con rabia en sus palabras que conformaban un presagio. Suyapa probablemente se vaya de nuevo y tal vez nunca vuelva. 

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