lunes, 21 de abril de 2014

Un sistema inestable


Rebelión

Por Felipe Cuevas

Que el capitalismo en su historia presentó una serie de antagonismos sociales, contradicciones de todo género, problemáticas críticas y encrucijadas de primer orden, es una condición llena de punzantes verdades irrumpiendo todo nuestro espacio. Las realidades del capitalismo hoy construido firmemente en sus ejes imperialistas, a su vez renovados y ampliados paso a paso, conllevan a la certeza de que el sistema entra en un proceso de inestabilidad general. En efecto, a pesar de tantos tejemanejes de lo más sofisticados a modo de velar el carácter del sistema de dominación, el capitalismo en su fase imperialista lleva una larga marcha, concisamente sin ser exhaustivos se remonta desde el primer monopolismo en la industria y la banca, y la exportación de mercancías a los capitalismos de Estado, las guerras imperialistas, el orden mundial USA-ONU, la exportación de capitales con su internacionalización, el tiempo de los grandes bloques regionales, el neoliberalismo y la llamada globalización marcados por la extraterritorialidad del capital sus nuevos espacios y dimensiones. 
En su devenir se despertaron todas sus lacras sociales, se acrecientan sus peores consecuencias de sobra demostradas día tras día, pese a la conveniente pérdida de memoria histórica de las fuerzas que lo comandan. De acuerdo con los hechos más duros del capitalismo actual se recrudecen sus problemas más comunes y vulneran las condiciones indispensables a la vida social humana tales como la pérdida de garantías para satisfacer las necesidades elementales, inseguridad, violencia, ausencia de perspectiva social, pérdida de derechos elementales, pauperización de las mayorías, carestía de la vida, por subrayar algunas.

Las crisis económicas, crisis estructurales, crisis general y las crisis funcionales –siendo abiertos a esta multiplicidad de conceptos, a la vez que nos centramos en sus definiciones concretas– cada cual en su justo valor, invaden e inoculan de dificultades la historia presente, al hacerlo ponen su sello al desequilibrio del sistema, no obstante como las oligarquías no ceden terreno en torno a sus ofensivas en general, la energía del rechazo es contenida ilimitadamente retardando el estallido social. Los resortes son comprimidos al extremo, hasta que no exista más espacio de contención y se cree un disparo certero en contra del sistema por parte de las fuerzas populares, la cuestión es, que mientras todo ello llegue a tener lugar, lo que cambia es el acumulado de agravantes rompiendo con las preexistentes condiciones de recuperación, cierto, debemos comenzar a explicarnos.

El capitalismo imperialista, sembrador universal de desigualdades por naturaleza, no tiene salidas a su inestabilidad, lo que es peor, sus élites político-económicas conducidas por los esquemas del capital financiero monopolista, codiciosamente se proponen dirigir la inestabilidad del sistema a degradar las condiciones de vida de las grandes mayorías, a caotizar los países pobres, a desmantelar los estados nacionales neocoloniales, desmantelar las secuelas keynesianas, los reductos del estado de bienestar y las legislaciones precedentes, reduciendo los estados y democracia a las exclusivas demandas del mercado, así también a arrebatar recursos naturales y humanos, a dirigir las economías a través de sus grandes metrópolis para canalizar las ganancias, a corromper o derribar gobiernos y pueblos que se resisten, y a despojarnos de toda dignidad humana. He ahí donde la otra realidad irrumpe, sus modelos y planes fracasan unos tras otros en lo fundamental porque el hecho es que el mundo va apegándose de firmes a esta terrible situación, el sistema empeora sus males, la tendencia está creada, no los soluciona ni atenúa, porque hacerlo va contra sus principios y sus bases, que se sintetizan en que la construcción de sí mismo tiene en su centro la producción de plusvalía por encima y en contra de los intereses y voluntades de quienes trabajamos o pertenecemos a los sectores populares, todo lo que teje en la sociedad y la naturaleza debe pasar por este cuadrante parasitario.

