viernes, 12 de agosto de 2016
El diálogo, el camino
El diálogo que recientemente se celebró en la Universidad y que logró acuerdos para revisar a fondo las normas académicas y garantizar mecanismos para la plena participación del estudiantado en los procesos e instancias de decisión, mostró a unos líderes estudiantiles que saben unir la razón con la pasión, el entusiasmo con la prudencia, la rebeldía con la inteligencia.
Por su parte, las autoridades universitarias fueron abriéndose progresivamente hacia la escucha de los demás. De ser tajantes se fueron deslizando hacia la apertura hasta lograr acuerdos negociados. El diálogo mostró que no hay temas inflexibles, que quienes tienen que flexibilizar posiciones son las personas.
Un conflicto puede derivar en una oportunidad para avanzar hacia mejores situaciones, o puede derivar en confrontación, amenaza, violencia y eliminación innecesaria de adversarios. Las autoridades universitarias comprendieron que los líderes estudiantiles no pueden ser tratados como enemigos, y los estudiantes organizados comprendieron que las autoridades universitarias no son ni pueden ser enemigos a destruir.
La cátedra más importante de la Universidad Nacional Autónoma en estos tiempos turbulentos, es la apertura a la realidad nacional desde la escucha y el diálogo con los que son diferentes y piensan distinto. Ese aporte a la sociedad es invaluable, y este ha sido el aporte alcanzado en estos días con el exitoso diálogo universitario.
El diálogo universitario nos ha mostrado el camino de las soluciones pacíficas a los conflictos. En la sociedad se acentúan las salidas violentas y las respuestas represivas a las protestas y malestares sociales. Pesa en la sociedad la ley de los fuertes por encima de la ley y de las instituciones. La institucionalidad ha acabado al servicio de las arbitrariedades de las personas y grupos que tienen poder y dinero. La Violencia y todo lo que tiene que ver con las soluciones violentas a los problemas, sólo las podremos hacer frente con éxito, a partir de acercamientos entre distintos sectores, que por muy opuestos que sean, que conduzcan a que la institucionalidad funcione, como es el caso de la universidad. En este caso, lo que menos importa es si la rectora tenía la razón o si la tenían los estudiantes. Lo que importó es que todos pusieran en marcha un proceso para que la universidad funcionara conforme a acuerdos compartidos.
Una sociedad como la nuestra, que cuenta con instituciones tan frágiles, subordinadas casi siempre a las decisiones arbitrarias de personas, sólo avanzará hacia una resolución de los problemas, si hay compromisos por fortalecer la institucionalidad.
Por ello, alabamos el diálogo celebrado en la universidad, porque así se abre el camino, el único para avanzar a la búsqueda de respuestas a los profundos conflictos que no hemos logrado resolver en la sociedad hondureña.
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