sábado, 26 de abril de 2014

“Las personas somos hoy productos y marcas de nuestra propia fuerza de trabajo”


Rebelión

Por Enric Llopis

La vida es el trabajo y las necesidades de la empresa absorben cualquier proyecto personal. Siempre pendiente, siempre disponible y siempre priorizando las exigencias de los resultados empresariales por encima de cualquier contrato. Así define el sociólogo Jorge Moruno la realidad laboral de nuestros días: “Las personas somos hoy productos y marcas de nuestra propia fuerza de trabajo”. Jorge Moruno ha combinado la investigación en las transformaciones del trabajo con la práctica laboral, donde –entre otras cosas- ha sido teleoperador, informador turístico, reponedor, administrativo. O parado. Publica periódicamente artículos en el blog larevueltadelasneuronas.com y participa desde su lanzamiento en la iniciativa política Podemos. Además, ha colaborado en los libros “Los indignados del 15 de Mayo”, “Les raons dels indignats” y “Cuando las películas votan”. Trabaja actualmente en un libro de próxima publicación: “La fábrica del empredendor. Servidumbre y subversión en la empresa-mundo” (Akal).

P-“Coach”, liderazgo, “Management”, “Branding”. ¿Qué te sugieren estos términos?
Creo que pueden verse como las costuras de un nuevo traje disciplinario sobre la fuerza de trabajo, que ya no se basa en moldear cuerpos, sino en controlar la mente acompasada al cuerpo. La historia de la disciplina ha pasado por numerosas innovaciones y modificaciones desde los primeros modelos que buscaban domesticar a la población al régimen social del tiempo cronometrado. Una disciplina necesaria para optimizar la extracción de plusvalor. En el momento actual cuando la cooperación social es menos disciplinada y más atrapada en su forma autónoma, cuando el trabajo relacional y comunicativo marca la pauta subsumido a una economía de la deuda que precariza la creatividad, todos estos términos hacen las veces a día de hoy, de lo que en su tiempo y en su coyuntura Frederick Taylor entendía por la organización científica del trabajo. Taylor lo entendía como la inauguración de un nuevo estado de ánimo, como una filosofía que transforma al ethos, al ser y sentir humano.
El salto cualitativo lo tenemos cuando la empresa se convierte hoy como la principal comunidad de sentido en nuestras vidas. El consumo y la reproducción social se confunden directamente con la propia producción en el plano de la empresa-mundo, en la sociedad fábrica. Actualizar los recursos y capacidades sociales, emocionales y comunicativos resulta ser junto con la extrema precariedad, las bases de la empleabilidad cuando el empleo no se garantiza y tenerlo no garantiza nada.

P -¿Qué opinas del pensamiento positivo y del fenómeno de la autoayuda? Aplicado a la empresa y fuera de ella. ¿Son términos bastardeados o se han concebido con el único fin de ser funcionales al sistema y a la empresa capitalista? (la fe o la influencia del pensamiento en la realidad son ideas que diferentes religiones plantean desde hace siglos).
De lo que se trata es siempre de buscar explicaciones a los dolores que sufre la sociedad. En nuestro caso actual cuando se deshilachan los vínculos construidos y posados, tras siglos de movimiento obrero a lo largo de la gestación de la sociedad salarial, se ofrece como sustituto a al pánico existencial una solución que cuaja con el espíritu del éxito propio del individualismo posesivo. Solo hace falta acercarse a una estación de tren para observar cómo convergen toda la batería de libros de autoayuda junto con otros que te dan la receta del éxito, te ayudan a evitar a la gente tóxica, a controlar las emociones, a invertir en bolsa o panfletos que idolatran al llamado libre mercado. Cuando el dolor y las preguntas se viven en solitario y se elimina la dimensión social y la posibilidad colectiva del cambio, únicamente queda tu persona, tu pasado, tus debilidades y tus miedos como causa explicativa y como vía para conseguir salir del pozo.

P-¿Proletariado o precariado? ¿Qué concepto se ajusta mejor a la realidad estadounidense y europea?
Creo que la manera de nombrar y traducir políticamente, no responde a una verdad previa a las relaciones sociales donde se construye. El nombre es “lo de menos” y por eso mismo es algo fundamental. El precariado en tal caso vendría a describir rasgos del proletariado, pero no es intercambiable. Se trata de buscar la forma más capaz de trazar inteligentemente, la línea donde se interpreta de forma amplia y plural el perjurio de quienes se ven expropiados por las necesidades de la acumulación capitalista. La verdad no es nunca tal cosa por sí misma. La verdad tiene de cierto lo que se construye, se trabaja, no viene dado por ninguna divinidad ni es lo que es.

