martes, 29 de abril de 2014

Honduras, el segundo país latinoamericano que más personas expulsa a EE.UU



Por Rosa Morazán

Después de México, Honduras es el país latinoamericano que más personas expulsa a los Estados Unidos, cuyo censo oficial de 2010 indica que allá residen 633 mil catrachos.
El gobierno de Honduras señala que cada año 80 mil nacionales intentan llegar a EE. UU., pero sólo uno por ciento lo logra (unos 10 mil), y el resto, 70 mil, es deportado.

De 1990 a 2011, unos 842 mil hondureños abandonaron el país decididos a ingresar a EE. UU., pero en su paso por México fueron detenidos y devueltos a Honduras.


Vladimir López Recinos es autor del artículo “Desarrollo, migración y seguridad: El caso de la migración hondureña hacia Estados Unidos”, de la revista Migración y Desarrollo, de la Red Internacional de Migración y Desarrollo.

En la investigación aborda antecedentes y causales de la emigra­ción, importancia de la zona como ruta migratoria, riesgos y peligros que enfrentan los migrantes al desplazarse por esa región, integrando el tema al desarrollo desigual y la migración, los nuevos patrones y escenarios migratorios, que han estado presentándose y transformándose en el transcurso de los últimos años, especialmente con el devenir de un contexto político y económico capitalista neoliberal.

De la misma manera, analiza integralmente aspectos concernientes al incremento de los flujos migratorios, las rutas de tránsito y la vulnerabilidad que a diario enfrentan los migrantes a raíz del incremento de la violencia en distintos puntos fronterizos y en la ruta migratoria con destino hacia Estados Unidos.

Examina la migración de centroamericanos en tránsito por México hacia EE. UU., particularmente el caso de los hondureños indocumentados que se desplazan por el noreste (Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas).

Emigración explosiva

El informe señala que en Honduras, la población cada vez más está emigrando a Norteamé­rica: desde 1960 registra un aumento de menor escala, pero a partir de 1990 la emigración se tornó explosiva y de carácter compulsivo.

A diferencia de las primeras migraciones de hondureños a EE. UU. en el primer cuarto del siglo XX, el actual desplazamiento es un fenómeno más complejo y multifacético.

Agrega que en el contexto global neoliberal, puede conceptualizarse como una migración compulsiva y forzada, hasta convertirse en un largo proceso que afecta a los trabajadores migrantes y sus familiares, pero simultáneamente tiene elevados costos y consecuencias para los países de origen, tránsito y destino final.


Un aspecto que ha tomado mayor relevancia es el recrudecimiento de la violencia y los peligros en las rutas de tránsito y cruce fronterizo. Esa espi­ral descontrolada ya no sólo afecta a hondureños y centroamericanos, tam­bién a decenas de mexicanos que todos los días confluyen con rumbo al Norte.

Las políticas migratorias restrictivas y de seguridad han repercutido en la dinámica migratoria y transformado, cada vez más, el corredor migra­torio Centroamérica-México-Estados Unidos en uno de los más inseguros, violentos y anárquicos del mundo, escenario que fue advertido y no atendido oportunamente.

La ruta a Tijuana y ciudades circundantes, Mexicali y Tecate, era una de las más transitadas, pero a partir de 2000 los flujos migratorios cambian la trayectoria, pues el paso por el desierto de Sonora, una de las zonas más peligrosas en ese entonces, incrementaba las muertes.

Los migran­tes, guías y coyotes dan un viraje hacia el noreste de México (Nuevo León, Coahuila y Tamaulipas), debido a que representa una distancia más accesi­ble para quienes vienen del Sur y pretenden eludir el peligroso desierto o la lejana Tijuana.

Alcanzar una democracia moderna al igual que un desarrollo estable ha sido el ideal de casi todas las repúblicas latinoamericanas desde su nacimiento a principios del siglo XIX, un fin que tarda mucho en hacerse una realidad. Es difícil generalizar sobre todos los países, pero en Honduras varios factores contribuyeron a su historia política turbulenta e incipiente desarrollo en comparación con otras naciones de la región.

Economía

Sostiene que la dependencia económica y subordinación política a EE. UU. ha impedido a Honduras alcanzar un desarrollo sostenible con sólidas bases democráticas y sumado a esto la enorme acumulación de riqueza y poder político en pequeñas élites no han permitido construir un modelo de desarrollo nacional equitativo e incluyente.

