miércoles, 10 de agosto de 2016

“Será la tierra quien derrote al capital”



Por Camilla Hoshino y Camila Rodrigues da Silva

Traducción del portugués para Rebelión de Susana Merino.

La humanidad no será capaz de derrotar al capital pero comienzan a organizarse nuevos modelos de sociedad que pueden evitar el fin del planeta. Tal es el análisis del teólogo, escritor y profesor Leonardo Boff en cuanto al futuro de la “Casa Común”, término acuñado por el papa Francisco para referirse al mundo en que vivimos.

“Creo que no lograremos derrotar al capital con nuestros propios medios. Quién derrotará al capital será la Tierra, negando los medios de producción, como el agua y los bienes de servicio, obligando a cerrar las fábricas, a terminar con ilusorios grandes proyectos de crecimiento”, opina.

En una entrevista exclusiva a Brasil de Fato y a Jornalistas LIvres en la XV Jornada de Agroecología Boff también es optimista identificando nuevos modelos de organización que tienen por objeto central la subsistencia y el cuidado de la naturaleza y los ensayos sobre biorregionalismo.

“Existen más de 1010 lugares en los que se intenta vivir de manera sostenible y superando límites artificiales que los seres humanos han instalado, como los municipios y las regiones geográficas”, explica.

El teólogo también se refiere al escenario político que esta antecediendo a la votación del impeachment en el Senado. “Si Dilma tiene que irse, puedo imaginar adónde irá a parar el país, porque Temer es un presidente sin legitimidad, referente de sí mismo y que no puede salir a la calle sin ser abucheado”, agrega.

La entrevista es de Camila Hoshino y Camila Rodrigues da Silva para el diario Brasil de Fato.

Casa Común y agroecología

Existen dos categorías básicas sin las cuales no garantizamos el futuro de una nueva civilización. La primera es la sostenibilidad que garantiza el mantenimiento de los seres y su reproducción, tanto para nosotros como para las futuras generaciones.

Pero la sostenibilidad por sí misma carece de la fuerza intrínseca para realizarse. Precisa del cuidado. El cuidado entraña una relación inversa de la que produce la agresión de la modernidad, que es violenta, destruye y agota los ecosistemas.

De modo que el cuidado no es solo un gesto sino un paradigma. Es decir, un conjunto de valores, de ciclos, de actitudes que tiene como efecto la protección y el mantenimiento de lo que existe y de lo que vive. La categoría cuidado cumple una función de columna que sustenta un nuevo ensayo civilizatorio.

Es muy importante el título que dio el papa Francisco a la encíclica “Cuidando la Casa Común” Si nosotros no cuidamos nuestra casa común esta se convertirá en una tapera y nadie puede vivir en una tapera. Va perdiendo su biocapacidad, es decir, su capacidad de producir vida y puede amenazar el futuro de la especie humana y la vida de la naturaleza.

Hemos llegado a un punto en que resulta fundamental cuidar todo y responsabilizarnos de los seres que allí viven porque la biodiversidad, que es la relación con todos, teje aquella trama que sustenta a todos y lleva adelante el proceso.

La agroecología ha entendido que se debe producir según los ritmos y la lógica de la naturaleza, no según la lógica de la producción que consiste en la superexplotación. Es preciso extraer de ella lo que necesitamos pero darle tiempo para que se autoreproduzca y siga dándonos vida a nosotros y a toda la comunidad.

No basta con producir buenos elementos para la salud humana, la agroecología implica una nueva relación con la naturaleza. Una relación de respeto y de cooperación. No estamos sobre ella con el puño cerrado del que domina sino con las manos abiertas de quien acaricia.

Biorregionalismo, otro modelo de relación con la Tierra

Existen actualmente no menos de 1010 ensayos de biorregionalismo, que diseñan un desarrollo adecuado a una biorregión, a un territorio. Se aprovechan los medios, bienes y servicios que la naturaleza aporta, y se produce de forma colectiva en pequeñas empresas de manera orgánica teniendo en cuenta las tradiciones del lugar, conociendo cómo se formaron sus montañas, cómo son sus ríos.

Este tipo de experiencias se iniciaron en Escocia y se fueron difundiendo en el mundo. Hoy en día existen muchas de estas comunidades, en India, en Minas Gerais, Brasil. No sé en cuantos países pero sí sé la cantidad. Hay más de 1010 lugares donde se trata de vivir de manera sostenible, superando los límites artificiales que han establecido los seres humanos los municipios y las regiones geográficas. Dentro de esos espacios se trata de aprovecharlos de manera más racional. Son economías de subsistencia y no de acumulación.

Se comprende que es preciso mejorar los bosques ribereños para que las aguas sigan fluyendo en abundancia, en empresas pequeñas para reducir el transporte desde otros mercados gracias al consumo de petróleo y contaminando más, integrando a las personas, conocer la historia de la región, sus comidas, las personas destacadas que allí vivieron, sus poetas, sus artistas, sus cantores. Es exactamente la Casa Común. Y no ver a la Tierra como una forma de producción, que es lo que hace el capitalismo partiendo de una visión absolutamente instrumental.

En mis viajes percibo que está surgiendo una nueva conciencia. Y si partimos de la noción de que la Tierra es un organismo vivo, de que tiene vida en sí misma, de que tiene objetivos, irán apareciendo nuevas ideas, nuevas utopías, nuevas formas de producir y de construir casas, de utilizar los bienes y los servicios de modo que se reduzca la pobreza hasta medidas responsables y sostenibles.

Es preciso que estas biorregiones se abran a otras comunidades porque hay cosas que no se pueden mantener en áreas reducidas, como la electricidad e internet. De modo que todo eso nos genera esperanza. El ser humano está comenzando a tomar conciencia del riesgo que corre y de que con tecnología e inteligencia puede encontrar salidas salvadoras.

Cambios culturales y políticos

Tenemos un gran problema porque teóricamente desmantelamos el sistema capitalista. Sabemos que comete dos injusticias. Por un lado sabemos que acumula mucha riqueza en pocas manos mientras existe una enorme pobreza. Es decir una injusticia social.

Comete una injusticia ecológica devastando ecosistemas íntegros, creando verdaderos desiertos, especialmente a causa de la minería. El capitalismo es un buen sistema para producir riqueza, pero pésimo para generar igualdad y justicia.

Pero todavía somos víctimas de la cultura del capital cuya gran fuerza nos obliga a cambiar periódicamente nuestro celular o nuestras zapatillas, seguir la moda, comprar sus productos que se ofrecen en abundancia. Eso nos vuelve consumistas. Cambiar esa actitud exige educación y conciencia. Estamos bastante atrasados.

A partir de los últimos datos que publicó la ONU sabemos que necesitamos 24 elementos fundamentales para mantener la vida, agua, suelo, clima, fibras, metales básicos para fabricar entre otras cosas instrumentos. De estos 24 elementos, 15 están en alto grado de agotamiento. Dos de ellos pueden generar el colapso de nuestra civilización: la falta de agua y el calentamiento global. La coincidencia de los dos puede producir un desastre mundial como el hambre de millones de personas que no aceptarán el veredicto de muerte. Puede convertirse en una catástrofe mundial.

La irracionalidad del capital

El sistema capitalista se está dando cuenta que no consigue reproducirse. Solo hace más de lo mismo. Eso ya lo decía Marx. Cuando al capital se agota a partir de los bienes que puede explotar, va a explotar el dinero. Hoy el capital se usa especulativamente. Hay 60 trillones dedicados a la producción produciendo autos, heladeras, zapatos, y hay 300 trillones en la Bolsa, en la especulación, en el dinero virtual que no existe pero que la gente usa para intercambiar y negociar. El gran objetivo histórico del sistema es acumular lo más posible.

Creo que no lograremos derrotar al capital con nuestros medios Quien derrotará al capital será la Tierra, negando los bienes productivos como el agua y los bienes de servicio, haciendo cerrar sus fábricas y terminando con sus grandes e ilusorios proyectos de crecimiento.

Pero también puede producir unas enormes consecuencias negativas para la humanidad. Desestabiliza gobiernos para instalar el neoliberalismo que constituye la mayor acumulación posible de capital. En los EEUU el 1% acumula el equivalente al 90% de la población. En Brasil 71.000 personas controlan la mitad de la renta nacional. Y con ese dinero manipulan al Estado, compran políticos y manejan el funcionamiento de la economía. Eso demuestra la irracionalidad del sistema.

De modo que no estamos en una crisis sistémica. Por eso debemos concienciar a la gente, tenemos que ser insistentes en el sentido de retomar continuamente los temas ecológicos. El papa ha escrito la Encíclica no para los cristianos sino para la humanidad. El tiempo cronológico corre en nuestra contra. O cambiamos ahora o será demasiado tarde.

Dos sistemas en juego

Lo que está en juego son dos sistemas. Un sistema que supone una sociedad más pequeña de un 20% de personas que tendrán los mejores productos. Un proyecto de sociedad cerrada, con una democracia más reducida, con baja representatividad, es decir, puro neoliberalismo.

Y otro proyecto existente es el de una democracia más amplia, abierta a los temas sociales y que tiende a incluir a los que históricamente han estado excluidos. Ese era el proyecto del Partido de los Trabajadores (PT) y de sus aliados, que pretendía establecer políticas sociales significativas tendentes a terminar con el hambre y procurar casa, electricidad, acceso a otros bienes, créditos accesibles, formación de cooperativas, apoyo a la agroecología, etc. Todavía no es la solución, pero abre ya un camino de esperanza.

Pero no es suficiente con generar consumidores, hacer que las personas accedan a los bienes. Es preciso formar ciudadanos críticos, que critiquen el sistema, que pretendan una democracia no solo representativa, sino participativa, que quieran una mejor educación, transportes mejores, espacios para el ocio y la cultura. El PT y sus aliados no atendieron suficientemente estos aspectos. Se hizo bastante, pero lo cierto es que con la crisis quienes apenas eran consumidores o que habían superado el hambre, corren el riesgo de volver a la antigua miseria. Si fueran ciudadanos críticos buscarían caminos alternativos.

Entonces, tenemos dos visiones del mundo contrapuestas y aquí viene la pregunta: ¿cuál de ellas incluye una esperanza de futuro? No es la primera, porque ya lleva 200 años produciendo desgracias en la mayor parte de los continentes. Una nueva democracia abierta, más humana y más amiga de la vida es la que contiene la esperanza. Está acumulando energías hasta producir un tsunami de buena voluntad y creatividad. Ahí sí comienza para mí el siglo XXI.

El escenario Dilma o Temer

La actual situación política de Brasil es extremadamente confusa. Es como un vuelo a ciegas y nadie sabe decir hacia dónde vamos. Si se confirma el impeachment y Dilma tiene que renunciar, puedo imaginar adónde irá a parar este país, porque Temer es un presidente sin legitimidad, que solo es referente de sí mismo y que no puede salir a la calle sin ser abucheado.

Tiene una bajísima aceptación popular. Creará un problema social que desembocará en un problema político debido al montaje especialmente excluyente que ha hecho, por su ataque a los programas sociales inaugurados por los gobiernos de Dilma y de Lula. Una situación que va a forzar posiblemente la realización de un plebiscito y regresaremos al primer párrafo de la Constitución que dice que el pueblo debe decidir porque es él el sujeto del poder.

El otro escenario es que vuelva Dilma. Existe un gran debate entre los senadores para conquistar a los indecisos.

Si ella vuelve, ella misma ha prometido que hará otro gobierno. Ha descubierto al pueblo brasileño y su cariño, especialmente por parte de las mujeres. De modo que hará un gobierno diferente con personalidades destacadas del país, más allá de los partidos.

Va a atacar el problema más urgente que es el económico y a orientar una reforma política porque con el actual parlamento es imposible hacer casi nada. Es uno de los más retrógrados y reaccionarios de la historia republicana brasileña. Si vuelve será otra Dilma con otras políticas y otras estrategias.

Hasta ahora no sabemos cómo será la votación del impeachment. Espero que haya un mínimo de racionalidad y que se comprendan los argumentos.

Hay una ley que está presente en todas las jurisdicciones desde Hamurabi hasta la actualidad y que es in dubio pro reo, esto es, ante la duda quien tiene primacía es el reo.

Los grandes juristas, como Dalmo Dallari, dicen que no hay delito. Pero para mí el mayor argumento procede del Ministerio Público Federal que dice:” Aquí no ha habido dolo, por lo tanto no hay delito, aconsejamos cerrar el proceso”.

La presión no solo es brasileña sino también internacional. Se trata finalmente de defender lo poco de democracia que tenemos. Por muy frágil que sea, aun es el lugar en que podemos convivir y discutir sobre quienes nos representarán. Dilma representa la democracia. Negar a Dilma es negar la democracia. Y negar la democracia es un golpe. Y debemos decir que efectivamente es un golpe.

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