miércoles, 12 de febrero de 2014
Absolutismo personalista
Por Efraín Bu Figueroa
Juan Orlando Hernández ha gobernado relajadamente desde el Congreso Nacional, con absolutismo y sin oposición decisiva los últimos cuatro años; la máxima expresión de ese control alcanzó su clímax en los últimos meses, imponiendo brutales cargas tributarias al pueblo, elevando el costo de los combustibles y realizando cambios estratégicos en instituciones clave, que bajo el nuevo Congreso le hubiera resultado sumamente escabroso.
Hernández, salido de un proceso electoral fraudulento, el primero en Honduras de la era cibernética, en el siglo XXI, tan sutil que logró engañar a toda la comunidad internacional; emerge sumamente débil, pues apenas un 37 % de los electores le brindaron su apoyo en tanto 63 % se inclinaron por los 8 partidos restantes, seis de los cuales lograron representación en el primer poder del Estado con 80 diputados; teóricamente es la oposición, que representa a la mayoría del pueblo votante.
Pero Hernández necesita continuar el mando absoluto de los poderes del Estado para imponer su modelo económico calificado por sus ideólogos como “capitalismo incluyente y humanista“, para ello necesita propinar el golpe oportuno, que le permita controlar el Congreso Nacional. La habilidad de este político, que no conoce de escrúpulos, se enfila en una doble lógica: desencadenar crudos ataques directos para desacreditar y debilitar al partido Libre y a la vez neutralizar al Partido Liberal, para que estos lo apoyen, bajo la figura política que más les convenga, sin salir más dañados de lo que ya están; apoyo que sería lo suficiente para alcanzar la mayoría necesaria para la elección de la Junta Directiva del Poder Legislativo. Los liberales ya están declarando públicamente que ese será un “apoyo puntual” mas no una alianza…???
La oposición comienza a vertebrarse entre LibRe, PAC y PINU y solo que el Partido Liberal o alguna fracción de este buscara reivindicarse ante el pueblo hondureño, colocándose de su lado, haciendo una alianza estratégica con los antes mencionados; por primera vez en la historia moderna el Congreso Nacional podría estar en manos de la oposición. Para las luchas que el pueblo tendrá que enfrentar con un gobierno profundamente neoliberal y autoritario, es crucial el control de este poder del Estado.
LibRe, PAC y PINU han convenido en bases de entendimiento para realizar oposición; todavía muy generales, algunas de ellas difíciles de alcanzar, por cuanto necesitan de la mayoría calificada, que no es posible en el mediano plazo. La oposición necesita afinar más sus planteamientos comunes introduciendo propuestas para reformas estructurales del Estado, que beneficien directamente al pueblo. Obviamente es prioritario asumir la Junta Directiva del Congreso Nacional, paso vital para debilitar el continuismo del absolutismo personalista de Hernández, en los próximos cuatro años.
Hernández no buscó la presidencia solo por figurar, está seriamente comprometido en la renovación del modelo económico actual, disfrazado con medidas sociales que fomentan la miseria, pero que según él, salvará a Honduras. Eventualmente buscará una nueva alianza para constituir bajo su control una Asamblea Nacional Constituyente, factor que su corriente política no ha descartado, para lograr cuatro años más. Sus propios colaboradores reconocen privadamente que para establecer el esquema económico-social propuesto, que involucra las “ciudades modelo”, no será suficiente un cuatrienio.
Si los nacionalistas asumen la Junta Directiva del Congreso Nacional –lo cual no está nada lejano– el círculo del control total de los poderes de Estado para el próximo periodo se habrá cerrado y, sin duda, las contradicciones primarias en el seno de la sociedad hondureña se agudizarán, cuyas consecuencias resultan difíciles de predecir. De ahí la necesidad que el pueblo asuma el control directivo del Poder Legislativo.
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