Por Jerson Martínez
Para quien viviendo fuera de nuestro país no conoce la situación, sepa que esta es tierra de gente digna y luchadora; pero, también tierra asaltada por corruptos y mafiosos cuya casa es la impunidad.
Para quien viviendo dentro ignora o quiere ignorar las diversas realidades del país, sepa que le están informando mal o para que no incomode (como suele hacer la verdad) usted prefiera cambiarle al canal, a la estación de radio o leer otros apartados en el periódico.
Para quien viviendo dentro o fuera de Honduras ya sabe, o si aún no se da cuenta sepa, de lo que pasó el 17 de enero de 2020, entre la OEA y el gobierno del señor Juan Orlando Hernández: la crónica de una muerte más que anunciada, la MACCIH guillotinada cual espectáculo medieval.
El 2015 luego del súper escándalo de corrupción sobre el millonario desfalco al Seguro Social y de que quien hoy es presidente aceptara que ese dinero robado financió su campaña presidencial, el pueblo hondureño hizo suya las calles con la marcha de las antorchas exigiendo la intervención de la ONU en la situación del país. En un intento bien logrado de apagar esa llama nació la MACCIH (Misión de Apoyo Contra la Corrupción y la Impunidad en Honduras), después de haber sacado a la luz varios vergonzosos casos de corrupción que involucraba a los “intocables” del Congreso Nacional y otros personajes venerables.
La MACCIH empezó a causar demasiadas molestias y como a los buenos profetas de la historia le ha tocado morir. Ahora que ya no está, como se hace con todos los difuntos, los verdugos de la MACCIH dirán: “tan buena que era, pero ya era voluntad de Dios”.
Para saber de las consecuencias de lo que ha pasado no hace falta consultar la bola de las brujas.
¿A las calles otra vez? ¿Dejar que las negociaciones de los corruptos se lleven a cabo como si nada? ¿Qué nos espera, o qué dejaremos que nos espere?
Eso solo lo responderá el pueblo hondureño.
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