P-¿Ha conseguido finalmente el sistema capitalista el mecanismo perfecto de explotación? Que una persona se explote a sí misma las 24 horas del día. ¿Cómo se da esta autoexploración?
El capitalismo siempre ha necesitado de una sociedad para conseguir afianzar la relación de explotación, entre quien ostenta los medios de producción y quien tiene que vender su fuerza de trabajo para alcanzar los medios de subsistencia. El trabajador precapitalista no distinguía entre tiempo de vida y tiempo de trabajo, pues su acceso a esos medios de trabajo pertenecían a la comunidad y se guiaba por las tareas que tenía que desarrollar y no por la búsqueda de beneficio. Tampoco el esclavo vende su fuerza de trabajo, se vende como un buey, de una vez y para siempre o para que se le vuelva a vender. El siervo de la gleba no recibía un salario por su trabajo, ninguno era un trabajador libre (para estar obligado a venderse). El capitalismo necesita apropiarse de ese acceso y convertir al trabajo en una mercancía que se tiene que vender en el mercado de trabajo, de ahí que el tiempo de vida y el tiempo de trabajo aparecen como dos esferas totalmente diferenciadas.
Hoy asistimos a la vuelta de esa fusión entre tiempo de vida y de trabajo pero con la salvedad de que todo el tiempo está cubierto por la relación social capitalista. La cooperación social laboral y extralaboral representa la materia prima de la producción, de ahí que no hay un tiempo que more al margen de la explotación, la sociedad misma se convierte en una fábrica que funciona 24 horas al día 7 días a la semana. La fuerza de trabajo en acción, el trabajo mismo, es la propia actividad vital del obrero, la manifestación misma de su vida, que diría Marx. Por otra parte, el trabajo ya no es una tarea, tampoco es un tiempo cronometrado, es sobre todo un proceso inacabable que no conoce horario y que obliga a mantener una adaptación constante que conlleva a mimetizar el proyecto empresarial con las motivaciones personales.
Cuando tu vida es el trabajo, el trabajo y las necesidades de la empresa absorben cualquier fijación temporal que pueda separar a una de la otra. Siempre pendiente, siempre disponible, siempre priorizando las exigencias de los resultados empresariales por encima de cualquier contrato. La propia actividad del trabajo se convierte de esta forma en “su vida misma”, y ya no el medio con el que poder disfrutarla a pesar de tener que trabajar. Ya no solo importa lo que sepas hacer, influye y mucho lo que seas capaz de ser.
Creo que las nuevas formas de trabajar pueden verse como una madre que se desvive por su hijo, un policía de novela negra al que el trabajo puede llegarle en plena noche, o un militante político sujeto a una realidad cambiante y siempre está disponible whassap en mano. Haciendo de la necesidad de rentabilidad su objeto de vida. Cuando todo el espacio cultural y comunitario se ve envuelto por la forma que tiene la relación empresarial, deja de existir un tiempo separado entre la vida y el trabajo, entre tus inquietudes como persona y los objetivos de la empresa. “Ser tu propio jefe”, sea uno autónomo o asalariado.

P -¿Qué papel desempeñan en los nuevos modos de trabajo y vida las nuevas tecnologías/redes sociales?
Los dispositivos tecnológicos y en especial el móvil se convierten en la nueva cadena de montaje, una cadena móvil que te conecta con el trabajo las 24 horas al día y te sitúa siempre en una posible oficina. Un pedazo de capital fijo que pertenece al propio trabajador, que lleva consigo casi como un apéndice de su cuerpo. Forman parte de la base material de un determinado modo de producir. Las nuevas tecnologías permiten al trabajo entrar en aquellos ámbitos más íntimos donde antes no podía hacerlo, alteran los ritmos vitales y las distintas velocidades de cada vivencia alisando el espacio de la explotación. Las nuevas tecnologías tienen un fuerte impacto en las relaciones personales y afectivas, incluso en las sexuales donde las exigencias del trabajo y el estrés anulan aquello que Virginia Woolf entendía como un cuarto propio. No queda espacio autónomo libre de la posible interrupción de la heteronomía acelerada que impone la competitividad empresarial. Las piezas somos nosotros y nosotras, la cadena de montaje es la ciudad. Al mismo tiempo, las tecnologías que no son categorías económicas, pueden tener usos distintos como herramientas que permiten la organización del trabajo conectado en contra del mando capitalista.

P-¿Cómo influyen la velocidad, la aceleración, el vértigo de los nuevos tiempos en la organización del trabajo, en el trabajador y en la vida?
Nos contaba el célebre historiador inglés E.P Thompson cómo se produce esa transformación del “tiempo interno” del propio trabajo, cuando se deja de trabajar regidos por las temporadas y las cosechas y el reloj empieza a medir y cuantificar los ritmos de vida. El tiempo dice, deja de pasar y ahora se gasta, a partir de aquí empieza a tomar forma un régimen social del tiempo, una manera de vivir el tiempo regido por la regulación del reloj y la temporalización del espacio. La revolución de los medios de transportes reestructura las relaciones comunitarias, derriba barreras espaciales y aumenta la dimensión del comercio, la expansión del capitalismo se hace de la mano de la velocidad y la racionalización de las actividades.
Hoy podríamos afirmar que volvemos a vivir otra modificación de nuestro tiempo interno cuando nuestras vidas “superan” al reloj, en el sentido de que ya no es necesario para disciplinar, porque se asume que no hay otro tiempo que el tempo que impone el capital. La capacidad orgánica de secundar la velocidad digital es insuficiente para seguir al tiempo ilimitado del ciberespacio. Nos sitúa en una relación inabarcable que toma el aspecto de pánico ante una sociedad totalmente dominada por la esfera de la economía.

P -Taylorismo, Fordismo, Toyotismo. ¿Qué significan estas palabras? ¿Tienen vigencia hoy? Si han caído en desuso, ¿piensas que hay alguna que las sustituya para designar la organización del trabajo en el presente?
Representan distintas formas de entender la organización del trabajo. El Taylorismo pone el acento en la parcelación del proceso de trabajo buscando realizar el máximo de tareas en el menor tiempo posible. Ford se apoyó en esta lógica y le sumo la cadena de montaje y la estandarización de las piezas, luego finalmente el Estado llevó el Fordismo y la racionalización del trabajo a un nivel superior de organización social. El Toyotismo invierte el trabajo en serie poniendo a los trabajadores a participar en la innovación del propio proceso laboral, en la búsqueda de diversificar la oferta. Creo que todas pueden estar presentes en la actualidad. Si por algo se define la postmodernidad es por presentarse como una ensalada de la historia, regida por una pauta cultural que acerca como nunca antes a la ideología, la semiótica y la producción material.

P-Tomemos el suplemento de negocios de un periódico. ¿Cuál es el perfil y, sobre todo, la actitud que requiere del trabajador la actual empresa capitalista? (al margen de la especialidad concreta del trabajador).
Se buscan perfiles especializados pero que al mismo tiempo estén disponibles para hacer cualquier cosa, sean flexibles, polivalentes, que cuenten con habilidades sociales, sean entusiastas, motivados, o libres de “toxicidad” (cultura de protesta). La empleabilidad es el nuevo embudo para acceder a un trabajo cada vez más escaso y precario, ahora no se te ofrece seguridad, en todo caso puedes acumular experiencia que te sirva en un futuro para otro empleo. La empleabilidad depende de tus capacidades para encajar en un proyecto empresarial y estas pueden ser tanto formativas, de experiencia y saberes, como de tu disponibilidad para tragar mucha mierda al menor coste posible.
Al igual que a la hora de la venta se pone de moda ofrecer muestras o experiencias gratis del producto para atraerte a la compra, a la hora de contratar trabajar gratis, hacerte un hueco, estar a prueba, es cada vez más una oportunidad para lograr convencer al empleador de tu valía. Las personas somos productos entendidos por su venta como valor de cambio, somos marcas de nuestra propia fuerza de trabajo que debe competir en un mercado que pone la zanahoria del trabajo y nos obliga a pasar por el embudo de su baremo. Es tarea propia saber venderse para ser empleable, al igual que una empresa debe saber colocar un producto en el mercado o una ciudad presentarse como atractiva. Vivimos en un mundo que solo permite vivirlo de una única forma, aunque se presenta como diverso, la empresa-mundo, solo conoce el lenguaje de la expropiación de los bienes comunes para ser vendibles.

