lunes, 14 de abril de 2014
La Junta Militar y la gran transición
Rebelión
Por Luis E. Aguilar
En el año de 1973, durante el segundo periodo de gobierno del general Oswaldo López Arellano (1972-1975), en donde se da gran empuje a las políticas de reforma agraria debido parcialmente a la presión que resultaba del alto grado organizativo de las masas campesinas y otros factores, el país no solo estaba viviendo procesos de organización social campesina sino también de organización laboral obrera. Inspirados en la experiencia peruana y la Panamá de Torrijos, se daba forma a un gobierno interesado en organizar y promover la producción tanto agrícola como industrial. Si bien para el gobierno de López Arellano era circunstancial promover todas estas políticas, la Junta Militar reconocía la lucha de clases como un factor y creía en la actualización histórica del país, que ya para entonces reflejaba los peores índices de desarrollo en Centroamérica. Por otro lado, la población continuaba en aumento en las regiones montañosas en donde el acaparamiento de la tierra no había constituido un problema demasiado grande, pero a partir de entonces estas miles de nuevas familias de hondureños, ni estaban en condiciones de emigrar internacionalmente ni de ser absorbidos por las industrias y empresas fruteras de la costa norte, quedaban así como una gran masa campesina realmente urgida por trabajar la tierra para sobrevivir. El gobierno se pone como objetivo relocalizar en cooperativas de producción tecnificada a alrededor de 120,000 familias, en 1200 empresas cooperativas.Durante los primeros meses la Junta Militar remitió varios decretos que pretendían reconstruir la economía nacional, organizar jurídicamente la misma para el beneficio nacional. El primer día de 1974 en su calidad de jefe de Estado, Oswaldo López Arellano, da a conocer a la población el Plan Nacional de Desarrollo (PND) mismo que planteaba estructuras institucionales que implicaban grandes avances para la sociedad y usaba como premisa justificativa un estado de la situación de crisis de país que había que cambiar radicalmente. Longino Becerra (2005) reporta que López Arellano concibió el PND con un conjunto de políticas integrales como ser: agraria, forestal, industrial, minera, social y fiscal que tenían como objetivo directo “asegurar a toda la población un nivel de ingresos adecuado para la satisfacción de sus necesidades vitales (…) lograr una más equitativa distribución del ingreso y de los medios de producción; transformar la estructura productiva para diversificar y aumentar (...) la producción nacional; racionalizar la explotación de los recursos naturales para asegurar su perpetua y continua utilización (…) ensanchar y modernizar la industria nacional en forma que permita la transformación de nuestras materias primas exportables en productos terminados o semielaborados...” El gobierno militar se gana inmediatamente el apoyo de las masas populares, la FECESITLIH, la FESITRANH y la ANACH extienden comunicados públicos de apoyo al gobierno, la primera describe apoyar al gobierno “…sin reservas, porque está tratando de romper el marco anacrónico de una sociedad feudal en que las grandes mayorías no han tenido oportunidad de ejercer su derecho de autodeterminación…”. El anuncio del PND también provocó pocos días después una gran concentración popular en San Pedro Sula en donde se estiman asistieron no menos de 100,000 personas mayoritariamente campesinos y obreros, constituyendo una de los más grandes acontecimientos populares en la historia política hondureña. Aunque con desconfianza, las masas organizadas no tenían otra opción que apoyar a los militares, el proceso de organización popular había sufrido muchas derrotas y no estaba en sus mejores momentos por las propias divisiones políticas al interno de la izquierda. Se dan así, bajo cabildeo militar, “las paces” entre el Partido Comunista de Honduras y las dirigencias de las grandes federaciones y sindicatos en la costa norte, notablemente la FESITRANH y el SITRATERCO. Las organizaciones campesinas de gran beligerancia también constituían una fuerza poderosa y participan en el pacto. El error del movimiento popular hondureño en aquel entonces, como ha sido analizado en décadas subsiguientes, fue no haber discernido con claridad el momento en que tenía que romper con los militares y también no haber tanteado los deseos de las masas una vez trazado el camino hacia la “democracia” desde los militares a los civiles como explica Rigoberto Padilla Rush en sus memorias.
