lunes, 15 de agosto de 2016

Las Naciones Unidas y el Derecho a la Educación de los pueblos indígenas



Por Chaco de la Pitoreta* 

A propósito del 9 de agosto: las Naciones Unidas y el derecho a la educación de los pueblos indígenas (la hipócrita conspiración para desmovilizar a una sociedad que se quiere, sueña y reconstruye desde otra democracia).

No hace falta adentrarse mucho a las comunidades indígenas Tolupanes para darse cuenta lo abandonadas que se encuentran, la vulnerabilidad en la que viven y la permanente amenaza que reciben con la neo-colonización que los va expulsando sistemáticamente de sus territorios y recursos. Los Tolupanes, como los otros pueblos originarios de Honduras, enfrentan una estrategia de exterminio y  aniquilamiento que dista mucho de lo que las Naciones Unidas escribieron cuando, supuestamente pensando en ellos y ellas, redactaron el acuerdo que establece el 9 de agosto como el día internacional de los pueblos indígenas. Un día en el calendario que, me parece a mi, no es más que 24 horas de respiro que la oligarquía necesita para reconstruir la estrategia desmovilizadora que amenaza a sus socios locales.

En 2016 el organismo internacional decidió que sería el año de la educación para tales pueblos. Para ello estableció contactos con los Estados y los instó a que hicieran reales esfuerzos por la educación. La demanda se plantea como una educación de calidad que no solo se supone desde el acceso y la pertinencia de la educación para con estos pueblos sino, desde luego, en el reconocimiento de su existencia pública, gratuita y como derecho. Y, hace énfasis el organismo, el destino de los recursos necesarios para que esa educación, con esas condiciones, promocione la dignidad de las personas indígenas en sus entornos, con sus identidades y sus bienes naturales. 

Pero la promesa de escuelas y educación de calidad sigue siendo un sueño que no llegó con los gobiernos anteriores y menos que lo haga con éste o con lo que sea después de que se termine de instalar esta dictadura presidida por Juan Orlando Hernández. En dictaduras - del tipo que se instalan en Honduras  - no importan los mandatos de los organismos internacionales y menos, desgraciadamente, el mandato del soberano, el pueblo que es quien realmente debería mandar por que la ley son las armas, el poder el dinero y los que administran son asesinos del Derecho Humano.

En cambio llega el despojo, la minería genocida canadiense, las armas gringo-americanas que matan nuestros líderes y el sabotaje local perpetrado por una mediocre, corrupta y desleal burguesía que se vende al narcotráfico y crimen organizado para poder mantener su cuota de poder. Es decir que en vez de escuelas y educación pertinente de Estados Unidos y Canadá nos vienen transnacionales mineras para explotar nuestro suelo y compañías militares con sus armamentos y tácticas para garantizar la seguridad de estas corporaciones y entrenar a los que después nos matan por oponernos a este maldito modelo neoliberal.

La ONU debería saber que lo que mi pueblo Tolupán necesita no son decretos, ni nombramientos de días para reconocer la identidad indígena que llevamos más de mil años de tenerla y transmitirla de generación en generación, tampoco objetivos para enfatizar el derecho a la educación. Lo que mi pueblo necesita es la posibilidad de hacerse libre, desde el reconocimiento de sus propias cosmovisiones, la valorización de sus identidad cultural, el respeto por sus territorios y bienes naturales y, desde luego, la dignificación de nuestras ancestros y ancestros. 

Si tanto interés tiene las Naciones Unidas en cambiar la realidad de los pueblos indígenas de Honduras que empiece por cambiar su hipocresía funcional para con las tiranías que sangran mi patria. Que demanden justicia para Berta, Edixson, Margarita, Chungo Guerra, Tomás y todos y todas las demás compañeras cuya muerte, promovida por este modelo de gobierno y avalada por los estados que  financian – hipócritamente como los gringos – su existencia sean condenados y obligados a resarcir el daño que le hacen a nuestros pueblos. Después de eso, quizá yo vuelva a tener un poco de fe en su existencia.

* Poeta y gestor cultural hondureño


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