martes, 9 de julio de 2013

La enésima crisis de la izquierda



Por Rafa Garzó

Estoy harto, saturado, hastiado, aburrido, cansado, fastidiado, exasperado y hasta los cojones de leer “opiniones” del tipo de “El fracaso de la Izquierda”, “La culpa de la Izquierda”, “El error de la Izquierda” o “La mierda de la Izquierda” que surgen últimamente como caracoles después de una noche de lluvia. “Opiniones” que aprovechan, sin ninguna duda, el caldo de cultivo de desencanto y agotamiento, tanto moral como físico, provocados por la brutal crisis actual del capitalismo y la despiadada opresión que, como mecanismo de defensa del sistema, lleva aparejada.

Tanto es así, que se me ha ocurrido hacer una búsqueda en San Google por las palabras “culpa” más “izquierda”, y me ha salido la friolera de siete millones novecientos cuarenta mil resultados. Lo peor de todo es que no me sorprende.

Pero mi asombro y mi consternación ante tan apabullante goleada mediática a la Izquierda no se debe al tanteo de acusaciones en contra, de casi ocho millones a cero. No. Mi cabreo se debe a la poca o ninguna reflexión que la casta especializada en producir “opiniones” tendenciosas o bienintencionadas ha dedicado a pensar sobre las causas de los problemas de la Izquierda.

Veo con asco cómo estos ocho millones de plumas y teclados, muchos considerados también “de Izquierdas”, se dedican a acusar, achacar, imputar, condenar y empapelar a “la Izquierda” sin ningún tipo de análisis objetivo de la realidad social capitalista que nos circunda. Estas mentes preclaras simplemente creen, sin argumentar ni razonar, que “la culpa es de la Izquierda”. Creyendo, opinando. Y, como decía Harry Callahan, alias Harry el Sucio, “Las opiniones son como los culos: Todo el mundo tiene uno”. Lo que no tiene todo el mundo es paciencia para estudiar y llegar a conocer las causas del fenómeno mal tachado de “fracaso de la Izquierda”. Tampoco quienes acusan a la Izquierda de todos los reveses que, hasta la fecha, han sufrido las organizaciones políticas y sociales que intentan transformar esta podrida sociedad capitalista en un mundo más humano y más justo.

Acusar así, a la ligera, a tan grande cantidad de personas que luchan por acabar con el indecente, inhumano y genocida sistema capitalista es, cuanto menos, frívolo e irreflexivo. Si esta crítica basada en la vulgar opinión surge de las serviles imaginaciones de los “espadachines a sueldo del capital” de la subespecie Intereconomía, la cosa no es sorprendente. Para eso les pagan.

Pero cuando el ataque parte desde los “opinadores” de la Izquierda, esta actitud resulta altiva, altanera, arrogante y pedante, propia de esnobs que se endiosan pontificando desde su tribuna en lugar de bajar a la calle y pelear por la Justicia Social, que es incompatible con el capitalismo.

¿Es que aún creen ustedes, a estas alturas de la película, que la crisis económica es un fenómeno meteorológico o un desastre natural? No, este enorme fracaso del capitalismo conocido como crisis es condición necesaria del mismo, y responde a sus propias leyes de funcionamiento. Es decir, que hay causas identificables, objetivas y científicas que permitían predecirla.

Del mismo modo, también existen razones objetivas que explican las dificultades que padece la Izquierda para conseguir transformar esta porquería de montaje capitalista en una sociedad libre, justa y de iguales.

Escuchen y piensen ustedes: Gran parte de la “culpa” del “fracaso” de la Izquierda no es de la Izquierda. Con esto niego la mayor: La culpa es, como siempre, del capitalismo. ¿Por qué? Citando y pensando a Marx, ahí va la razón primordial:

“No se puede hacer al individuo responsable de la existencia de relaciones de las que él es socialmente criatura, aunque subjetivamente se le considere muy por encima de ellas”

(Karl Marx, El capital, Prólogo a la primera edición alemana, 1867)

En resumen, que quienes bienintencionada o malévolamente acusan a la Izquierda de todos los fracasos habidos y por haber olvidan que el capitalismo genera unas condiciones sociales y unas dinámicas culturales que condicionan al individuo a comportarse de una determinada manera. Una manera que incita a reproducir el ambiente más propicio para la continuidad del mismo sistema capitalista. Ejemplos los hay a manta: La tele, el consumismo que provoca, el egoísmo al que incita y el miedo que siembra no son más que unos pocos botones de muestra.

Pero el argumento de Marx (que no “opinión”) puede y, de hecho, debe extenderse también a las organizaciones sociales y políticas de Izquierda. Al fin y al cabo, estas asociaciones transformadoras están compuestas de personas. Personas que también están sometidas a la agresiva influencia de la propaganda capitalista. Es decir, que también estos partidos políticos, estas plataformas, estos movimientos de Izquierda están igualmente marcados tanto en su génesis como en su desarrollo por “la existencia de relaciones de las que [ellas son] socialmente criaturas”.

La conclusión, una vez abandonado el oscuro territorio de la “opinión” y habiendo entrado en el más claro mundo de las causas objetivas, es evidente: Quienes acusan con torpe ligereza a la Izquierda de todos los tropiezos y dificultades en la Lucha por la Transformación Social olvidan que el capitalismo condiciona de un modo profundo tanto a las personas como a las organizaciones de Izquierda. Y en esta actitud se asemejan a las viejas beatas que, en cada cuenta del rosario, repiten religiosa e irreflexivamente el consabido“por mi culpa, por mi grandísima culpa”, cuando la culpa es, primordial y objetivamente, del perverso y antihumano sistema capitalista.

Basta de flagelaciones, basta de lamentaciones, basta de creencias y basta de opiniones. Si realmente queremos conseguir una sociedad justa, humana y libre, una sociedad mejor que científicamente es incompatible con el modo de producción capitalista, hemos de abandonar y rechazar la “opinión” por no ser más que una creencia manipulable por nuestros enemigos de clase: Los banqueros, los grandes capitalistas y los especuladores.

Hemos de volver a pensar, volver a analizar cuáles son las reglas del juego capitalista; las reglas que, desde sus todopoderosos medios de manipulación, nos graban a fuego y a alta definición todos los días en nuestras mentes. Hemos de extraer conclusiones, resultados positivos, ser capaces de identificar relaciones económicas y sociales capitalistas transformables. Y entonces hemos de atacarlas en su base, luchando conjuntamente, rechazando el manipulado y estéril concepto de “culpa” que nos cuelga a diario la propaganda del sistema. Porque si algo tiene, objetiva y científicamente, la culpa del horrible estado actual del Mundo, ese algo es, sin duda, el capital.

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