A pesar de esto, las clases opresoras se juegan el todo por el todo, en su desesperada ambición de más y más riquezas tienen a bien arrastrar al mundo a una espiral de cólera, como queda establecido, llevadas de la mano de condiciones obligatorias a su modo de vida, desdibujando muchos de sus viejos postulados e institucionalidades para dar paso irrestricto al burdo apetito de dominación infinita, al proceso de individualización de nuestro ser social [i], a la fijación de los parámetros burgueses y pequeñoburgueses, al igual que a la mercantilización de nuestra condición humana. Corriendo a la par de los grandes problemas económicos mundiales, de la feroz competencia inter-imperialista por las ventajas acumulativas y centralizadoras que representan colocarse al frente del sistema mundial, salta a la vista el retorno y recrudecimiento del militarismo, así como la amenaza de guerras de gran magnitud, pero muy sintomáticamente del fascismo en todas sus expresiones y desarrollos para hinchar sus acciones y precauciones, dentro y fuera del poder, con o sin bases de respaldo, apropiándose de cuanto irracionalismo y prejuicios le puedan servir, arrastrando a cuantos elementos desclasados, probadores de fortuna y alienados puedan haber.

El fascismo se refuerza como terrorismo orientado de los grandes estados para plagar sus aparatos, para organizar el asalto del poder desde la extrema derecha en todas las latitudes, para conquistar fidelidad, organizar y movilizar a sectores adeptos y hacer contrapeso a las luchas populares, para sembrar miedo, zozobra y parálisis social frente a las elevadas exigencias del capital internacional. Bien cabe el momento de observar sus hechos recuperando al paso algunas lecturas al respecto como lo son las acusaciones de Jorge Dimitrov y Luis Navarrete, entre otras formulaciones.

Los monopolios internacionales y el capital financiero mundial bajo todos sus grandes grupos tienen la batuta de esta inestabilidad del sistema y la vorágine que tome, particularmente estos conjuntos, en sus principales estados imperialistas actuando por intereses engañosos maquillados de “bien común”; son responsables con nombres y apellidos, de las precarias situaciones de los países y sus economías. Basta tomar algunas firmas para ubicar sus chantajes, golpes de estado, daños a la naturaleza, despojo de tierras, superexplotación, violación de legislaciones, asesinatos, guerras por recursos estratégicos y más. En un momento la inestabilidad fue avivada con la creación del caos que corre a cuenta directa de las ambiciones de poder político-económico, de los apetitos hegemónicos, de las amenazas guerreristas, de las chapucerías diplomáticas, de los objetivos antisociales y la descomposición de los fundamentos desarrollistas y progresistas. Lo que parecía la gran época de acumulación por despojo y por creación de nueva riqueza pronto se convirtió en un lugar sin alternativas para la reproducción que reclaman las magnitudes del capital creado a escala mundial.

Otro punto importante que conduce a la inestabilidad de actual orden mundial viene de las características y condiciones creadas por la hegemonía norteamericana. El gran hegemón que representa la arcaica superpotencia imperialista yanqui, arcaica en cuanto que su desfachatez y medios tradicionales de hacerse imponer quedan al desnudo además de que resultan oprobiosos para todo progreso civilizatorio hacia la libertad, en fin, esta misma superpotencia que pretende regirnos por sus raceros nacionales, es indiscutiblemente la cabeza principal de las nuevas amenazas que se ciernen sobre nuestro único mundo.

Los gringos proyectan la escalada de su avidez, no tienen más forma de hacerlo que no sea el ejercicio de la máxima presión y agresiones para que en algún momento por la fuerza acostumbrada, caigan nuestras banderas, se quiebren nuestras resistencias y seguir avanzando palmo a palmo en una ensoñación romana. Cualquier otro hegemón haría lo mismo en las condiciones de éste, está en sus genes, responde a la inmensa base de recursos privados y poderes forjados en su entorno y su arquitectura hecha para succionar las riquezas del globo, cuestión que tiene vueltas locas a sus elites gobernantes en la ilusión de mantenerla en los nuevos planos, negándose a cualquier otra perspectiva en detrimento de lo que cree su derecho perpetuo. [ii]

Si bien es cierto, su política queda al desnudo aún por cuanto dirige-extorsiona a otros estados o burguesías a que encabecen y sufraguen sus aventuras junto con los costos de manutención hegemónica, otro tanto es que dirige una línea más descarada abocada a presentar sus planes geoestratégicos a sectores susceptibles de aceptarlos sin protestar; le resulta fácil comprar a unos cuantos sectores, lo difícil va a ser que reciban los beneficios esperados, pero tratándose del contagio fascista, la irracionalidad toca a sus mentes, el discurso imperialista tiene sus propias vías de incubación aportando más leña al fuego. Sus llamados, sus prácticas y actitudes, a más de la evidente amenaza desprendida de su constitución como estado económico-militar; objetivamente hacen al imperialismo yanqui la fuente de agresiones y amenaza a la seguridad mundial para la vida de los pueblos. Una cuestión tan percibida así que desde comienzos de este siglo efectivamente encuestas internacionales como la recientemente llevada a cabo por la consultora WIN/Gallup International indican que a nivel mundial segmentos de población aseveran que los peligros de guerra y crisis provienen de estados Unidos. El escalamiento de la hegemonía norteamericana es una gran amenaza para la paz y las condiciones de existencia de nuestras sociedades, fuente directa de inestabilidad para el sistema en un momento en que busca resarcir sus pérdidas económicas y de su rol mundial, sin embargo es sólo en estas dimensiones en que pueden moverse las potencias capitalistas de pugnas por la hegemonía.

Si antes Estados Unidos pudo actuar sin descanso encubriendo o en todo caso contrarrestando sus afrentas sin demasiadas complicaciones (excepción de Vietnam), permitiéndose dejar espacio para otros intereses afines o conexos, hoy es claro que la conquista de sus objetivos va en sentido opuesto a las necesidades de nuestros pueblos, enfrenta la resistencia de competidores en ascenso y le exige cambiar más cosas de las que tiene previstas para en cualquier caso asegurarse el terreno a la dominación del siglo XXI. Sus disputas trastornan continuamente la frágil línea de la paz para el propio capitalismo, desde que se percató de su declive, haciendo de todo para contrarrestarlo, más bien consigue acelerarlo saliendo con las tablas en la cabeza, no puede explicarse ni mucho menos resolver los códigos de este fenómeno. De esta suerte, tiene sujeto de una cadena al imperialismo europeo a quien ya no promete ni complace con épocas de crecimiento, asedia a dos colosos como son China y Rusia, en su imaginería de control del espacio euroasiático reciclando esquemas de provocación para sacar a estos dos de sus dinámicas, golpearlos y usarlos de “amenaza inminente” contra sus aliados.

Últimamente se ha puesto a rugir en la cueva del oso ruso y pretendía que éste no le respondiera golpeándole y posicionándose en espera de un próximo ataque, apenas cabe de su asombro de que en el espacio de un año en tres ocasiones de ofensivas estratégicas les obliguen a salir mal parado de sus andanzas (Corea del Norte, Siria, Ucrania). Pero tanto su sistema de dominación, como el de sus aliados y rivales, les lleva a presionar por sus privilegios y enfoques exclusivamente empresariales sin mediar sus viejas éticas o pensamientos, lo que contribuye a trastocar definitivamente su mundo burgués. Si bien es capaz de generar alianzas y captar a lo peor de las maleficencias, el hecho es que debe pagar cada vez más, no es fácil encontrar quienes hagan la guerra por ellos sin una buena paga, y todo hay que recargarlo al presupuesto de guerra, peor aún, hay que arrastrar con las secuelas de cada intervención, y las ganancias por muy superiores que sean, no siempre bastan para recuperar credibilidad, capacidad de consenso y de maniobra, cosas muy preciadas en la compleja red de relaciones imperialistas.

Estados Unidos lleva al mundo a un callejón sin salida, perdedor en la competencia industrial y comercial, sus elites tienden a las soluciones militares para reposicionarse por la vía de la amenaza, despliega sus armas pasando a ocupar el puesto de la Alemania nazi. Como muchos de estos conflictos no encuentran solución, tomando en cuenta las guerras de medio oriente estancadas, los territorios no del todo controlados por sus petroleras y financistas, y el mundo dibujado como escenario de confrontación; una nueva e inevitable política consiste evidentemente en sembrar el caos, mantenerlo el mayor tiempo posible aparentemente para “retardar” los efectos de las acciones imperialistas y mantener bajo caución determinados territorios, es decir, para hundir las economías, dejándolas en primer plano como escenarios de saqueo, al margen de la competencia de otros aspirantes, anulando relaciones comerciales con ellos y disponiendo de los ciclos internos para que sean estrictamente complementarios del ciclo económico norteamericano como en otros tiempos lo fue el colonialismo y como suele ocurrir con el neocolonialismo, pero sin sujeciones a legislaciones y otras restricciones posibles.

Se abre un proceso de guerra que ya no excluye ninguna de sus formas clásicas (fría, caliente, política, diplomática, económica, violenta), todas las relaciones sociales son perturbadas en sus cimientos bajo el supuesto de la eficiencia del sistema, en eso se van los viejos sueños con que el capital nos manipuló quedando por encima de todo la mentira y el chantaje contra las masas populares a fin de atarles a esta escalada.

Algunas de sus alternativas “sistémicas” condensadas en la globalización, el imperio norteamericano, el gobierno mundial y el mundo multipolar no resisten la prueba de sus propios preceptos potenciadores de la explotación y el control social mundial. La ingeniería sistémica pretende que con recrear medidas e instrumentos capitalistas es suficiente para superar lo que considera escoyos en el camino de la acumulación de capital logrando menguar sus contradicciones y problemáticas, sin importar cuánto siga creciendo la cuenta de agravios, de tensiones en el funcionamiento del capitalismo y la de los antagonismos sociales.

El más grande de los problemas en todo esto es que siempre se replantea la hegemonía de las clases opresoras con distintas cartas, dejando intactos los esquemas del monopolio, de la acumulación de capital, la explotación del trabajo asalariado, la agudización del conflicto social, el mercantilismo y expansionismo entre muchos más. No existe en ellos la más remota posición de revolución total del espacio social humano, sólo alteraciones en el manejo de las relaciones de dominación, la construcción superlativa de la sociedad agonal (conflictiva y antagónica), no obstante reflejan aspectos importantísimos sobre el estado de desgaste del actual orden mundial y de los antagonismos internos entre la burguesía, así como las ofertas políticas, de donde lo más significativo resulta la incidencia de la lucha revolucionaria de los pueblos para alterar la balanza. Por lo demás se refleja la falta de objetividad entre las clases gobernantes con respecto a las propias prioridades para “salvar” su sistema, asunto unilateral que logra registrar como visión única de su predominio ideológico.

Conviene desbrozar el ámbito de dicho proceso de inestabilidad del modo de producción capitalista, su formación actual y todo el sistema concebido a sus fines, así resaltaríamos lo siguiente:

1. La sobreacumulación de capital y sus exigencias corta todo proceso de amplio desarrollo económico. Recrea en primer plano las formas superiores de explotación confinando a la dependencia a sus congéneres menores. Restringe las perspectivas económicas a las condiciones de mercado y competencia. Exige una redistribución de ganancias antes que el despliegue máximo de sus fuerzas. Paraliza las inmensas fuerzas productivas e incrementa sus fuerzas improductivas recargándose sobre las primeras. Sustancialmente las exigencias despóticas de acumulación financiera deterioran la recuperación de la buena marcha en el ciclo económico. [iii]

2. La fractura occidente-oriente en torno al crecimiento del segundo y las presiones del primero, refuerza los escenarios de conflictividad entre diversos grupos de poder. El incremento de la competencia y desarrollo desigual de las potencias exacerba la lucha por la hegemonía global. La hegemonía global no alcanza a replantearse los esquemas de funcionamiento para las magnitudes del ciclo de reproducción mundial del capital entrelazado con sus dominios imperiales. La creación de los centros financieros, complejos industriales y grandes mercados en lucha refuerza el conflicto entre los intereses capitalistas de espacio y territorio frente al apetito de control global geoestratégico por alguna superpotencia. La perspectiva de devastar toda la economía capitalista apuntala los imperativos de reconfiguración de la dominación. Las amenazas de desplazamiento entre potencias y bloques regionales ante las crudas inercias económicas, lleva a todos los estados y potencias a acicatear sus acciones y políticas a manera de salir airosos o lo menos perjudicados en el esquema actual de internacionalización de capital inaugurándose una crisis de hegemonía dentro del esquema imperialista.

