viernes, 5 de julio de 2013
Nuestro socialismo democrático
Por Gustavo Zelaya
El discurso vulgar, simple y agresivo de Juan Orlando Hernández que se detiene en unas cuantas expresiones como la de acusar al partido Libertad y Refundación de izquierda radical y de ser contrario a las creencias cristianas, no debe ser motivo para generar tantas reacciones y expresiones defensivas, como estar repitiendo que en LibRe también “somos cristianos” y que “llevamos a Dios en el corazón”. No debe ser motivo para esperar lo que el neofascista diga, a estar prestos a responder inmediatamente y dar la impresión de que se está a la espera de sus provocaciones. Esa es la pretensión de la derecha golpista y de sus voceros: atacar, mentir, provocar reacciones, descalificar a LibRe con frases triviales, vacías de contenidos e insistir que el sentido del discurso de Xiomara Castro es altamente populista. Y que atrás está Mel Zelaya.
Así será el estilo de los ataques de los “analistas objetivos”, los creadores de la pseudoteoría de la sucesión presidencial, los fanáticos voceros de la oligarquía; pero desde LibRe se van a escuchar expresiones de gobierno, las grandes líneas políticas que van a conducir al país a la construcción de unas condiciones de vida dignas y más justas, tal y como ocurrió con el discurso de Xiomara Castro en la Primera Asamblea Nacional Extraordinaria. Ya se marcan diferencias fundamentales cuando a la mentira oficialista se le oponen propuestas claras de gobierno y desde los emisarios de la misma derecha se reconoce la calidad y consistencia del discurso del soberano; se va a notar mucho más la distancia que hay entre la superficial tradición política y la frescura conceptual en las formulaciones de la futura presidenta de Honduras.
En esa necesidad de ser diferentes, de no ser más de lo mismo y de querer expresar los intereses del pueblo hondureño, es importante continuar en el complejo camino de la precisión política, en esa inacabada búsqueda de las categorías ideológicas que permitan que los diversos grupos políticos y sociales se vean representados en ellas. Incluso, y por esto también: el hecho de vernos envueltos en peligro constante, con la muerte acechando por todo el país, rodeados de tantos crímenes, de tantos asesinatos, de tanta violencia dirigida desde el poder y que amedrenta a muchos hondureños. Esta macabra situación es una razón necesaria para construir un país más digno, más justo, y una organización política superior a la tradición política de la oligarquía que nos tiene en el atraso material, espiritual, y en la cima de los países más violentos. Es probable que por ahora no se logre una definitiva explicación teórica y que los resultados sean provisionales. Pero esto podrá servir de garantía para que los esfuerzos no conduzcan a elaborar conceptos cerrados, perfectos, completos, que no se generen teorías absolutas, excluyentes, y que estemos dentro de un proceso formador de ideología, de organización popular, de sociedad más justa.
En tal sentido, podría afirmarse que desde el partido Libertad y Refundación y sus múltiples colectivos se está trabajando en la forja de una explicación teórica acerca del socialismo democrático y el asunto se vuelve complejo porque muchos todavía “pensamos” desde las categorías de los manuales soviéticos o chinos, o introducimos ingredientes de Trotsky, de Chávez, el Ché Guevara; a otros les cuesta desprenderse de las ideas liberales aunque desconocen sus fuentes originales como Rousseau, Locke o Montesquieu; es probable que ni siquiera leyeron a Policarpo Bonilla; que algunos estemos inmersos en concepciones teológicas, espirituales o ecológicas; y, tal vez, los peores sean los que sostengan que no es posible hablar del socialismo sin apegarse a la lectura fiel de “sus” clásicos y sin el riesgo de caer en el “revisionismo”. Estos son los que exigen pruebas de pureza a los que quieran hablar de socialismo y sostienen que los aportes de los fundadores deben mantenerse inalterables y tienen que ser aplicados porque son las herramientas de análisis más avanzadas, como si fueran máquinas, instrumentos para excavar en el suelo de la realidad social. Es el mecanicismo de la izquierda “dialéctica”, muy similares a la derecha golpista hondureña cuando defienden los artículos pétreos de la constitución y la vigencia absoluta de las leyes de mercado. Casi idénticos en sus concepciones rígidas acerca de la condiciones en que nos desenvolvemos. Es un complejo crisol de ideas y concepciones con las cuales podrá construirse la teoría y la práctica del socialismo democrático.
