miércoles, 24 de agosto de 2016

Un país gobernado por los vientos



Honduras sigue llenando su cotidianidad con historias tristes, dolorosas y cada vez más desgarradoras producto de la violencia y la criminalidad que azotan a este pueblo crucificado. La tensión que se vive en la calle pensando que alguien lo va a asaltar o que se pueda presentar una balacera es parte del diario vivir de la gente.

Muchos no soportan esa tensión y buscan salvar su vida y la de su familia, salen del país en busca de oportunidades aplicando la frase aquella que se ha vuelto tan común en estos tiempos: preferir morir en el intento de huir de la violencia que morir en una balacera o por oponerse a ser extorsionado en su propio barrio o comunidad.

Y los más afectados son nuestros jóvenes, nuestros niños y niñas. Muchos se quedan sin padre y madre producto de la violencia, destruyendo de esta manera ese tejido familiar que es el sustento de una sociedad bien cimentada. Y es así como nuestra juventud, sin oportunidades, y ahogada por la falta de un empleo, lucha por sobrevivir en un país gobernado por los violentos. Y eso se traslada a la comunidad. El ambiente que se respira en los barrios y colonias es tenso porque vivimos sumergidos en una realidad violenta que de a poco nos ha ido robando la tranquilidad.

Los pobres, que son mayoría en este país, son los más afectados, y entre los pobres son las mujeres y los niños y niñas las víctimas directas de esta sociedad violenta. Muchos de ellos y ellas se enfrentan cada día a una lucha titánica en este país de las desigualdades donde la brecha entre los ricos y los pobres se agranda cada vez más con un sistema político atrapado en la corrupción y la violencia.

Ya lo dicen bien los distintos sondeos de opinión que se levantan en el país, que el fenómeno de violencia ha aumentado su incidencia en Honduras hasta el grado de convertirse en un problema de primer orden a la par de la pobreza, la corrupción, el desempleo y la conflictividad política.

Pero también la violencia contra la juventud se ve reflejada y agudizada por la falta de oportunidades de vida. Esta situación ha llevado a que la ciudadanía viva en la zozobra, la sospecha y el miedo. Y esto no es vida.

Como país y como ciudadanos y ciudadanas necesitamos romper con la lógica del miedo y la sumisión para abrirnos a una nueva oportunidad. Exigir el derecho al empleo y a vivir dignamente en un país que debe ser para todos y todas.

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