martes, 11 de febrero de 2014
Ideas para completar la misión
Por Rodolfo Pastor Fasquelle
Para convencer, las políticas de LibRe (su plan) deben ponerse en manos de un órgano de intelectuales serios y no de operadores, de técnicos y académicos cuerdos, menos pendencieros (porque algunos somos muy locos, aunque necesarios), profesionistas dotados del fundamental sentido común para definir una plataforma propia con futuro.
Ni populismo ni guerra de clases. El socialismo moderno es rescate, por parte de la sociedad, del bien común, del interés general y de la prioridad de lo social contra los grupos fácticos y la tecnocracia; contra la siniestra oligarquía manipuladora y la hegemonía foránea. Es una propuesta de acción continuada y eficaz para la reforma profunda, fundamentada en el desarrollo sostenible y sobre la democracia participativa, para la gobernanza, garantizada por un estado responsable y democrático. Es así que nuestras políticas pragmáticas no deben ser equívocas contra los dogmas teóricos del neoliberalismo. Deben abstenerse del elixir embriagante de la demagogia y superar la retorica superficial con una plataforma que respete la realidad nuclear del mercado y exija justicia. También tenemos que renovar y actualizar la organización provisional de LibRe.
El análisis tradicionalista (obviamente el del adversario) asegura que la diversidad y la democracia de nuestro partido son más bien su talón de Aquiles. LibRe tiene una serie de problemas actuales, de tensiones internas y retos externos que le presenta la prepotencia cachureca, retos de los que tiene que encargarse su liderazgo actual. ¿Cómo enfrentar la “overjoleada” alianza bipartidista? ¿Cómo controlar adentro las fuerzas centrífugas de los radicalismos de izquierda y conservadores? El liderazgo más experimentado -que ya cuenta con una serie de funcionarios electos y domina la coordinación de nuestro Partido- tiene expertise en la maniobra y la negociación continua que es consustancial de la vida política. Y quizás la misma sobrevivencia de LibRe está en juego en la habilidad que demuestren nuestros líderes. Confío en ellos y doy mi voto de confianza para que en los próximos años hagan una oposición eficaz. Se puede seguir siendo el partido de la protesta y la oposición, pero si LibRe aspira a llegar al poder público de la nación, a ganar elecciones generales y mayorías parlamentarias y a gobernar con su propuesta y su proyecto refinado, necesita ampliar aun más y reconciliar sus bases y renovar los cuadros de dirección con las nuevas generaciones, en forma democrática.
Eventualmente podríamos necesitar adiciones, coaliciones, pactos, alianzas. ¡Olvida el fraude! No hubo un voto por un cambio de régimen.
¿Dónde está el voto obrero, el del maestro, del pueblo unido?
A mí me resulta evidente que, para ganar contundentemente la próxima elección, LibRe va a necesitar a todos sus simpatizantes actuales y un tanto más. Hoy por hoy, el Partido es (como fue por cierto a mediados del siglo pasado, el PL) una genuina alianza de cuadros políticos provenientes del PL y de viejos partidos de izquierda, organizaciones sociales poderosas (sindicatos, asociaciones campesinas y confederaciones) y, por otro lado, de nuevos actores sociales, protagonistas noveles, organizaciones feministas y de la defensa de derechos humanos y de género, sectores importantes de la intelectualidad, las artes y la academia, pequeños y medianos empresarios desafectos de las grandes patronales y de los grupos facticos, organizaciones ambientalistas y grupos étnicos diferenciados, un popurrí de nueva ciudadanía. Y, quizás por su inexperiencia, acaso por su inmadurez o su ignorancia de la naturaleza misma de la política, pero también porque lo soslayaron, este sector o conjunto variopinto de nuevos actores no ha quedado adecuadamente representado en la dirección actual; no jugó el papel que le correspondía en el ciclo electoral recién pasado, ni cosechó el voto que estuvo a su alcance. Aunque la organización popular gremial seguirá siendo un soporte crucial de la estructura partidaria, es preciso enmendar el yerro. Incluir al excluso.
No me gustan mucho las asambleas. Si son libres y democráticas, son ipso facto medio anárquicas y se pierde el tiempo. Y, si No son libres, son aburridas. Pero para renovar comisiones e incorporar a esa diversidad sectorial y esa juventud en los equipos de dirección del partido, hay que ir a una asamblea con ese propósito y con esa apertura, conseguir que los liderazgos desgastados (hay muchos viejos que ya no estamos en capacidad de trabajar con la misma energía) cedan algunos espacios a jóvenes líderes y lideresas que abundan, provenientes de y genuinamente representativos de estos otros sectores. Ahí en esa diversidad enriquecida tendrá esta juventud que aprender a respetarse, convivir y concertar mutuamente con los otros, tendrán en ese proceso encontronazos y cometerán errores, pero no hay otra manera de aprender. Y ahí también deben empezar a identificar y entrenarse cuadros para incubar candidatos futuros.
Y cuanto más pronto se lleve a cabo este proceso, más maduro estará y en mejores de condiciones de lucha para la siguiente batalla electoral, LibRe. No dudo de que el proceso pueda postergarse, como suele ocurrir por inercia o por anquilosamiento, por temor o apego a la posición personal, como ocurre mecánicamente dentro de organizaciones sociales, políticas, empresariales o burocráticas que se vuelven gerontocracias. Y se puede dar tiempo al tiempo. Y dejar que pase una generación, como ocurrió antes, por ejemplo, en El Salvador y en Nicaragua, con los reveces respectivos…Los viejos revolucionarios bowdlerianos decían que no había que apurarse si no esperar se dieran las condiciones objetivas. Yo, es que estoy viejo y todavía creo que podemos incidir. Me cansa la idea de que solo alcanzaremos a ser una oposición alienada y fácilmente vilipendiada como amenaza o peligro, como la cocora con que los perversos asustan a los inocentes. No quisiera esperar treinta años para ver a mi partido nuevo en el poder, cuando cumpla 95 y me tengan que llevar con andador y pañal a la inauguración. Y no estoy convencido que Honduras aguantará tanto.
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