jueves, 4 de julio de 2013

Marx sigue vivo


Por Gianni Vattimo

Traducido del italiano por Juan Vivanco.

Si tomamos en serio la afirmación de Marx de que la historia es historia de la lucha de clases, ¿cómo podemos interpretar, de acuerdo con ella, las múltiples realidades conflictivas que documenta la historiografía y aún están a la orden del día en la crónica de nuestros años? Por ejemplo, ¿cómo referir a la lucha de clases las luchas de liberación nacional que modificaron sustancialmente el panorama del colonialismo y el eurocentrismo hasta comienzos del siglo XX? No parece posible referir a la lucha de clases las rebeliones de grupos sociales como los gais y, sobre todo, las luchas feministas; por no hablar de que hoy en día uno de los sujetos de la lucha de clases parece haberse esfumado con el fin de la fábrica taylorista y la diferenciación de los trabajos, que han despojado de sentido la idea misma de clase obrera. En “La lotta di classe. Una storia politica e filosofica” (La lucha de clases. Una historia política y filosófica, Laterza, 383 pp.), libro que resume de un modo emblemático toda su carrera de investigador, Domenico Losurdo propone una nueva discusión filosófica de la noción de lucha de clases, con el fin de recuperar tanto su importancia para la historiografía como su valor para las luchas sociales todavía en curso. Lejos de ser una historia del concepto de lucha de clases y de los significados que ha ido adquiriendo en distintas situaciones, el libro es un gran ensayo de filosofía de la historia. Que empieza poniendo de relieve la insuficiencia de las teorías naturalistas de los conflictos históricos, según las cuales siempre ha habido y siempre habrá una lucha entre los que mandan y los que obedecen, entre los fuertes y los débiles, etc. La importancia del enfoque de Marx y Engels consiste en rechazar este paradigma naturalista que, a fin de cuentas, solo les sirve a las clases dominantes para desalentar cualquier transformación. Frente la idea, demasiado genérica, de una sola lucha de clases, Losurdo, basándose en textos de Marx, defiende la tesis de que son muchas. Y demuestra de un modo convincente (aportando una información amplísima y extraordinariamente instructiva) que este esquema sirve para comprender la realidad de la historia moderna hasta nuestros días. 

Losurdo posee un concepto globalmente racionalista de la historia: el enfrentamiento de clases tiene sentido en la medida en que, a partir de reivindicaciones parciales y específicas, acaba promoviendo la defensa de valores humanos universales. Una tesis (quizá excesivamente metafísica) que le lleva a subrayar la diferencia radical entre una visión marxista y auténticamente revolucionaria de la lucha de clases y todas esas formas de populismo «sesentayochesco» que circulan hoy (Negri y Hardt, Zizek; pero antes, Foucault) y que parecen corresponsables de la confusión en que está sumida la izquierda. 

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