viernes, 22 de marzo de 2019

Llamado a debate


Rebelión

Por Alejo Brignole

A inicios de 2018, el Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, publicó un polémico ensayo titulado La llamada de la tribu, que el autor definió como una “biografía intelectual”. Un recorrido personal por los filósofos sociales y teóricos de la economía que le ayudaron a ser lo que hoy es el escritor peruano: un defensor a ultranza del neoliberalismo y declarado detractor de cualquier planteamiento socializante. Según el Nobel, este libro “describe mi propia historia intelectual y política, el recorrido que me fue llevando, desde mi juventud impregnada de marxismo y existencialismo sartreano, al liberalismo de mi madurez, pasando por la revalorización de la democracia a la que me ayudaron las lecturas de escritores como Albert Camus, George Orwell y Arthur Koestler”.
Vargas Llosa nos explica su conversión desde aquellas posturas marxistas que dominaron su juventud hasta este presente como embajador del discurso único del capitalismo global. Autores como Karl Popper, Isaiah Berlin, Adam Smith o Friedrich von Hayek, entre otros, colaboraron a convencerlo de las bondades del liberalismo económico y del sistema actual que rige al mundo, incluso a pesar de sus asimetrías flagrantes.

Todos sabemos que Mario Vargas Llosa se ha consagrado –y con justicia– como uno de los grandes autores del llamado boom latinoamericano de la literatura surgido en la década de 1960. Sus méritos como escritor resultan indiscutibles en títulos como Conversación en la Catedral, Pantaleón y las visitadoras, o la más cercana La fiesta del Chivo, entre otros. Sin embargo, su último ensayo, La llamada de la tribu, ha suscitado severas críticas en cuanto a lo incompleto de sus premisas teóricas y al análisis sesgado que el creador peruano plasmó en sus páginas.

A la cabeza de estos cuestionamientos se halla un teórico social y consumado analista político, académico de renombre mundial como Atilio Boron, que decidió responder a las inexcusables falencias que Vargas Llosa exhibe en este nuevo ensayo.

En efecto, fue al terminar la lectura de La llamada de la tribu, que Boron se propuso asumir la réplica teórica y escribir otro ensayo titulado El hechicero de la tribu, en el cual desglosa muchos de los razonamientos y premisas que el Nobel expone con una parcialidad abrumadora, según nos cuenta Boron en su libro. Según palabras del mismo sociólogo, intenta explicar el “extravío intelectual y político del autor”.

El problema más acuciante para el académico argentino, doctorado en Harvard y galardonado por múltiples instituciones lo largo de su vida, es que el Nobel peruano decidió incursionar en unas materias –la filosofía social y la teoría económica– en las cuales resulta un advenedizo sin atenuantes. Según Boron, Vargas Llosa se adentró en profundidades mucho más complejas de lo que su gimnasia teórica le permite, algo que en el ensayo La llamada de la tribu queda demostrado: ausencia de rigor científico y nula vocación esclarecedora, a pesar de que éstas son las intenciones expresadas por el peruano cuando define a su último libro.

Sirviéndose de los textos de Gramsci, el argentino define la importancia que tiene Vargas Llosa en el mundo hispano en su rol de “intelectual orgánico” para el establishment, es decir, de portavoz de ideas y directrices destinadas a mantener la hegemonía neoliberal y el pensamiento único dentro de la sociedad capitalista.

Por su parte, el Nobel pretende diseccionar a teóricos sociales como Raymond Aron, Karl Popper, Von Hayek o Jean-François Revel –entre otros– y a través de ellos cimentar sus argumentaciones sobre el sentido de la democracia, el liberalismo económico y la finalidad del Estado. Sin embargo, Atilio Boron se lanza a una exégesis minuciosa de la obra del peruano y –más aún– del pensamiento de aquellos filósofos liberales citados por Vargas Llosa, con un único fin: mostrar las contradicciones de estos teóricos en función de lo que el escritor peruano tanto defiende: la democracia.

Boron explica en El hechicero de la tribu cómo el dogma capitalista de libertad económica irrestricta resulta incompatible con el verdadero desarrollo democrático, según plantea el peruano de manera acaso ingenua, si no fuera porque forma parte de un discurso perfectamente alineado con el poder corporativo. Es decir, Vargas Llosa omite en sus argumentaciones que los dueños de los mercados (y las ideas que los sustentan) no desean profundizar la democracia sino, apenas, aumentar la libertad mercantil para el lucro irrestricto, incluso a costa de la descomposición de los tejidos sociales.

Para finalizar, citemos un extracto de El hechicero de la tribu que condensa de alguna manera el espíritu de réplica que Boron logra con brutal solvencia en su ensayo: “En resumidas cuentas, la extensión global del capitalismo y su profundización han puesto en cuestión la viabilidad misma de la democracia. La reconciliación entre uno y otra fue provisoria y frágil: duró en los ‘años de oro’ de la recuperación de posguerra y se mantuvo gracias a la militancia de los sindicatos y las fuerzas de izquierda. La construcción de un orden liberal de posguerra carcomería inexorablemente las raíces de la democracia, no hasta el punto de hacerla desaparecer del todo allí donde pudo implantarse, pero sí hasta dejarla reducida a una rutina inoperante e improductiva puesto que, como lo recordara Macpherson, las ‘clases propietarias’ permanecieron en control del poder y neutralizaron los efectos desquiciantes o por lo menos perturbadores del sufragio universal y el activismo de sindicatos y movimientos sociales”.

El debate, sin dudas, está servido, pues Vargas Llosa puede convencer a las masas pero muy probablemente no podría sostener sus premisas en una discusión teórica de rigor académico, tal como Atilio Boron y su ensayo El hechicero de la tribu dejan en evidencia. 

Alejo Brignole, Analista internacional y escritor 
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Llamado a debate a Vargas Llosa 

En mi último ensayo, El hechicero de la tribu se desmontan, unas tras otras, las falacias de la prédica liberal de Mario Vargas Llosa. En sus ensayos sociales y políticos el narrador peruano retorna ininterrumpidamente sobre una misma premisa, jamás examinada críticamente: que el liberalismo y la democracia son dos caras de una misma moneda y que la última es insostenible si no se apoya sobre una estructura capitalista regida por las leyes del mercado.

La premisa es falsa a la luz de los hechos históricos e inconsistente desde el punto de vista de la filosofía política. Sin dudas estos desacuerdos cimentan un debate muy necesario en estos tiempos, en este auténtico cambio de época en donde la humanidad deberá resolver cuál es el camino a seguir sin vulnerar los derechos fundamentales de las mayorías, con un planeta agotado y al borde del colapso medioambiental bajo las mismas premisas que el Nobel tanto defiende. Por esta imperiosa necesidad de un debate profundo, sincero e ineludible, estoy dispuesto a discutir en profundidad y con respeto esta divergencia fundamental con el autor de La llamada de la tribu,  para que confrontemos nuestras visiones con rigor académico a la luz de los hechos que la historia misma nos ofrece. Verdades demostrables que el gran escritor peruano parece desatender.

A través de estas líneas arrojo este guante que, esperemos, Vargas Llosa se atreva a recoger cuándo y dónde lo estime conveniente. Creo que se lo debe a sus lectores.
Atilio Boron, Cientista político y escritor

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