En el caso nuestro, es crucial establecer qué es eso de socialismo democrático, determinar cómo se logra, si se puede llegar a una etapa de ese tipo, si es un modelo social o un programa político que contiene una serie de propuestas que podrán realizarse desde el poder, en un recorrido gradual de acercamiento a circunstancias sociales más justas y equitativas que no se satisfacen inmediatamente, condiciones cada vez con nuevos contenidos a medida que las necesidades sociales aumentan. Establecer, incluso, si los encargados de realizar tal proyecto social son solamente los que se crean socialistas, si esta condición ideológica es suficiente para ser partícipe de la transformación social o si tendrán que incluirse a portadores de otras formas de pensamiento. Algunos dirán que si es indispensable ser parte de una organización política que se diga socialista, pero olvidan que hay otras expresiones políticas no socialistas al estilo de la ortodoxia y que también están a favor de generar entornos de vida más justas y solidarias, tal y como es el caso de grupos religiosos de diversa índole que participan honestamente en las luchas por desarrollar relaciones sociales más humanas. O grupos que seguramente tienen y tendrán aportes importantes como las comunidades gay, transexuales o lésbicas.
En los ejemplos actuales de China, Cuba o Vietnam, se nota cómo la dirigencia de esos países socialistas ha tenido que impulsar la reforma de elementos del sistema, adaptarlo continuamente y considerando diversos factores locales y otros derivados de las tendencias mundiales. Y lo han hecho sin sacrificar ideales ni principios ideológicos y políticos. Sin temor a que nuevos inquisidores los condenen a la hoguera por revisionistas. Desarrollaron en buena medida la solidaridad revolucionaria y la prudencia en sus relaciones con otros estilos de vida, de organización económica y una ejemplar capacidad de adaptación a las exigencias sociales y a los retos tecnológicos. Aquí cabría utilizar una expresión que en boca de los “socialistas puros” es inaceptable , es la herejía en su grado superior y puede significar la censura perpetua y ser enviado al fuego eterno hasta el final de los tiempos a todo aquel que se atreva a practicarla: en esos países hacen revisión del sistema social y de la teoría en que se fundamentan.
Es decir, en los países mencionados se revisa, se examina, se cuestiona, se investigan continuamente los logros y las carencias del sistema para ir creciendo y logrando una vida buena y una buena vida para todos. Demuestran, pues, que es fundamental la edificación de condiciones de vida que hagan posible la equidad y la justicia en sus situaciones particulares, y que ello no es posible obtenerlo si no se toma en cuenta las necesidades de la población, su cultura, su diversidad, el ambiente externo, el avance científico, las posibilidades materiales del país y la capacidad humana para participar con su trabajo en el desarrollo social.
Significa que han tenido la claridad mental y política para poder ver que existen las diferencias sociales e individuales y que la distribución de los productos que el trabajo social genera y los aportes que las personas hacen a la sociedad se conciben tomando en cuenta esa situación. Las diferencias, las necesidades y las capacidades no se pueden eliminar de manera absoluta y definitiva a menos que se pretenda construir una sociedad homogénea, inmóvil, cerrada, autosuficiente, como lo pretendieron ilusamente algunos utopistas del Renacimiento o al estilo de los modelos teóricos y descarnados de la geometría social en donde se pretende uniformar hasta el pensamiento. Esos sistemas sociales perfectos sólo existen como productos ideales.
Entonces, todos esos elementos de la vida como la historia, la economía, el trabajo, los intereses individuales, el egoísmo, las ideas, los conflictos sociales, las ambiciones, el nivel de conciencia, las deudas estatales, los debates, la creación artística, la coyuntura internacional y otras determinaciones hacen muy complicada la intención de elaborar un modelo social. Puede decirse que el término de modelo es un recurso teórico pero que no permite ser realizado. Apenas es una representación ideal, una reducción de lo efectivamente existente que no puede contener todos los fenómenos. Alguien podría no estar de acuerdo con esta forma de plantear el concepto de Modelo. Y se puede decir más, pero no puede obviarse que las aspiraciones populares acerca de la justicia, la libertad y la real democracia que le permitan participar en la conducción y disfrute del poder económico y político tienen cabida en la expresión socialismo democrático. Pero rebasan los límites del modelo.