P -¿Volverá el trabajo fijo, estable, con seguridad y salario digno de la época fordista? ¿Crees que merece la pena reivindicarlo?
No lo creo, ese momento histórico respondía a una serie de condicionamientos entre varios actores y un punto de acumulación capitalista que no posible encontrarlo a día de hoy. El fordismo acabó simbolizando la culminación de dos siglos de gestación racionalizadora, de todo lo que vino a llamarse como la sociedad salarial. No significa que ahora desaparezca la existencia de la relación salarial, sino que el fordismo fue su climax como medio que regulaba la integración social dentro de un engranaje más amplio acondicionado a acumulación capitalista, con el Estado garantizando la viabilidad del consumo de masas. El foco, considero que debe ponerse en la búsqueda de seguridad material en los ingresos y derechos que no vengan determinados por tener un empleo.
Avanzar hacia una sociedad donde todos trabajen pero cada vez menos. Donde la flexibilidad no sea sinónimo de precariedad y el tiempo no esté sometido a las necesidades de maximizar beneficios y pagar la deuda. Asumir un cambio en la composición del trabajo y de los y las trabajadoras y buscar criterios de ciudadanía y bienestar acorde a una realidad donde el trabajo excede los marcos que tenía el empleo para integrar y producir.

P -A pesar de todo, ¿Consideras que el trabajo continúa siendo el factor clave de integración en la vida social, que hay un hilo que une al siervo medieval, al campesino de la historia moderna, al obrero de fábrica y al precario del siglo XXI?
El trabajo sigue cumpliendo formalmente el mismo papel que tenía anteriormente, pero materialmente eso es cada vez menos real. De ahí que en este sentido también podemos hablar de crisis constitucional y de una brecha abierta entre el baremo oficial que mide la riqueza producida a través del empleo y una realidad donde eso tiende a ser cada vez menos efectivo. La sociedad salarial lleva siglos incubándose y desarrollándose a través de la transformación espacial y el tiempo racionalizado, siglos de innovación disciplinaria para fijar y moldear a la fuerza de trabajo, tanto ideológicamente como físicamente. Hoy esa sociedad salarial está en crisis, pero el trabajo sigue siendo en su cooperación social la mercancía que explota el capitalismo. Se trata de dinamitar la relación forjada tras estos siglos que obliga a obtener medios de empleo cada vez más escasos para alcanzar medios de subsistencia, que están en cada vez menos manos.


P -Por último, ¿qué debemos entender cuando el discurso oficial se refiere a la sociedad de “emprendedores”?

Aquí se suele incurrir en un tremendo error cuando se desecha la composición social del trabajo que el régimen acuña como el neologismo “emprendedores”. Lo que se describe como la sociedad de los emprendedores es una manera de dotar de sentido a una configuración social, que podría tener otro muy distinto. Es más, la cualidades que se describen y destacan, tales como, innovar, crear, cooperar, autonomía, dominio de tu propia vida, no son en sí mismo rechazables, lo es la orientación ideológica cuando se construye un discurso funcional a la heteronomía del capital. La voluntad del cambio, el rechazo al trabajo asalariado, de construir cosas nuevas, o de la flexibilidad, no son innovaciones socioculturales que vienen de arriba, son más bien sedimentaciones de luchas pasadas que pusieron en la picota el régimen disciplinario que servía de marco de dominación. Podríamos decir grosso modo que el año 89 representa el 68 invertido; ya decía el autor Paolo Virno que estamos ante una contrarrevolución capitalista cuando ésta se levanta partiendo de los mismos lugares y situaciones que pueden dar lugar a derivas totalmente distintas.

El capitalismo ha encontrado la forma de derribar las barreras que le ponía el trabajo, a través de los mecanismos y formas que hacen peligrar su gobernabilidad. No se trata de reivindicarse en el pasado, sino de encontrar en el presente las posibilidades de antagonismo social, las virtudes y la potencia de una realidad productiva compuesta por una pluralidad de actores que viven todos bajo el imperio de la deuda. El emprendedor no es una figura nueva, en todo caso se utiliza hoy de manera novedosa como instrumento para explicar y construir un relato desde arriba a la crisis de la sociedad salarial. Aunque quizás más que de emprendedores, se debería hablar de emprendeudores, pues todas y todos estamos obligados a pensar como empresarios, a vivir como proletarios en una condena interminable que nos endeuda con quienes nos lo deben todo.

No hay comentarios: