martes, 15 de abril de 2014
En 100 días, una síntesis de la Revolución Bolivariana
Por Fernando Vicente Prieto
Los últimos tres meses parecieron condensar una década y media de Revolución Bolivariana. En cien días afloraron todos los elementos que atraviesan la historia y el futuro de este proceso de transformación, clave para América Latina y el Caribe.
Aunque sea brevemente, vale la pena repasar algunos de esos aspectos, entre los que se encuentran: la construcción de un proceso democrático, sustentado en la participación y en la movilización popular; el ejercicio de la violencia política; la injerencia norteamericana y el rol de los medios de comunicación.
Varias razones para derrocar a un gobierno
El 8 de diciembre de 2013 se realizaron elecciones municipales en todo el territorio nacional. Durante los meses anteriores, los dirigentes y los medios de oposición plantearon que se trataría de “un plebiscito para que se vaya Maduro”. Pero el resultado fue una dura derrota para la derecha venezolana. El chavismo cerró un año de mucha tensión política con un triunfo contundente, superando el 55% de los votos y alcanzando el gobierno en el 76% de las alcaldías.
A partir de allí, quedaban dos años sin elecciones nacionales. Con un gobierno fortalecido y planteando una firme decisión de avanzar “hacia un nuevo ordenamiento económico”, según palabras de Nicolás Maduro y hacia el Estado comunal, según mandato histórico de Chávez.
Esta orientación, en el contexto abierto por el resultado del 8-D, fue vista como un grave peligro por los sectores de poder económico, mediático y político, quienes desde hace 15 años comparten un mismo enemigo.
En ese momento, entre el 8 de diciembre y los primeros días de enero, la oposición entró en una crisis en relación a cómo afrontar esta nueva situación política.
Como tantas otras veces desde fines de 1998, una fracción decidió que había que derrocar al gobierno socialista por el medio que sea. El disfraz democrático lo proporcionarían los medios.
Calentar la calle para activar el golpe
El 23 de enero, Leopoldo López, uno de los dirigentes más radicales de la derecha venezolana -de abierto vínculo con los EE.UU.-, anunció el comienzo de una campaña de calle para derrocar al gobierno. Sin mucho uso de metáforas, la iniciativa se llamó #LaSalida y fue anunciada ampliamente por las redes sociales.
El 2 de febrero, luego de una asamblea de #LaSalida, manifestantes encabezados por dirigentes de Voluntad Popular -el partido de López- hostigaron a un equipo cubano de béisbol en Isla Margarita.
El 4 de febrero, en el estado fronterizo de Táchira, grupos estudiantiles de extrema derecha se enfrentaron a la policía con un saldo de tres guardias heridos y tres estudiantes detenidos. Dos días más tarde, los mismos grupos intentaron tomar la residencia del gobernador, atacándola con piedras y bombas molotov. Otros siete estudiantes fueron detenidos.
El 12 de febrero, en Caracas, mientras miles de estudiantes bolivarianos se movilizaban en conmemoración del 200 aniversario de la batalla de La Victoria, decisiva para la primera independencia, una marcha más pequeña, encabezada por Leopoldo López, se dirigía a la Fiscalía de la República para exigir impunidad por esas primeras agresiones. Al final de su discurso, una periodista le preguntó a López: “¿Cuándo termina esto?”. “Cuando se vaya este gobierno”, confirmó. Pocos minutos después, unos ciento cincuenta encapuchados atacaron el edificio de la Fiscalía con piedras, botellas y bombas molotov. Luego se dirigieron hacia el este del Gran Caracas, destrozando a su paso edificios, parques, instituciones, vehículos y atacando a la policía.
A partir de allí comenzó una etapa de renovada violencia política, que si bien está cada vez más deslegitimada internamente, todavía se mantiene y muestra un preocupante poder de fuego, literal y simbólico.
Violencia material y simbólica
Las cifras difieren según las fuentes, pero al menos 29 personas fueron asesinadas en poco más de un mes de protestas que no tienen ninguna reivindicación concreta más que la exigir la salida del gobierno, electo hace menos de un año. Sobre esta situación, el coro internacional aliado a los EE.UU. responsabilizó inmediatamente al gobierno de Nicolás Maduro, en lugar de señalar la verdad sobre los agresores.
A pesar de los intentos de criminalización no hay evidencia de participación de colectivos de base chavistas en ninguno de estos 29 asesinatos. En cuatro casos se investiga la participación de fuerzas de seguridad. Esto incluye la muerte de Juan Montoya, un militante chavista que también era agente de seguridad y presuntamente fue baleado por funcionarios de inteligencia el 12 de febrero. Por estos asesinatos están detenidos y procesados 14 agentes estatales.
Alrededor de 16 muertes fueron ocasionadas por ataques armados realizados por sicarios. Entre ellas se encuentran los asesinatos de cuatro Guardias Nacionales y de otras seis personas que limpiaban obstáculos diseminados en las calles, quienes fueron alcanzados por francotiradores. Según se informó oficialmente, otros 68 guardias nacionales sufrieron distintos tipos de heridas, la mitad de las cuales fueron por balas de plomo. Este lunes, luego del asesinato de un capitán de la Guardia Nacional y la detención de un ciudadano chino-venezolano, con entrenamiento paramilitar, se encontró un arsenal con armas y municiones de guerra, además de equipos de comunicación, bombas lacrimógenas, cascos y uniformes militares.
A su vez, en las ‘guarimbas’ varias personas más perdieron la vida al encontrarse de repente con objetos que cerraban peligrosamente el tránsito, como es el caso del joven Elvis Rafael Durán De La Rosa, de 29 años, degollado por un alambre de púas (llamado “guaya”); Eduardo Anzola (29), quien impactó con su moto contra una barricada de troncos y piedras y Deivis José Durán (31), fallecido al caer en una alcantarilla a la que los “guarimberos” le habían quitado la tapa.
Sin embargo, de acuerdo a la información brindada por casi todos los medios a nivel internacional, los asesinatos -y en general, la violencia política- serían atribuibles a la respuesta despiadada de una dictadura represiva, realizada contra estudiantes pacíficos. Esto no es sostenible para nadie que viva en Venezuela, pero durante algunos días fue muy efectivo para legitimar la actitud amenazante de los EE.UU., que continúa al acecho.
“No defraudaremos al Comandante”
Ante esto, miles de personas se encuentran alertas para defender el orden constitucional y el proyecto chavista, ante cualquier intento de agresión interna o extranjera. Desde un primer momento el pueblo bolivariano se mantiene en diálogo permanente con el presidente Maduro, quien sigue recibiendo marchas masivas en el palacio de Miraflores.
Durante las últimas semanas, obreros, campesinos, mujeres, jóvenes, adultos mayores, medios comunitarios, mototaxistas, entre muchos otros sectores sociales, saben que la situación es complicada. Pero por eso mismo han reafirmado su apoyo a la Revolución Bolivariana y prometen que darán la pelea en cualquier escenario.
Después de 15 años de repetición de un libreto bastante parecido, son muchas y muchos quienes conocen lo que está en juego. Y en las marchas dicen a quien quiera oírlos: “No se equivoquen: aquí está el pueblo de Bolívar y de Chávez. Venezuela se respeta”.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario