Rebelión
Por Cristóbal León Campos
El 21 de octubre de 1971 Pablo Neruda era anunciado como ganador del Premio Nobel de Literatura, la Academia Sueca refería que había sido seleccionado “por ser autor de una poesía que, con la acción de una fuerza elemental, da vida al destino y a los sueños de un continente”.
Sin duda, durante varias décadas fue el representante de la voz poética chilena y un referente por su estilo y compromiso social, habiendo militado en el Partido Comunista de Chile y caminado junto al gobierno socialista-popular de Salvador Allende, e incluso, la muerte del poeta aconteció poco después del golpe de Estado fascista que desencadenó la dictadura en su patria.
En su discurso al recibir el Premio Nobel pronunciado el 10 de diciembre de ese año, Neruda expresaba: “Yo no aprendí en los libros ninguna receta para la composición de un poema: y no dejaré impreso a mi vez ni siquiera un consejo, modo o estilo para que los nuevos poetas reciban de mí alguna gota de supuesta sabiduría”, y advertía también que fue en la vida misma donde encontró la fórmula de “explicarme a mí mismo”. Así, el poeta mayor durante muchos años dejaba una enseñanza sin intensión, ya que la poesía y la literatura, ante todo, sirven primero para explicar a quién escribe su propio universo y después para contribuir al diálogo interminable de la humanidad. Y lejos del canon como todo aquel que ha trascendido en las letras, instauró sin pensarlo, formas, estilos y temas, que hoy son cuestionados bajo la luz que alumbra el despertar libertador del actual siglo XXI. La obra de Neruda es reconocida por su extensión y genio, pero también es cuestionada desde un tiempo atrás en el marco de las reivindicaciones de los derechos de la mujer, la lucha contra el machismo-patriarcal y desde las diversas perspectivas feministas. Especialmente, sus memorias Confieso que he vivido, han sido puestas a juicio, por los relatos que contienen en los que el autor de Canto General manifiesta sin recelo usos y abusos sobre diversas mujeres en su vida. Hoy, a cincuenta años de recibir el Premio Nobel, una parte de las nuevas generaciones de chilenas y chilenos marcan distancia del poeta, en medio de una serie de transformaciones socioculturales e intelectuales que conecten en Chile, como, por ejemplo, la Constituyente que busca poner fin a los resabios de la dictadura de Augusto Pinochet y la rebelión popular que el pasado 18 de octubre cumplió dos años.
Soledad Falabella ha escrito recientemente que en “El imaginario de Neruda las mujeres somos objetos de placer, cuerpos a ser poseídos y dominados, entes pasivos a disposición de la acción y el deseo del Hombre. No es raro entonces que en sus “confesiones” relate episodios donde protagoniza violencia de género y sexual”. El texto de Falabella se suma a una lista que va en aumento en la que se encuentran artículos como “Neruda a pesar de Neruda: sobre cultura y patriarcado” escrito por Paula Velasco. La mirada crítica sobre Neruda representa una necesidad que ha de extenderse por la obra de tantos otros autores, no para dejar de ser leídos, pero sí para ubicarlos en su contexto ideológico y sociocultural bajo otras perspectivas. A fin de cuentas, el juicio de los tiempos nos alcanza a tod@s…
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