viernes, 18 de diciembre de 2015

Un paso por delante



La Cumbre de París está llegando a su fin y estamos por saber cuáles serán los acuerdos a que se llegue. No ha sido una reunión fácil pues son muchos los intereses en juego (económicos, políticos, energéticos y geopolíticos) donde nadie quiere cambiar el modelo de desarrollo tenido hasta ahora; asumir el costo de responsabilidades económicas, socializar los avances tecnológicos y, fundamentalmente, tomar opciones incluyentes hacia los pobres que son los que sufren directamente los efectos del cambio climático.

En la modernidad hemos asistido a un repliegue de la Iglesia sobre sí misma, a la separación Iglesia-Estado, el distanciamiento frente a la democracia; la crítica al laicismo y un divorcio cultural frente al proyecto vehiculado por un mundo que nace sin la Iglesia, al margen de la Iglesia y, a veces, contra la Iglesia. Sin embargo, la Iglesia es una institución que no es estática y ha dado un cambio notable desde mediados del siglo pasado lo cual se ha acentuado con la llegada del Papa Francisco.

Donde se ha puesto de manifiesto esta nueva realidad ha sido en la Cumbre de París. Con antelación publicó en la Encíclica “Sobre el cuidado de la casa común” con el objeto de crear conciencia y posicionar a todos los países que iban a reunirse. Lo que hoy queremos recoger es que este sentir y actuar del Papa Francisco se va transmitiendo a todo el cuerpo eclesial. Para esta reunión todas las Conferencias Episcopales a nivel mundial hicieron un planteamiento que es lo que recogemos. En el mismo sentido lo hizo Caritas y Manos Unidas y un sin fin de agrupaciones eclesiales, felizmente ecuménicas y no solo reducidas a una sola Iglesia.

¿Qué piden las Conferencias Episcopales a la Cumbre de París?: son diez las propuestas:

1.- Tener en cuenta no solo los aspectos técnicos del cambio climático sino también, y sobre todo, los aspectos éticos y morales.

2.- Aceptar que el clima y la atmósfera son bienes globales comunes de todos y para todos y todas.

3.- Adoptar un acuerdo mundial justo que reconoce la necesidad de vivir en armonía con la naturaleza y de garantizar el ejercicio de los derechos humanos de todos, incluyendo los de los Pueblos Indígenas, las mujeres, los jóvenes y los trabajadores.

4.- Limitar el aumento de la temperatura global y establecer un objetivo para alcanzar una completa descarbonización para mediados de siglo,

5.- Explorar nuevos modelos de desarrollo y estilos de vida que sean compatibles con el clima, combatan la desigualdad y saquen a los pobres de la miseria.

6.- Garantizar el acceso de todos al agua y a la tierra para la consolidación de sistemas alimentarios resilientes y sostenibles.

7.- Garantizar la inclusión y la participación de los más pobres, de los más vulnerables y de aquellos sobre los que repercuten mayoritariamente las decisiones tomadas a todos los niveles.

8.- Garantizar que el acuerdo adoptado en 2015 lleve consigo un proceso de adaptación que responda de forma adecuada a las necesidades inmediatas de las comunidades más afectadas y refuerce las soluciones locales.

9.- Los responsables del cambio climático tienen la obligación de ayudar a los más vulnerables en la adaptación y la gestión de las pérdidas y daños; y de compartir la tecnología y los conocimientos necesarios.

10.- Establecer hojas de ruta claras sobre cómo los países deberán cumplir sus compromisos financieros adicionales.

Este planteamiento refleja el cambio que se viene dando dentro del campo religioso, en este caso referido a la Ecología. Los tres años de pontificado del Papa Francisco han puesto de manifiesto cosas muy básicas: la Iglesia es portadora de una “religión liberadora” como se constata en todos sus viajes, discursos y pronunciamientos; en segundo lugar, asume una posición de defensa de los pobres en este mundo globalizado y trasnacional; y, en tercer lugar, las posiciones del Papa Francisco “van un paso por delante” respecto a los grupos de poder hegemónicos a nivel mundial (bien sea el liderazgo de EE UU, la Unión Europea o China y el mundo oriental). Es lo ecológico, es lo político, es lo económico, es la migración o lo cultural.

Pase lo que pase y sean cuáles sean los acuerdos a que se llegue, necesitamos que tanto la Iglesia como la sociedad civil, los sujetos sociales que encarnen un sistema alternativo, vayan siempre un “paso adelante” de lo que puede ofrecernos la actual política internacional, las instituciones multilaterales o la economía globalizada injusta y excluyente.

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