El fin del gobierno de López Arellano en 1975, y en alguna medida la caída de Juan Alberto Melgar Castro (1975-1978), da fin a una era en la historia nacional de desarrollo que, sin embargo, tuvo influencia durante todo el periodo de transición militar y que se extendió durante nueve años desde una junta militar progresista reformista hasta una junta animada por los sectores de la derecha ultraconservadora. El proceso de replanteamiento de los ejes principales del PND fue paulatino durante el periodo de Melgar Castro, y la reacomodación de poder que da entrada a las oligarquías marginadas de la política ocurre definitivamente durante la Junta de Gobierno que lidera Policarpo Paz (1979-1981). Mientras los mandos militares que conformaron el grupo de gobierno durante el periodo de López Arellano eran destituidos de sus cargos o pre-jubilados, los grupos de poder conservadores comenzaban a controlar los gobiernos militares ascendiendo particularmente hacia la elite la figura del lugarteniente de La Ceiba, el coronel Gustavo Álvarez Martínez, quien había ya tomado y reprimido militarmente la Cooperativa Isletas en 1978 y otras acciones obreras en años anteriores hasta llegar al puesto de comandancia nacional de las fuerzas de seguridad publica en 1980, y de las F.F.A.A. durante el gobierno de Suazo Córdova. Ello nos demuestra claramente el descontento reaccionario sobre la evolución de la organización de la producción y de la organización de la clase trabajadora; los primeros brotes de producción pre-socialista en Honduras ocurrieron en los años 70. Era el resultado de 100 años de desarrollo de las fuerzas capitalistas en sus fases anteriores antes de autodestruirlas y dar giro hacia el neoliberalismo. La interpretación que se debe observar no es simplemente en el marco político sino en el impacto que los acontecimientos históricos van a tener sobre el desarrollo de las fuerzas productivas nacionales en el nuevo modelo económico. Es necesario en ese contexto observar los grandes eventos que ocurren en la escena internacional para interpretar que es lo que está ocurriendo en Honduras y que, a su vez, responderá sobre todo a la evolución de los procesos políticos en la región centroamericana y en algunos centros de convulsión anti imperialista en África y Asia como se explica a continuación.
La Escena Internacional
En noviembre de 1973 el gobierno norteamericano decide desacoplar el valor del dólar con respecto a las reservas en oro, al tiempo que la primera gran crisis petrolera sacude fuertemente las economías hasta entonces rampantes de Europa occidental y Norteamérica; éstos, junto a la caída en picada de las fuerzas de producción en los países socialistas, constituyen dos de los grandes factores que influyeron en la diseminación del neoliberalismo en el tercer mundo, y en el primer mundo, de la institucionalización de la especulación financiera para promover el crecimiento. De alguna manera occidente reconoció que el desarrollo tal y como se conocía había llegado a un punto de desaceleración y había que usar otras herramientas para volver a arrancar o al menos mantener la hegemonía sobre el sistema, se transita entonces de un modelo keynesiano de consumo de masas y bienestar a un modelo liberal moderno en donde ciertos elementos del Estado de Bienestar se privatizan y liberalizan creando mayor distanciamiento entre las clases sociales. Por otro lado, el éxito del desarrollo tecnológico industrial del primer mundo con respecto al bloque socialista dio una ventaja relativa a los países capitalistas. Oriente y Occidente se encontraban sumergidos en una carrera que pretendía crear hegemonía en sus propias sociedades y áreas de influencia. Aunque los países socialistas lograron desarrollar impresionantes tecnologías en la producción aeroespacial, de maquinarias y en materia de transportes de masas errores aún desconocidos provocaron el estancamiento permanente en el valor total de le economía. Y a pesar que los avances de carácter social de los países socialistas eran muy superiores al de las sociedades capitalistas, los Estados Unidos, a través de la fuerza militar, y de una agresiva propaganda que se filtraba al interno de los países del tercer mundo y del mismo bloque soviético, lograron convencer al mundo que su sistema estaba ganando la guerra fría mucho antes de la implementación de la perestroika de Mijaíl Gorbachov (1985-1991). Lo que realmente interesa es distinguir que la caída simbólica del bloque del este europeo se reconoce en varios momentos de la década de 1970 cuando baja la productividad y se desploma el impresionante despegue económico que había tenido esa zona geográfica del mundo. Es desde ese momento en que las políticas socialistas en occidente son abolidas, o dejan de tener cierta hegemonía, y se pasa también a implementar los Ajustes Estructurales en el mundo con una base de consenso más sólida entre los capitalistas liberales cuyo debate se daba en oposición a los keynesianos. Para entonces, empiezan a sucumbir uno tras otro los regímenes cuasi-independientes en los países del sur que eran amigables a los países socialistas y no completamente subordinados a occidente. Se trata especialmente de la Indonesia de Soekarno/Hatta (1945-1967), la República Árabe Unida (actualmente Siria y Egipto) de Gamal Abdel Nasser (1956-1970), la Argelia de Ben Bella (1963-1965 – 1976- ) y las excolonias de lengua portuguesa de África, agrupadas en la Conferência das Organizações Nacionalistas das Colónias Portuguesas (CONCP).
