lunes, 28 de diciembre de 2015

Constructoras de paz



El balance del año para la vida de las mujeres en Honduras nos recuerda la realidad de violencias y despojos que vive este segmento de la población, que representa más de la mitad de los habitantes.

Fue este 2015 que los datos de la Organización de las Naciones Unidas, colocaron a Honduras en el primer lugar de femicidios a nivel mundial, superando a Guatemala y México. Cada 13 horas una hondureña es asesinada, de estos crímenes con suerte se investigará uno.

Desde el golpe de Estado en junio 2009, las diversas organizaciones feministas y de derechos humanos han denunciado que cada vez la situación es más crítica y persiste un ambiente de represión y militarización, donde las más golpeadas siempre son las mujeres. Se descarga contra ellas una brutal saña y crueldad, sirve como mensaje de terror y miedo para el resto de la población.

La violencia en contra de las mujeres también está ligada a las amenazas que surgen por la instalación de macro proyectos. En la zona occidental la situación se agudiza debido a las concesiones que el actual gobierno otorgó para la extracción de materiales y la instalación de proyectos hidroeléctricos. La presencia de estos proyectos se hace contra de la voluntad de las comunidades, lo que genera conflicto y vulnera a los pobladores, en especial a las mujeres que tienen una conexión con la madre tierra.

La defensa de los bienes naturales está ligada a esa demanda de las campesinas por la justa distribución de la tierra. En Honduras unas 100 mil familias campesinas no tienen acceso a ese bien, lo que les imposibilita el derecho a la alimentación y la soberanía. La mayoría de esas familias son sostenidas por mujeres. Son ellas quienes tienen la responsabilidad de criar a los hijos, tener la comida en la mesa y trabajar la tierra, pero paradójicamente no son ellas quienes tienen los títulos de propiedad.

A pesar que la violencia que es la realidad cotidiana con la que conviven las mujeres, ellas le apuestan a la construcción de una sociedad justa, equitativa y en paz. Eso requiere repensar este modelo de muerte y miedo para darle paso a la justicia, solidaridades, alegrías y complicidades de una sociedad activa que defiende y reclama sus derechos.

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