Asimismo, la inseguridad y vulnerabilidad tampoco han contribuido a la estabilidad social. Para los gobiernos resulta difícil mantener el orden en tiempos de crisis.

Existen fundamentos que dejan claro cómo se han venido desarrollando las relaciones políticas y económicas entre Honduras y Estados Unidos desde el siglo XIX a la fecha, y éstas no han sido las más idóneas y convenientes, pues desde aquel tiempo se vislumbra una fuerte relación de explotación, intervencionismo político y militar, y subordinación y dependencia.

Actualmente, esas relaciones continúan dándose casi de igual forma, a pesar de que están basadas en un Acuerdo de Libre Comercio que hace socios comerciales a ambos países: existe un intercambio desigual tanto en lo económico como en lo laboral, especialmente con la compulsiva emigración de hondureños.


En el período 1920-1950, Honduras se caracterizó por ser un enclave bananero y 1950-1970 siguió con la tendencia regional a surtir las importaciones de bienes de consumo básico (ropa, calzado, etcétera) y de integrarse a un mercado regional.

El éxito de esas políticas se vio mermado por la falta de inversión en sectores más intensivos en capital y con ello la dependencia al extranjero en el caso de la sustitución de importa­ciones, y por los conflictos de intereses en el caso de la integración.

Durante la década de 1980 la economía hondureña estuvo sostenida por una demanda cautiva de bienes de consumo de los países vecinos que afron­taban conflictos guerrilleros internos, asimismo de tropas extranjeras en su territorio por las que recibió apoyo económico y militar.

Sin embargo, al llegar un periodo de paz, como en la fábula de la «Liebre y la tortuga», dice el investigador, Hon­duras se enfrentó a la realidad: una industria obsoleta y una pobre demanda interna; por tanto tuvieron que buscarse opciones para el crecimiento.

La inserción de una economía pequeña, como la hondureña, en el mercado de comercio global, conlleva a una integración desigual donde los países con desventaja tecnológica ofrecen bienes en los que ellos intentan ser más competitivos internacionalmente: mano de obra productiva y barata y recursos naturales.

La asimetría corresponde al bajo nivel de desarrollo productivo y laboral del país, pero también influyen factores político, social y ambiental, áreas con pocos avances y reformas sustanciales.

En los últimos años el país ha sido afectado por desastres naturales, como el paso del huracán Mitch (2008), que colapsó gran parte de la infraestruc­tura y economía Tampoco puede obviarse el modelo de política económica, basado en la gestión neoliberal de la inversión extranjera directa, que no ha generado desarrollo.

Estudiosos de la economía del desarrollo estiman que con ese tipo de políticas las naciones sólo reciben un modesto estímulo que no es el principal motor de desarrollo, pues éste depende del papel del sector público y privado.

Remesas y hondureños expulsados


Una variante nueva es que gran parte de la economía hondureña depende de las remesas que mes con mes envían los trabajadores migrantes que resi­den, principalmente, en EE. UU.

El país depende, cada vez más, de un incipiente aparato productivo y de las divisas que le reporta la mano de obra barata expulsada, estos recursos contribuyen a mantener los índices macroeconómicos y también a amortiguar la pobreza.

El investigador sostiene que el modelo económico está reproduciendo exclusión y pobreza, pero paradójicamente es sostenido por los mismos pobres que emi­gran y tras extensas jornadas de trabajo envían dinero al país.

Estas con­diciones generan un Estado débil que pretende, no obstante, insertarse en el nuevo orden económico mundial mediante el ofrecimiento directo o indi­recto de «mano de obra productiva y a precios competitivos».

Los migrantes, que aportan a la economía hondureña más de $2,000 millones anuales, según cálcu­los del Banco Central de Honduras, llegan a alcanzar en unos años entre el 15 y 19% del PIB.

Búsqueda de oportunidades

Siendo un país productor de bienes con bajo valor agregado y, recientemente mercader o expulsor de mano de obra barata, Honduras ha tenido que enfrentar las disparidades económicas, sociales y tecnológicas del sistema mundial.


En el siglo XXI persisten grandes desigualdades entre naciones ricas y pobres. Esas brechas están ampliándose en vez de reducirse.

En un polo, están los países que tienen mejores niveles de vida, educación, salud, cultura, mejores salarios, acceso a la tecnología, mejores proyectos de desarrollo, seguridad y bienestar.

