sábado, 2 de marzo de 2019
El quinteto de la muerte
Rebelión
Por Gustavo Espinoza M.
De manera general se considera que en la crisis latinoamericana que afecta severamente la experiencia liberadora bolivariana; la responsabilidad principal recae en el Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, el señor Donald Trump.
En efecto, él personifica no sólo una política aventurera, violenta y agresiva, que pone en riesgo la vida de millones de personas en nuestro continente;: sino también refleja una voluntad depredadora que hoy azota al mundo y que se expresa en diversas latitudes del planeta, desde Afganistán hasta Siria, pasando por Irak, Libia y las tierras de la cautiva Palestina.
Pero, en verdad, no es Trump. O, en todo caso, no es sólo él, quien promueve e impulsa la guerra que ya parece inevitable y que hasta tiene casi una fecha de inicio: el sábado 23 de febrero, cuando el señor Guaidó “ordene” al ejército yanqui iniciar una ofensiva militar contra la Patria de Bolívar, para imponer, a sangre y fuego, la “ayuda humanitaria” que dice poseer y sueña repartir entre famélicos inventados y mendigos inexistentes.
Detrás de Trump están por cierto el Complejo Militar Industrial, las grandes corporaciones, los productores de armas, los mercaderes de la guerra, pero también los medios de comunicación que buscan “captar” audiencia, y lectoría, entregando “en primicia” las acciones a iniciarse: las primeras ciudades tomadas por la soldadesca, la fila de cadáveres que acaparen las pantallas, la nómina de unidades vencidas y los estropicios que habrán de ser saludados y puestos a consideración del mundo como expresión de la “victoria de la democracia”.
Claro que no será así. Porque en esta lucha, habrá muertos, pero no rendidos. Habrá ciudades quemadas, pero no caídas. Y se registrarán cuarteles derruidos, pero no tomados. Y es que la sangre que corre por las venas de los venezolanos no admite pausa, ni descanso. Tampoco desánimo. Menos aún, un símil de derrota.
Los estrategas de la guerra, no podrán entonces ni frotarse las manos, ni cantar victoria. El quinteto de la muerte no sólo tendrá que lamentar sus propias bajas, sino también la incapacidad de su ejército, que no pudo con Sandino en nuestro continente, ni con Cuba; ni con Corea, ni con Vietnam en el sudeste asiático; y que tampoco podrá con Venezuela ni con los pueblos de América Latina, que lucharán a su lado, para rabia del Imperio.
El quinteto de la muerte -todos debieran saberlo- está integrado por el núcleo selecto de demenciales asesores del Jefe de Estado Yanqui. Sus nombres, un poco desperdigados, asoman de tanto en tano en los cables de las agencias de noticias, pero pasan desapercibidos para “el gran público”. Por eso, vale la pena mencionarlos en directo, para que alguna vez, alguien les pida cuentas aquí en la tierra.
Se trata de John Bolton, el hombre que ofreciera cinco mil soldados puestos en la frontera colombo-venezolana para iniciar las acciones la semana pasada. También, Mike Pence, Vicepresidente USA, quien recorre de norte a sur el continente americano para recabar “adhesiones” de gobiernos complacientes y serviles. Se hizo conocido en la Cámara de Representantes por presentar proyectos de ley en beneficio de los hermanos Koch, que le financiaron sus campañas electorales.
Se trata, además de Elliot Abrams, un antiguo y condenado halcón que en los años 80 del siglo pasado se viera involucrado en el llamado “escándalo Irán-contras” cuando se descubrió que hizo uso de recursos del Estado para comprar ilegalmente armas a Irán a fin de entregarlas a las bandas contra revolucionarias que operaban ya en las selvas de Nicaragua enfrentando al primer gobierno Sandinista. Y Mike Pompeo, Secretario de Estado, integrante del Tea Party, el núcleo más conservador del Partido Republicano, y enemigo a muerte del aborto y de cualquier iniciativa destinada a controlar el uso de armas civiles en la población. Es, sin duda, otro trompetudo asesor para asuntos de guerra en nuestro continente, encargado para el caso del lanzamiento de las amenazas más urticantes contra el pueblo de Venezuela.
Y para que no faltara el quinto, está Marco Rubio, el socio de Bob Menéndez, parlamentario por La Florida, que lucio cono adversario de Trump en los comicios del 2016 pero que ahora canta melodiosas canciones de guerra en el oído del titular del Poder en la Sala Oval. De él, se dice que vive pegado como una garrapata a las orejas del Mandatario porque sueña con persuadirlo que la guerra que comience en Caracas, la termina en La Habana, más allá del infinito.
La presencia de este Rubio, es significativa. Antes, se decía que la Mafia cubano-americana controlaba La Florida. Hoy puede afirmarse que, con su influencia sobre Trump, esa Mafia controla la política exterior de los Estados Unidos.
Si en el pasado el gran país del norte podía considerase la patria de Abraham Lincoln, Patrick Henry, Walt Whitman, John Reed y Martin Luther King; hoy puede asegurarse que el recuerdo de esos hombres vive adormilada en la conciencia de millones. La voz del mundo en demanda de paz que se escucha en todos los confines del planeta; habrá de despertar a ese gigante, para que restablezca el sentido común en la Casa Blanca.
Estos son los que conforman el Quinteto de la Muerte. Ellos tienen en sus manos hoy las bombas que los soldados norteamericanos lanzarán mañana sobre aldeas y ciudades ubicadas al sur del río Bravo. Que nadie olvide sus responsabilidades.
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