3. El fuego cruzado de las posiciones burguesas para imponerse sus políticas extremadamente elitistas y minoritarias impide soluciones viables a problemas que traspasan fronteras y requieren medidas de ruptura con el estatus creado. El juego de relaciones de poder, el burocratismo y las diferencias inter-burguesas desgastan en el mejor de los casos sus posiciones a la vez que refuerzan su accionar oligárquico. Por si ello no fuera poco, tal como se ha indicado, asimilándose al entorno, los imperialistas no se detienen en sus escaladas de agresión, promueven la desestabilización política, económica y social de los países para reventarlos e imponerles nuevas tiranías.

4. La descomposición social del sistema aludida tantas veces que invoca el germen de la conducta burgués depredadora a todos los espacios de la vida, incrementa la carga de problemáticas sin solución con las que debe lidiar la existencia. De estas destacan el terrorismo organizado, el narcotráfico, otras formas de crimen organizado, proliferación de inseguridad y violencia en las sociedades, división y conflicto social en bastos escenarios. La alteración o degradación de valores éticos y culturales por el choque con la civilización burguesa también limita los paliativos tradicionales de las políticas públicas de los estados, a más de la corrupción en que estos sobreviven en sus instituciones y líneas.

5. Entre las consecuencias de la última gran crisis se presenta la inestabilidad en la continuación del ciclo económico capitalista, aletargándose el estancamiento y las amenazas de retroceso a la crisis en vista de que no hay solución satisfactoria al desarrollo de las fuerzas productivas colisionadas con las relaciones sociales gran burguesas. Situación que incrementa la incertidumbre respecto del trabajo, sus condiciones y la destrucción de sus legislaciones, las políticas tecnocráticas, las grandes migraciones y la conjugación de todas las formas de redoblar la explotación.

6. En medio de la tendencia a extremar la división social, las condiciones fundamentales del ser social ubican otras razones y posibilidades de recuperar e incluso elevar su perspectiva social colectiva, lo cual llevará en su realización otro punto de desestabilización revolucionaria del sistema que introduce su condición terminal. La proyección de la lucha de clases a escala internacional con un proletariado creciente, amplios sectores populares enfrentados al capitalismo y las posibilidades de cohesionar las principales fuerzas del pueblo replantea la ubicación del proceso de desestabilización capitalista. Las amplias exigencias de las mayorías subrayan la importancia de trazar a mayor escala y profundidad los objetivos revolucionarios y de la sociedad de transición a la libertad plena. La cuestión concretamente del socialismo presiona a que este proceso se explaye para encontrar soluciones transformadoras venidas desde el terreno popular, revolucionario y proletario.

La aplaudida solidez del sistema en sus inexorables leyes produce mayores repercusiones por cuanto no se disipan sus efectos sino que se acrecientan los sus acciones y consecuencias. Las soluciones que la burguesía tiene en su agenda, además de inconvenientes al desenvolvimiento económico general, pretenden construir plataformas de mayor escalada en la explotación y la dominación, tómese de muestra las terapias de shock y sus reclamos a los pueblos.

En consecuencia tenemos un cuadro general además de inestable, en crisis, en descomposición y en franco deterioro, impedido de recuperarse, empujado al caos, perdiendo condiciones para el autocontrol. Este proceso conduce un tipo especial de autodestrucción por recrear nuevas condiciones para sus bases esenciales de acuerdo con el alto grado de acumulación de capital en que no se tiene intenciones de una reforma profunda a sus mecanismos neoliberales. De seguir en su lógica y en el poder, la burguesía imperialista extremará las de por sí difíciles condiciones para la vida y la sociedad bajo los pilares de la propiedad privada.

