martes, 8 de diciembre de 2015

La falsa piedad no resuelve, solo atrasa soluciones



Así lo dijo el vocero de la policía, y citamos textualmente: “Escrito está en la Biblia que vendrán este tipo de acciones de esta naturaleza, y escrito está que no solo con las armas se pararán estas situaciones sino con el espíritu de Dios porque sabemos que el pueblo de Honduras está rogando y clamando por la paz, y al final Dios dará la victoria a esta nación”.

Las respuestas siguen siendo las mismas. El gobierno cada vez se militariza más, aumenta por decenas las instancias policiales y militares y las verdaderas decisiones se toman en el Consejo de Seguridad. No en vano sigue en firme el programa infantil “Guardianes de la patria” que no es otra cosa que amasar la conciencia de la niñez en torno al proyecto y disciplina militarista.

Por su parte, los liderazgos eclesiásticos aportan la dosis “divina” que necesita el Estado en su opción militarista, mientras la naturaleza laical del Estado sucumbe ante la cercanía -casi maridaje- entre gobierno e instancias eclesiásticas. Cuando el Estado fracasa, salta la justificación religiosa. Así lo dijo de nuevo el vocero policial, y citamos textualmente: “La mano dura de la represión ha de ser respaldada por la mano poderosa de Dios que debe cambiar los corazones y las mentes de los criminales”.

¿Qué hacen los medios de comunicación? Fusionan en un solo paisaje noticioso cinco trazos de la violencia: uno, los hechos sangrientos; dos, el dolor de las víctimas; tres, la reacción “exitosa” de la policía y militares; cuatro, la voluntad divina que todo lo resolverá; y cinco, la imagen de un presidente que ratifica que seguimos por buen camino y que sigue recibiendo la bendición de Dios para hacer lo que tenga que hacer para protegernos del mal.

Las políticas de seguridad han fracasado ante la violencia. En lugar de refugiarse falsamente en lo divino, lo más responsable de las autoridades públicas es aceptar este fracaso como primer paso para que el tema de la violencia e inseguridad se convierta en un factor decisivo para un diálogo profundo, serio, no conducido por el gobierno, sino por mediadores internacionales auténticamente imparciales.

La violencia e inseguridad no es asunto de un grupo político que busca responder con más violencia y con parches que dejan intactas las raíces. La violencia e inseguridad es un asunto de toda la sociedad.

Exhortamos a todos los sectores de la sociedad a que busquemos acuerdos básicos comunes en torno a este tema antes de que caigamos víctimas de intereses cada vez más oscuros, entre quienes se encuentran en el mismo equipo del actual gobierno que utiliza hasta el más agudo dolor de las víctimas para hacer publicidad para la reelección continuista.

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