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Por Mario R. Fernández
Los ricos y sus industrias
Con el desarrollo de la industria textil, en base al algodón, y de la industria metalúrgica, en base al carbón y al hierro, se producen textiles, acero, máquinas y líneas de ferrocarril y emerge la clase obrera industrial primeramente en Inglaterra. A partir de 1780, millones de hombres, mujeres y niños entregan su energía y su vida a la producción industrial que les devuelve a cambio bajas remuneraciones, muchos abusos, incluso esclavitud, y un destino de miseria. Además, a partir del siglo 19 el capitalismo industrial vive varias crisis de sobre producción y de especulación, así como levantamientos por parte de la clase obrera. El apogeo industrial de Inglaterra, y de otros países europeos, fue similar al de Estados Unidos en especial entre 1870 y 1900, un crecimiento rápido industrial con alto desarrollo de la ciencia y la tecnología que recibe el nombre de Época Dorada (Gilded Age). Es en este período que nacen las grandes fortunas de los ricos estadounidenses.
En Canadá, a partir de la Confederación en 1864, emerge una especie de independencia supeditada que se cristaliza con la creación del Dominio de Canadá, con un nuevo gobierno federal completamente subordinado a los ricos del Dominio y más tarde también a los ricos británicos y estadounidenses. Canadá, constituido por las provincias de Ontario, Quebec y las tres provincias marítimas en especial Nova Scotia, todos territorios coloniales con gobiernos económicamente débiles y endeudados, es presa fácil de oligarcas criollos. En 1879, el gobierno del Dominio de Canadá crea un proyecto industrial llamado “Política Nacional” (National Policy en inglés) que usa la imposición de tarifas a productos importados, pero deja liberadas a las materias primas, lo que facilita que capitalistas canadienses de diversos potenciales económicos comiencen a darle importancia a invertir en la industria.
En Nova Scotia existía una industria de la minería del carbón y había surgido la industria del acero no hacía mucho, pero las áreas desarrolladas por décadas eran realmente la forestal, los astilleros y la pesca junto a una agricultura mayormente de subsistencia. Aquí la acumulación de riqueza importante se había originado, sin embargo, gracias al transporte marítimo y a contratos de abastecimiento con las tropas de la corona británica; y la gran ganancia para oportunistas y acumuladores de capital provenía de la esclavitud, que era legal, y de la piratería. En Canadá se insiste que el país refugiaba esclavos en los años 1700, esclavos escapados de Estados Unidos, pero se habla poco de que la esclavitud de africanos y aborígenes existía en las colonias canadienses (francesas y británicas) y que era un negocio muy lucrativo. Un dato interesante es que los esclavos que escapaban de Canadá se refugiaban en estados del norte de Estados Unidos que no tenían esclavitud como Massachusetts y Pensilvania.
Los piratas en Canadá se llamaron elegantemente “privateers,” privatizadores en español, era un negocio sucio que comenzó en 1750 y llegó hasta principios del siglo 19. Los barcos piratas, que zarpaban de varios puertos de Nova Scotia con licencia, de la colonia en nombre de la Corona, para piratear. Se lanzaban al Caribe y a las costas de Venezuela para saquear barcos enemigos de la Corona Británica y robarles su carga. Los privateers corrían riesgo, pero si todo iba bien su ganancia era total. Aquí en Halifax, capital de esta provincia, los privateers mantienen hoy un velo romántico para turistas, la historia real de estos “empresarios piratas” no se explora demasiado.
Curiosamente fue el capital modesto el que en Nova Scotia emprendió el desarrollo industrial y fue aportado mayormente por comerciantes que no solo establecieron industrias en la capital provincial sino también en tres pueblos y usaron el transporte marítimo y el ferrocarril para mover sus productos. Muchas industrias comenzaron como talleres en el que los dueños conocían bien a sus trabajadores lo que favorecía una relación paternalista tanto como manipuladora en cuanto a bloquear toda intención de sindicalización. Pero a medida que la industrialización avanzaba la élite que formaban los dueños de las industrias creció en organización formando consejos o asociaciones para establecer estrategias favorables a sus intereses y prioritariamente para manipular gobiernos locales e impedir la formación de organizaciones de trabajadores.