En el otro polo, se ubican países con inseguridad, pobreza, falta de oportunidades, bajos salarios, desempleo, recesión económica, limitantes de desarrollo, autoridades represoras, malos políticos, gobiernos corruptos y contingencias naturales desfavorables.

La dinámica desequilibrada entre naciones crea polos de atracción y expulsión, asimismo contribuye a un mayor movimiento forzado de personas desde los países menos desarrollados hacia los más desarrollados.

A menudo los migrantes procedentes de las regiones más pobres del planeta son considerados como una amenaza o un mal disfuncional de la sociedad), pero paradójicamente son producto de la de­nominada «globalización neoliberal» o el llamado «imperia­lismo del siglo XXI» y están buscando a donde irse. Esto no está desconectado de la compulsiva migración hondureña a Estados Unidos.

Primeras migraciones

Agrega que las primeras migraciones de hon­dureños a Estados Unidos tienen su origen en el primer cuarto del siglo XX (1901-1925) y que de ser un flujo exiguo pasó a convertirse en uno cada vez más constante y estable.

En las últimas dos décadas (1990-2010), Honduras presenta un incremento acelerado en la salida de una parte de su población. La mayoría del flujo es con destino a Estados Unidos, pero también a otros países cercanos y más distantes, entre los cuales figuran Canadá, México, España, Italia, El Salvador y Guatemala.


En el caso de esos dos últi­mos países, la migración internacional resulta ser muy significativa, por el hecho de que los escenarios migratorios han ido cambiando, ya que en déca­das pasadas la migración fue a la inversa, salvadoreños y guatemaltecos emigraban a territorio hondureño.

En la actualidad se registra una evolución en los patrones tradicionales de la migra­ción. El movimiento ya no sólo es específicamente hacia el Norte, hoy bien puede haber algunas migraciones del Sur al Sur o del Centro al Centro, de acuerdo a como vayan configurándose los polos de desarrollo y subdesarro­llo entre las naciones y regiones.­

Después de México, Honduras es ahora el segundo país latinoamericano que más personas expulsa a Estados Unidos.

La emigración de los hondure­ños había sido un fenómeno continuo y en menor escala, pero es a partir de 1990 cuando empieza a incrementarse.

Algunos datos

En 1960 se estimaba que sólo había unos 6,503 hondureños residiendo en aquel país, una cifra no tan significativa, apenas 0.3% del total de la población de Honduras que en ese año era de 1’884,765 de habitantes..

En 1970 se estimaban 19,118 hondureños en territorio estadounidense; en 1980, eran 39,154 y en 1990, alcanzaban 108,923.

El censo de Estados Unidos de 2010 reporta que en ese país residen 633 mil hondureños y al restar los 108, 923 hondureños del censo de 1990, indica que en 20 años hubo un incremento de 524,077, es decir, aumentó 159%.

En un principio, fuentes oficiales hondureñas decían que fuera del país vivían unos 934 mil hondureños, de los cuales estimaban que 805 mil radicaban en Estados Unidos, de ellos 460 mil con residencia; 85 mil favorecidos por el Estatus de Protección Temporal y 260 mil eran indocumentados.

Según el gobierno, cada año 80 mil hondure­ños intentan llegar a EE. UU., pero sólo 1% alcanza su objetivo, es decir, unos 10 mil; el resto, unos 70 mil, son deportados.


El gobierno hondureño estima que hay 32 mil hondureños en Europa; 15 mil en España; 10 mil en Italia y 7 mil en otros países europeos no precisados.

Estiman que en Centroamérica hay unos 52 mil hondureños, de los cuales 15 mil están en El Salvador, 14 mil en Guatemala, 8 mil en Nicaragua, 7 mil en Belice, 6 mil en Costa Rica y 2 mil en Panamá.

Asimismo, 30 mil hondureños en Canadá y unos 15 mil en México.

En cuanto a los hondureños en EE. UU. a partir de 2005, el gobierno cambió las cifras que venía manejando y ahora asegura que son un millón de hondureños, pero no se aclara cómo llegaron y en qué parte de Estados Unidos residen esos nuevos 195 mil hondureños. La cifra de 1 millón se ha vuelto oficial.

Por otra parte, existe información que de alguna manera deja al descu­bierto cómo ha venido creciendo la migración hondureña indocumentada en tránsito por México hacia Estados Unidos en los últimos años. Parte de esa realidad puede medirse con cifras de los indocumentados, detenidos y depor­tados por las autoridades migratorias.