No puede obviarse que se requiere de programas de gobierno y políticas públicas que enfrenten los problemas del atraso, la corrupción, la impunidad y la dependencia; y si tales propuestas son realmente transformadoras y ponen en el centro de su interés la dignificación del ser humano, que transformen la propiedad y la despojen de su carácter ostentoso y explotador, que enaltezcan y hagan cierto el respeto a los derechos humanos y sancionen la injusticia, la corrupción y la miseria, entonces, se puede hablar del socialismo democrático pero no como modelo perfecto ni como ideal de vida, sino como algo posible de ser realizado y como un conjunto de propuestas de gobierno que pondrá en práctica la organización democrática del pueblo cuando acceda al poder político.
Dentro del tema de la igualdad se incluye a la distribución de la riqueza como instrumento para ir acercando las diferencias. Pero su posibilidad no significa que se obtenga de forma idéntica e inmediata para todos. Existen diferentes capacidades educativas, estados de salud, estilos de vida, gustos artísticos, el carácter individual, etc. Siendo así, el socialismo democrático en el gobierno será responsable de asegurar comida, servicios de salud y educación de buen nivel, sin delegar en manos privadas tal función, sin privatizar servicios y sin apelar a la filantropía o a la bondadosa actividad de organizaciones no gubernamentales que sólo se encargan de controlar incendios sociales pero no eliminan las causas del atraso.
La aspiración a la igualdad parece más bien una cuestión formal que se expresa en la teoría y en las leyes. Incluso, puede estar incluida como parte esencial de alguna ideología democrática o de algún programa partidario. Y en tal sentido se habla de distribuir de forma igual la tierra o de la justa distribución de los bienes sociales; que la tierra debe pertenecer al que la trabaja. Pero los cambios tecnológicos parece que han puesto en lugares más importante al trabajo industrial, urbano, como medio de subsistencia más significativo que la agricultura, esto sucede en sociedades con mayor desarrollo. Y hay más propuestas similares a la igualdad.
Si nuestra propuesta política es honesta, transformadora, desvinculada de las prácticas políticas tradicionales que han crecido gracias al carácter inhumano del neoliberalismo, mantendrá en su esencia la necesidad de refundar el país, la necesidad de convocar a la Asamblea Nacional Constituyente, la urgencia de desarrollar una economía solidaria, en fin, de hacer posible una serie de condiciones que hagan cierta la soberanía popular, energética, alimentaria, soberanía en las relaciones internacionales, en las telecomunicaciones, respeto a los derechos humanos. Que sean los ciudadanos y las ciudadanas, su bienestar material, cultural, educativo, espiritual, el fundamento de toda la propuesta de cambio. Es que se trata de poner en lugares dignos a la persona y a la sociedad con todas sus implicaciones.
Dicho de otro modo, creo que es muy importante ir definiendo qué es el socialismo democrático que se quiere para Honduras; y puede ser sencillo ensayar definiciones al estilo de las enciclopedias y los diccionarios, eso es de una gran simpleza; se puede acudir a los textos clásicos sobre ese tema y tomar una cita de aquí y otra de allá, juntarlas, mencionar fuentes, tradiciones, influencias, etc., y así ir elaborando un documento bien fundamentado y abierto a nuevos contenidos, esto no es difícil. Algunos se escandalizaran cuando vean que en el documento sobre el socialismo democrático o en la minuta partidaria no aparece su autor favorito y la frase precisa. Y el escándalo académico será mucho más grande cuando crean que hay una mezcla imposible de socialistas, liberales, gnósticos, religiosos, y toda la variedad de personas que buscan una existencia respetable, humana. Pero lo verdaderamente importante será que el partido nuestro, Libertad y Refundación, sepa construir propuestas y programas políticos que puedan ser realizados, que engrandezcan las personas, que ayuden a construir condiciones de vida en donde se respete a todos, incluyendo a la naturaleza, y en donde las relaciones que se desarrollen apunten a humanizar la convivencia social sin prácticas corruptas, sin impunidad, sin explotación del trabajo, con justicia y con acceso equitativo a la riqueza social. Y a todo eso se le puede llamar socialismo democrático. Y muy nuestro. Con defectos, debilidades, aportes, complicaciones. Pero nuestro. Para enaltecer a las personas, a su trabajo, a la naturaleza y dejando legados importantes que garanticen el buen vivir y la existencia de las futuras generaciones.
28 de junio de 2013.
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