La proyección burguesa no considera el desarrollo de la lucha de clases por otras vías no capitalistas, pero resulta evidente que la inestabilidad del sistema pone bajo tensión las fuerzas revolucionarias y democráticas de nuestros pueblos. Aun cuando varían enormemente las condiciones para los procesos de lucha, cobran relevancia los planteamientos socialistas por despejar el escenario, y mucha más tratándose de replantearse amplias líneas de transición a una sociedad libre y estable en sus proyecciones armónicas de los intereses colectivos. Si de una parte la inestabilidad capitalista dificulta el desenvolvimiento natural de la lucha de clases, de otra parte, esta misma está siendo empujada a dotarse de mayores líneas de acción y unidad, así como de mayores instrumentos de combate.

Notas
[i] El proceso de individualización de nuestro ser social al que nos referimos se nos presenta a raíz de la división social capitalista, sustancialmente en la producción, de ahí se proyecta en la segmentación del proletariado junto a todas las clases y sectores que componen la sociedad. De ese proceso se genera la subdivisión por estatus, sectores y otras áreas vinculadas al modo en que se desarrollan las capas y estratos de la población. En adelante, con el crecimiento primario de la producción capitalista, otras ramas permiten la proliferación de nuevos sectores del proletariado, trabajadores, pequeña burguesía y un sin número de sectores medios. En particular con las presiones sobre las condiciones de cada trabajo o ámbito, el proceso avanza sobre la formulación de conciencias de sector y estatus, hasta constituir fuertes tendencias por mantener su sitio y acrecentarlo a costa del resto y bajo las líneas concertadas por el capital. Ello tiende a la fragmentación y la recreación de la conciencia individualista mediada por las relaciones de dominación, permeable y de rápida difusión, susceptible de prender tanto en sectores de mayor recrudecimiento de la opresión como en aquellos en que se les forma bajo una “cultura light” de superficialidad y consumismo cuto desmantelamiento requiere crecientes tareas y nuevas rutas revolucionarias.

[ii] Se abre en el mundo la lucha imperialista por una hegemonía suprema sobre el sistema capitalista, que asegure a sus detentores la captación mayoritaria de los recursos mundiales para satisfacer el apetito de la oligarquía financiera y monopolista. Tal pugna presenta un defensor del título frente a varios posibles aspirantes, pero la principal de sus complicaciones es que ameritan ofertar beneficios satisfactorios y desarrollos máximos de crecimiento económico a sus socios, es decir, una condición que ninguno de ellos puede establecer en este momento, proponiéndose en el corto plazo la reconquista de recursos ya existentes. El orden mundial requiere una reestructuración para la cual ninguna potencia está preparada ya que las condiciones superan a todas ellas para recrear ampliamente el capitalismo. Es este un fenómeno que hace parte de la grave inestabilidad del sistema, pues presenta dos alternativas internas, se consigue tal afianzamiento del capitalismo interiorizando aún más sus cánones, elevando sus poderes decisorios, o se da paso a una era de fascismo extremo necesario al control del proletariado y capas populares ante la irresolución de los problemas sociales.

[iii] Nos permitiremos una pequeña abstracción metodológica. El capitalismo en cuanto a su contenido se reconoce como el modo de producción social bajo la dominación de uno de sus dos elementos básicos, la propiedad privada del capital, a este respecto se expresa una parte importante de su estudio y su crítica. A su vez, se pronuncian las mismas y otras voces en el reconocimiento de la formación social del capitalismo como entramado histórico constituido de la hegemonía burguesa. Y también, se habla con fuerza sobre el sentido de sistema capitalista que ordena las relaciones sociales dominantes. Nuestra lectura de la realidad nos llevó a diferenciar estas dimensiones del capitalismo, preocupándonos por no imponer unas sobre otras, sino reconociendo su espacio propio (elementos de operación), a la vez que su anclaje particular (especificidades: producción, escenario real, estructuración general), e integralidad (unicidad como sociedad históricamente definida e instituida. Saltará a la vista que cuando estos conceptos se separan, lo que tenemos a continuación son concepciones centradas en alguno de ellos y distintas dependencias de los restantes. Nos interesa apuntar que ninguna de estas dimensiones del capitalismo pueden ser subestimadas, su estudio es importante para identificar el contenido de la revolución que lo supere. Así, tomando en consideración el conjunto de problemas del modo de producción y de la formación social es como resaltamos el proceso de inestabilidad del sistema por partida doble, es decir, de sus elementos estructurales y de las características de la totalidad capitalista.

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