sábado, 7 de diciembre de 2013

Un mundo sin fronteras


Rebelión

Por Koldo Campos Sagaseta

Cada vez que un pueblo reivindica su espacio y su palabra lejos de la nación que la ocupa y tutela, entre las condenas habituales al absurdo, al infortunio, a la marginación o a la miseria de quienes repudian el derecho a su soberanía, acostumbra a filtrarse un espléndido bando, un canto de unicornio, una dulce proclama que desautoriza la legitimidad de la pretendida independencia porque el futuro, al decir de los versados agoreros, nos tiene reservado a todos “un mundo sin fronteras”.
Los “nacionalismos”, en consecuencia, no tienen sentido porque están condenados a desparecer.

Algunos videntes hasta se permiten agregar a su radiante sentencia que, en ese mundo global que se vislumbra, todos los seres humanos seremos iguales. De ahí su oposición a los “nacionalismos”, siempre que sean ajenos, dado que van a contramano de la historia, del tiempo, del sentido común. Tal vez a ello se deba que los nacionalistas agraviados por la sedición de los otros recurran a sus cárceles y ejércitos para impedir en los demás el derecho que ellos disfrutan.

No voy a hacer sangre de tan venturosas perspectivas, entre otras razones, porque yo también comparto el mismo sueño, y suscribo que el futuro del mundo será un tiempo sin fronteras, sin hambre, sin miseria, una aldea global en la que los seres humanos podamos vivir en paz… o, simplemente, no será.

En cualquier caso, y es lo que quiero dejar meridianamente claro con esta breve reflexión, ese futuro del que participo sólo será viable sobre el respeto a la identidad de todos, y la aldea global que se anticipa únicamente será posible el día en que yo pueda ejercer el soberano derecho de abrir la puerta de mi casa.


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