El auge industrial en Nova Scotia incluyó una variedad de fábricas y manufacturas que producían desde calzado, textiles y ropa hasta suministros para el transporte marítimo, azúcar, papel, maquinarias, motores, calderas, carros de ferrocarril, estructuras metálicas, conserveras de pescados, cocinas a leña y carbón y barcos pequeños y grandes. Un centro importante, seguramente por su ubicación geográfica fue Amherst, situado en la nueva ruta del ferrocarril interprovincial. Este pueblo de 1.800 habitantes en 1860 llegó a tener 10.000 para el año 1930, el punto más alto desde el que comienza a declinar. En aquellos años, Amherst fue el principal centro industrial de todo el Atlántico canadiense y uno de los más importante de todo el Dominio de Canadá.
Muchos productos que se fabricaban en el Atlántico canadiense se producían también en Quebec y en Ontario, con capitalistas dueños de fábricas mucho más poderosos e influyentes sobre el gobierno federal que los del Atlántico. Por ello, comenzó una competencia que primero llevó a la absorción entre las compañías locales que luego serían absorbidas por las de Quebec y Ontario, proceso monopolista típico de acumulación capitalista que hoy llamamos en inglés “mergers.” Muchos de los industriales que formaban parte de la élite local pasaron a ser parte de consejos de corporaciones más grandes donde el ambiente y el juego era ya no solo acordar una estrategia para su beneficio sino hacer acuerdos y maniobras con consecuencias antisociales para trabajadores, habitantes del lugar y sociedad canadiense en general. El declinar industrial de principios de siglo 20 en Nova Scotia se reanima sólo con el estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914, pero terminada esta en 1920 la decadencia inminente se hace visible no solo en la industria sino en otras áreas debido al bajo precio del acero, carbón y bacalao que golpeó a esta provincia con una depresión económica que duró 20 años. Miles de habitantes abandonaron Nova Scotia, atraídos por otros lugares de Norteamérica o engañados por la especulación inventada de los “locos años veinte” que tuvieron corta duración. Para fines de los veinte el mundo occidental estaba sumido en una gran crisis económica y en un caos social.
En todo occidente, el poder de los ricos durante el siglo 19 y principios del 20 fue absoluto ellos impusieron el “laissez faire” defendido por los liberales como desarrollo económico pero que implicaba que esos hombres de dinero fueran no sólo dueños de sus fortunas sino también de la vida y destino de millones de habitantes. Los estados y sus gobiernos locales vivían endeudados y funcionaban para esa elite rica, lo poco que se recaudaba en impuestos y derechos era para mantener ejército y policía al servicio de los empresarios cuando ellos se sentían amenazados por el descontento y la acción popular. Luego los gobiernos se responsabilizaron por educación básica pública, a cargo mayormente de mujeres. Los parlamentarios y consejeros locales eran simplemente empleados de esa élite, aprobaban proyectos de infraestructuras que favorecían sus negocios y mejoras a sus zonas residenciales, el poder judicial estaba completamente manipulado por el dinero.
Los trabajadores y sus luchas
Los principios de la revolución francesa del siglo 19 no se aplicaron en ninguna parte, lo que prevaleció fue la falsedad liberal ensalzando la libertad individual basada en el calvinismo discriminatorio de “ayúdate que dios te ayudará.” Así se justificaba la explotación económica y como remedio a los problemas sociales se promovía la caridad. En las urbes industriales, donde la vida para los pobres, la gran mayoría, incluía enfermedades como la tuberculosis y la violencia familiar, la crueldad involucraba incluso a animales domésticos. Trabajadores y pobladores en general respondían defendiendo su derecho a mejores condiciones de vida formando primero organizaciones sociales de ayuda y luego organizaciones laborales o sindicales. La lucha sindical e ideológica no era muchas veces exitosa, con la excepción de las luchas de trabajadores especializados que consiguieron mejoras, pero fueron igualmente semilla de movimientos revolucionarios. El marxismo hacía visible la importancia de la vida real y material de los seres humanos, prioritaria en la sociedad, y el valor de la producción de los trabajadores. Entre 1900 y 1914 en Nova Scotia hubieron más de 300 huelgas y para 1919 se organizó en Canadá una huelga nacional que se llamó “Big One” (La grande) y ese año mujeres de una fabrica textil local ganaron el derecho a la jornada de 8 horas y reivindicaciones de salario, puesto que eran ellas quienes ganaban menos, la mitad de lo que ganaban los hombres, los niños eran terriblemente explotados y recibían de pago un 20% de lo que recibían los hombres.