Mientras las naciones árabes dan un giro neoliberal militarista, muy similar al de América Latina en los años 80, las de lengua portuguesa dan un giro socialdemócrata abandonando la ideología marxista-leninista al terminar la guerra fría en los 90. De una era revolucionaria en todo el mundo post-colonial del siglo XX, esas naciones pasaron a conformar una corriente de neoliberalismo “light” mientras en América Latina se aplicaba la corriente radical como en Chile y Colombia, y en general en todos los satélites neoliberales que se conocen hoy en día como Tailandia, Perú o América Central etc. Varios de esos satélites habían ya, o serían utilizados, como centros de operaciones militares ubicadas en zonas geográficas estratégicas a la vez que se usaban como experimentos económicos de corte liberal radical – Egipto, Tailandia, Honduras, Colombia – y han sido parte en el pasado o en la actualidad del grupo de países receptores de grandes presupuestos militares del gobierno norteamericano desde los cuales en algún momento se ha atacado militarmente a países vecinos en guerras declaradas y permanentemente en intervenciones no declaradas.
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Como se observa, después de las luchas de independencia en el contexto de la postguerra se levantó un gran espíritu libertario en gran parte de África y Asia que impedía el control completo de parte de occidente dando posibilidad de dialogo a la Unión Soviética y sus aliados, si bien un factor imposible en Latinoamérica exceptuando en México y Cuba, el balance de fuerzas política mundial no era unidireccional.
Todo cambia con la llegada de la unipolaridad. La elite hondureña termina de entregar los pocos elementos soberanos que poseía a través de la caída de una generación militar de corte nacionalista y circunstancialmente popular. Los países pro-soviéticos quedan aislados y la hegemonía estadounidense cae, aun con más fuerza, sobre América Latina. Estos eventos en la escena internacional se recrudecen en el contexto de América Central; la derrota de Somoza y los acontecimientos de la guerra en El Salvador, que tenían un alto grado de interacción dentro del territorio hondureño, aumentan las preocupaciones de los sectores conservadores y los radicaliza, además que les dota de una excusa histórica en su lucha contra el comunismo. Consideramos de utilidad analizar desde este contexto comparativo el nacimiento del neoliberalismo en nuestro país. Cabe resaltar también la coincidencia del surgimiento de una elite que se convierte rápidamente en oligarquía con los eventos políticos de gran envergadura a nivel mundial, notablemente la caída de las economías socialistas y la nueva política económica norteamericana, que es una política de Estado.
El contexto político pseudo-democratico abre el camino para la liberalización de la economía nacional, un factor determinante para controlar a los trabajadores que habían causado un sinnúmero de interrupciones huelguísticas a lo largo de la década anterior y habían alcanzado unos grados de organización tales que los facultaba para comenzar a experimentar en sistemas socialistas de producción. Se perciben aumentos cualitativos tanto en la organización como en la fuerza de trabajo; el sistema de poder infiere que el desarrollo de las fuerzas productivas de ese momento constituye una amenaza real para su hegemonía, y toma medidas radicales.
Pensamos que de estos elementos quizás el que más perturba el rumbo de por un lado la dominación local de clase, y por otro la dominación neocolonialista occidental, son las guerras revolucionarias que acontecen en Centroamérica y que provocan una intromisión más cercana por parte de los Estados Unidos. Este país ejerciendo una política abiertamente injerencista da rienda suelta a los extremistas más radicales para que apliquen su influencia entre los políticos y militares hondureños a cualquier precio.
Este desenlace es lógico, si observamos como los factores que provocan una intervención a nivel local más radical para controlar las guerrillas centroamericanas, coincide con la llegada de la democracia y la atomización de la sociedad. El paquete neoliberal no podía implementarse en dictadura a pesar que la experiencia chilena iba viento en popa. En Centroamérica, tenía que mostrarse que Honduras comenzaba su camino hacia la democracia y tenía progresos sociales manteniendo su sistema capitalista y sus buenas relaciones con EE.UU. sin objeciones al estilo tailandés, no el chileno. Por eso el gobierno norteamericano invierte sus mejores esfuerzos en las inversiones cooperativistas, la organización de gremios o sectores productivos para el consumo local o la exportación y otros emprendimientos que funcionaban bien de acuerdo a la lógica capitalista, contrario a lo que ocurre ahora en donde casi la totalidad de sus proyectos tienen como fin revertir el avance económico en pro de la profundización neoliberal.
El fácil inferir, que aunque el neoliberalismo sea ampliamente criticado, y aunque é ste aún se encuentre en un fase de crecimiento a nivel mundial en medio de auto correcciones propias del sistema, el clan de poder constituido actual no tiene una carta sobre la manga de corte económico que vaya a cambiar dramáticamente las cosas al modo de la gran transición que se dio en Honduras y en el mundo en los años 80.
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