Actualmente son casi inexistentes las fuentes estadísticas precisas sobre la migración indocumentada.

Cifras en EE. UU. y México

Los reportes oficiales del Instituto Nacional de Migración (INM) revelan que el tránsito de indocumentados hondureños con destino a EE. UU. presenta un aumento considerable desde 1990 hasta 2011.

Una sumato­ria de esos 22 años, sin contar los hondureños indocumentados que logran ingresar a Estados Unidos y los que semanalmente son deportados vía aérea desde ese país, establece de forma preliminar que más de medio millón de hondureños (841,882) abandonaron el país para tratar de llegar a EE. UU, pero en su paso por México fueron detenidos y expulsados.

Una correlación de cifras correspondientes a 20 años (1990-2010) con ciertos acontecimientos económicos, políticos y sociales del país, durante distintos períodos de gobierno, conduce a inferir que el éxodo de hondureños a EE. UU. empieza a incrementarse en el gobierno de Rafael Leonardo Callejas (1990-1993) que se caracterizó, en gran medida, por los programas de ajuste estructural a la economía y un ambiente de inseguridad.

Luego continuó en ascenso durante la administración de Carlos Roberto Reina (1994-1997) que mantuvo el mismo modelo económico neoliberal, quizá un poco más moderado, pero con problemas como la crisis energética que afectó tanto a la población como a la pequeña y media industria, además de un enrarecimiento del clima político debido a un fortalecimiento de la sociedad civil y el debilitamiento de los militares.

Un repunte en la emigración es notable a partir de 1998, cuando ocurrió la devastación provocada por el huracán Mitch. Las consecuencias subsiguientes generadas por la catástrofe, al final dio como resultado un alza de los índices de pobreza y desempleo.

En los gobiernos de Ricardo Rodolfo Maduro Joest (2002- 2005), José Manuel Zela­ya Rosales y Roberto Micheletti Bain (2006-2009), con el incremento desme­dido de la miseria, la desocupación, la criminalidad, la recesión económica y la crisis política, se generó una ruptura del orden constitucional y un golpe de Estado cívico-militar, cuando más ha crecido el número de hondureños indocumentados detenidos y deportados del territorio mexicano por las autoridades migratorias de ese país.

Ese mismo escenario, casi idéntico, continuó en el gobierno de Porfirio Lobo Sosa, ya que la crítica situación económica, social y política se recrudece cada día más e igual está ocurriendo con las causales de la emigración es muy probable que siga así en los próximos años.


El punto de quiebre y a la vez de explo­sión de la emigración hondureña hacia Estados Unidos surge precisamente con el advenimiento del modelo neoliberal que se ha caracterizado por el acompañamiento de programas de ajuste estructural a la economía y el des­mantelamiento de subsidios y prestaciones sociales entre otros beneficios para la población, lo cual ha incrementado la brecha de pobreza extrema.

Los anteriores factores económicos, políticos, sociales y climáticos extremos, señalados durante los distintos períodos de gobierno sugieren que la emigración hondureña a EE. UU. tiene un carácter multifacético

iernos de Ricardo Rodolfo Maduro Joest (2002- 2005), José Manuel Zela­ya Rosales y Roberto Micheletti Bain (2006-2009), con el incremento desme­dido de la miseria, la desocupación, la criminalidad, la recesión económica y la crisis política, se generó una ruptura del orden constitucional y un golpe de Estado cívico-militar, cuando más ha crecido el número de hondureños indocumentados detenidos y deportados del territorio mexicano por las autoridades migratorias de ese país.

Ese mismo escenario, casi idéntico, continuó en el gobierno de Porfirio Lobo Sosa, ya que la crítica situación económica, social y política se recrudece cada día más e igual está ocurriendo con las causales de la emigración es muy probable que continúe así en los próximos años.

El punto de quiebre y a la vez de explo­sión de la emigración hondureña hacia Estados Unidos surge precisamente con el advenimiento del modelo neoliberal que se ha caracterizado por el acompañamiento de programas de ajuste estructural a la economía y el des­mantelamiento de subsidios y prestaciones sociales entre otros beneficios para la población, lo cual ha incrementado la brecha de pobreza extrema.

Los anteriores factores económicos, políticos, sociales y climáticos extremos, señalados durante los distintos períodos de gobierno sugieren que la emigración hondureña a EE. UU. tiene un carácter multifacético. 

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