En 1917 el triunfo de la Revolución Rusa marca el resultado del esfuerzo, directo o indirecto, de millones de hombres y mujeres en lucha contra el poder de ricos y oligarcas. Muchos de estos trabajadores y trabajadoras pagaron con sus vidas los derechos obtenidos y que otros incluso hoy disfrutamos. La Revolución triunfante fue seguida en todo el mundo, testigo de que el poder de los ricos no era invulnerable, lo que fue una alarma persistente para el capitalismo todo. Canadá fue un escenario de ese impacto mundial, la lucha sindical y política en favor de la clase trabajadora, aunque difícil era dinámica, incluyendo protagonistas socialistas, anarquistas y otros revolucionarios organizados que a principios del siglo 20 y posterior a la revolución de octubre, se transforman en constante preocupación de los ricos. Algunos miembros del parlamento federal y de consejos locales, aunque obedientes al poder capitalista, presentaron proyectos reformistas, si no eran más que una “hoja de higuera,” término bíblico usado para definir intentos de cubrir lo chocante y vergonzoso, que de alguna manera intentaron lidiar con la evidente injusticia al tiempo que evitar la propagación de la revolución. En el siglo 19 ya había habido reformadores en los parlamentos, pero estos no tuvieron capacidad de agruparse.
Los progresistas son también protagonistas
El Progresismo como filosofía de reforma social apura la máquina, había fracasado en su tarea de regular el “laissez-faire.” Un muy limitado “Estado de Bienestar” existía en la Alemania de Otto Von Bismarck en 1883 pero para 1901 no es sino un republicano, el presidente Theodore Roosevelt, quien implementa varias reformas y entre ellas la regulación de industrias de la carne, donde el abuso era terrible, y otras para detener el abuso laboral en general. Roosevelt es responsable de dividir a los republicanos en 1912 cuando crea el primer Partido Progresista en su país y hace público su “Contrato con el Pueblo.” Se organizaron otras varias expresiones progresistas o reformistas como el Radicalismo humanista, laico y republicano que tenía presencia en Francia, Chile y Argentina. Y otros como el Progresismo de los conservadores británicos, el Rerum Novarum del Papa Leo XII en 1891 en apoyo a los sindicatos, pero defendiendo la propiedad privada. Para los liberales, que no podían quedarse fuera de las reformas, nace el social-liberalismo. Incluso algunos nacionalismos del Tercer Mundo adoptan reformas sociales. En 1916 cuando se disuelve la Segunda Internacional de partidos socialistas y laboristas esta da origen a la Social Democracia, que funcionó incluso hasta los años 1980s fecha en que se convirtieron en neoliberales.
En Estados Unidos el impacto más importante del reformismo fue el New Deal que emerge en plena depresión en los años 1930 encabezado por el presidente Delano Roosevelt; se trataba de una solución a la economía y la miseria generada por millones de desempleados. El Fair Deal emerge en 1949 con el presidente Harry S. Truman que impulso el Estado de Bienestar Social en Estados Unidos. Aunque estos proyectos no beneficiaron a toda la población, pues Estados Unidos vive un “apartheid” contra descendientes africanos y aborígenes, benefició a muchos blancos. Un tercer proyecto, este más bien propagandístico, fue impulsado por John F. Kennedy en 1961 la Alianza para el Progreso para América Latina que involucraba ayuda alimenticia, en gran parte robada por oligarquías locales, y una reforma agraria limitada que intentaba frenar la influencia de la Revolución Cubana en el continente. El mejor representante de ese proyecto fue justamente Chile durante el gobierno de la Democracia Cristiana.
En Canadá el progresismo tiene su origen principalmente en el Evangelio Social (Social Gospel en inglés) que no fue homogéneo ni unido incluyendo una variedad de ministros religiosos de iglesias protestantes que se hacen dirigentes políticos y/o sindicales, área que compartían con dirigentes izquierdistas, comunistas y anarquistas, que también fueron (unos pocos) miembros del parlamento. Este movimiento promovía el llamado socialismo democrático y uno de sus más conocidos líderes fue Thomas C. Douglas, ministro bautista y miembro del parlamento federal y luego Premier de la provincia de Saskatchewan (oeste canadiense) cuyo gobierno introduce en 1947 el primer sistema de salud universal existente en Norteamérica. Paradójicamente, muchos médicos fueron contrarios al proyecto de salud pública. El Evangelio Social fue influyente en Estados Unidos también y su máximo líder fue el ministro religioso Martin Luther King Jr. quien levantó la lucha por los derechos civiles de la población negra en ese país y fue líder del movimiento por 13 años hasta su asesinato en 1968. Para los años 1980s el progresismo cristiano había perdido su fuerza en Estados Unidos.
Habían transcurrido 8 décadas del siglo 20 en que las revoluciones, Rusa, China y Cubana se entendían como los eventos más relevantes y eran contrarias a las oligarquías, los ricos y el imperialismo. Las reformas también ocuparon espacios importantes con la creación del Estado de Bienestar Social, principalmente en el llamado Primer Mundo y posterior a la 2da Guerra Mundial. El Tercer Mundo nunca tuvo permiso para el bienestar social, simplemente por la relación de dominación y explotación que el Primer Mundo ha sostenido siempre con respecto al Tercer Mundo. En esas 8 décadas hubo un grupo de ricos, con sus políticos y académicos y economistas serviles, que nunca aceptaron ni los cambios con foco al bienestar social y mucho menos pagar impuestos más altos con ese fin. Estos trataron de obstaculizar el papel del estado y cualquier acción en favor de la gente, pues no solo entendían las revoluciones como peligrosas a sus intereses sino cualquier acción por mínima que fuera en favor de los pueblos.
La vuelta al pasado
Los oligarcas que impulsaron el neoliberalismo en los 1980 estaban al asecho y aprovecharon para implementar la tarea de “volver al pasado” viendo que por diferentes causas podían contar con el apoyo de todos los capitalistas y exitosamente instaurar un nuevo “laissez faire” esta vez uno sin industrias, y por ellos quizás más poderoso y perverso que en el siglo 19. Volvieron con el cuento del libre mercado y la globalización, con licencia para saquear todo lo existente, incluso dentro del Primer Mundo mismo. Primero convirtieron a la prensa en nidos de charlatanes y máquina de propaganda, dominaron y controlaron a toda la clase política de gobiernos y parlamentos de buena parte del mundo, sus ciervos pero esta vez mejor remunerados que antaño, a políticos y administradores serviles se les tolera toda irresponsabilidad y aunque pagados por el estado y no por los ricos, nadie los juzga. Los estados sólo sirven para salvarlos a ellos de las crisis financieras que ellos mismos causan, para ser endeudados para su beneficio y para ser robados para su enriquecimiento como históricamente.
La decadencia del paradigma socialista y del sindicalismo consecuente, quebrado o vendido, los ha envalentonado tanto que están de fiesta: es una festichola de acabo de mundo donde la riqueza crece sin límites. En los parlamentos no emergen alternativas y que estemos en Canadá, México o España no cambia nada, las izquierdas y los progresistas verdaderos no existen allí y si alguno alcanza el poder se vende prontito a buen precio. Abundan los ex izquierdistas que se dan de llamar “progresistas” y algunos hasta “socialistas” simplemente para engañar votos. En España, en Francia, en Inglaterra, entre otros, en América Latina sobran ejemplos. Algunos como el Frente Amplio de Uruguay fueron gobierno y usaron la caridad para lidiar con problemas sociales serios, algo que antes miraban con repugnancia pasa a ser aceptable cuando lo hacen ellos. En Brasil el partido de los Trabajadores es un caso similar, en Chile tenemos los ex Concertacionistas y también los diputados llamados nuevos izquierdistas todos falsos, sentados a calentar asiento en los parlamentos obvios vasallos asegurando intocables las políticas de los ricos.
El túnel es largo y oscuro y no se ve la luz, tenemos que crearla fuera de los parlamentos, siendo que vivimos en medio de una catástrofe ecológica, una humanidad domesticada, ciega a la realidad de corrupción que ni entiende muy bien, parece ignorar que la economía es especulación y que una élite antisocial lo controla todo tal como históricamente lo ha tratado siempre de hacer, y que esta vez es muy poderosa y cuenta con numerosos admiradores y no sólo entre los ricos. El fascismo emerge cada vez más descarado. Potencias como Rusia y China parecen preocupados fundamentalmente de crecer su propia variedad capitalista, algo que igualmente molesta a Occidente intransigente con competencia de cualquier índole aun entienda que estos no son proyectos en favor de sus pueblos. Venezuela y Cuba, proyectos populares entre otros, como han habido muchos en América Latina, asediados diariamente con crueldad infinita enfrentan ataques morbosos, al tiempo que con honor mantienen una lucha titánica diaria contra el imperio de los ricos.
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