viernes, 6 de diciembre de 2013
Democracia procedimental
Diario Tiempo
Las recientes elecciones realizadas en el país están poniendo de manifiesto el nacimiento de un nuevo tipo de democracia que denominamos “democracia procedimental”. Y la llamamos así pues tiene en cuenta única y exclusivamente como criterio “seguir el procedimiento” establecido en el reglamento electoral y comprobar que se han dado todos los pasos o requisitos para calificar como “país democrático”. Y una vez conseguido el “nuevo status” pasar a engrosar el grupo de países considerados como legítimos y con reconocimiento internacional.
No cabe ninguna duda que esta ha sido una de las características del 24 de noviembre y que explica ese despliegue inmenso de observadores internacionales, de todo tipo de organismos (como la OEA, la Unión Europea, el Centro Carter y otros) y el respaldo/ reconocimiento y felicitación casi inmediato de los países del área, así como de la embajada estadounidense. En la misma dirección apunta el hecho que desde hace meses se daba una coincidencia por todo tipo de actores sociales y políticos presionando mediáticamente al electorado para que la votación fuera lo más masiva posible. Se quería borrar la imagen abstencionista de las elecciones pasadas.
Por eso no nos sorprende que la embajadora Lisa Kubiske felicitara a la ciudadanía hondureña por el ambiente de paz y tranquilidad; y porque fueron transparentes y democráticas. Hubo una fiesta democrática, una fiesta cívica, fiesta de democracia electoral y con gran afluencia de personas. El proceso se llevó a cabo en orden y sin incidentes violentos. Por eso Estados Unidos “apoya el proceso”. Y después de ella ratificaron numerosos países y organismos. Y dada la presencia social de las iglesias. No dejaron de unirse a este acto de reconocimiento los representantes de la Iglesia Católica y de las iglesias evangélicas diciendo la primera que “el pueblo ya habló en las urnas” y “ganadores deben tener humildad” las segundas.
La OEA respaldaba el proceso al afirmar que el “escrutinio es transparente y los resultados son confiables; todo se realizó en un clima de tranquilidad y con una participación de más del 60%. Para la Misión de Observadores de la Unión Europea destacaron que la votación y el recuento fueron transparentes. Sin embargo puntualizaban algunos datos interesantes: se dieron indicios de tráfico de credenciales electorales; la campaña fue larga, costosa, desigual y poco trasparente en su financiación. Igualmente encontraron que el partido en el poder utilizó recursos públicos en 14 de los 18 departamentos del país. El partido liberal se benefició de dineros del Estado en dos departamentos. Igualmente dijeron que en los medios de comunicación hubo un sesgo favorable al bipartidismo.
Como todos los observadores y organismos internacionales eran conscientes de que se dieron irregularidades y disfunciones en el proceso electoral, han repetido el derecho que tienen los contendientes a justos reclamos y aclaraciones por la inconsistencia de muchas actas electorales. Aún así, lo conclusivo es que el Tribunal Supremo Electoral ha declarado presidente electo a Juan Orlando Hernández y que la Unión Europea considera que la votación y el recuento fueron transparentes.
Sin embargo, la sociedad civil ve las cosas muy distintas y está pidiendo la desaparición de cinco partidos políticos dado que se someten a los partidos tradicionales y solo sirven de manipuleo; en el proceso se dieron muchas irregularidades, entre ellas la manipulación de credenciales e incoherencias de las actas. Son de la opinión que “cinco partidos (democracia cristiana, Pinu, UD, Alianza Patriótica y Faper) no tienen razón de existir por falta del caudal político que la ley expresa y eso origina que se plieguen a los partidos mayoritarios”. Estos cinco partidos hicieron posible el “fraude blanco” realizado el domingo pasado por el partido nacional en contra de Xiomara Castro.
En conjunto, y como resumen, rechazamos la imposición interna y externa de una “democracia procedimental” que aparece milagrosamente en el momento preciso en el que el bipartidismo empieza a mostrar fisuras y surgen con fuerza “fuerzas políticas emergentes” capaces de ofrecer nuevas alternativas al país.
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