sábado, 26 de diciembre de 2015
Incorruptibles
Por Melissa Cardoza *
Sabemos quiénes no entran en esta categoría, porque conocemos sus nombres rimbombantes de telenovelas cursis, sus apellidos exóticos, sus rostros inflados de botox, cubiertos de maquillaje y cremas antiedad, sus casas de millonarios con servidumbres para sus perros, y ahora conocemos las mínimas celdas de algunos de ellos.
Sabemos que muchos de esos (que desde cuando los conocemos) no están en ninguna lista de la nefasta nómina de extraditables del departamento de estado gringo que ahora sale de honesto cuando siempre ha apoyado las gestiones de estos ladrones que eran sus ladrones, en aquel momento en que los necesitaron para llenarnos de guineos, palmas, comida basura o marines.
Y como suele pasar en estos sitios de memorias ocultas y palabras veloces, ahora resulta que los hondureños, porque las hondureñas no existimos, pasamos de ser haraganes a ser corruptos. Entonces la vocería parlanchina de los medios asquerosos de desinformación nos llenan de la sangre de cristo, que al parecer tiene más sangre que agua el océano, para protegernos de nosotros mismos por padecer del mal de la corrupción, que quieren ahora endilgarnos a todas y a todos.
Pues fíjense que no, que no vamos a aceptar su nuevo adjetivo calificativo, porque en este pueblo hay mucha gente incorruptible. De esa gente como Tomás García, guardián de la lucha de Río Blanco que hacía turnos junto al enorme roble del camino, para que no pasaran las máquinas de la hidroeléctrica. Ahí llegaron a buscarlo para ofrecerle el dinero que quisiera, los bienes que pidiera, y para muchos Tomás García era un hombre que tal vez hubiera necesitado algo de pisto, o algo de algo, pero nunca dejó su sitio en el roble, ni faltó a su compromiso en la lucha contra la represa, ahí lo agarró el día y la noche. Por eso lo mataron, y su incorruptible sonrisa, las historias de su valor y sus actos sin mancha nos abrazan.
Gente como Marta Peñalba o Marta Velásquez, según los papeles que la acrediten, fundadora de movimientos, recuperadora de tierra, voz de mujeres con el cuerpo en las calles, bordadora de vidas y mantas coloridas, autónoma en su palabra y cuerpo; de mucho hacer y poca paja. Marta que no ha dejado de creer en sus actos a pesar de la miseria histórica, el cáncer, la sorpresa de ver a excompañeras acomodando su discurso por jugosos salarios para gringos o europeos por igual que tratan y logran convencer a la gente de este país que lo que necesitamos es su democracia de mercado. Pero ella, incorruptible, no come su basura, ella organiza, piensa, habla con una enorme profundidad y paciencia. Marta quien declaró hace poco ante un grupo de nosotras que quería ser enterrada en el cementerio de su colonia con los mareros, las putas y los locos que este sistema odia y que ella llama “mi gente”, la gente condenada de esta tierra.
Incorruptibles muchos, compas, demasiadas mujeres que construyen este país a punta de trabajo y valor en su palabra para que nosotras sigamos manteniendo alzada nuestra mirada. Para que a los que perviertan, por millones o por migajas, los bienes comunes, la vida de todas, el respeto de su gente, las utopías siempre posibles, los veamos muy por encima del hombro y sigamos cultivando la dignidad y la honestidad que nos han enseñado tantas y tantos.
* Escritora feminista hondureña
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario