sábado, 6 de agosto de 2016

El nefasto papel de la jerarquía católica




Los extraordinarios cristianos católicos solidarios que hemos conocido en los últimos 40 años no deben asumir como propia la nueva vergüenza de su jerarquía. Esos obispos corruptos y su cardemal no representan el evangelio de la vida, y ninguna oportunidad de resurrección.

Las alianzas de esas sotanas perversas con los políticos corruptos y los militares criminales se arrastran desde el cariato hasta nuestros días, pasando por la horrible bendición de la guerra sucia. Las excepciones existen, por supuesto.
En Tegucigalpa el difundo obispo Héctor Enrique Santos y su marca pasos Oscar Andrés Rodríguez se reunían siempre con los militares para rociar agua bendita sobre sus planes siniestros. Ellos saben que lo sabemos.
Ambos religiosos le compartieron las hostias consagradas al psicópata general de la muerte, Gustavo Álvarez Martínez, y le dieron el santuario de la virgen de Suyapa a las bayonetas. Y luego vinieron Juan José Pineda, Darwin Andino y otros amanuenses arquidiocesanos metidos debajo del traje púrpura que habían creado los Atala y los Facussé.
Esos religiosos que han tomado en ofrendas y en pagos el dinero de las familias cristianas y que, igualmente, han aceptado donaciones de grupos delincuenciales mortíferos del país, ahora están ante la historia. Juzgados por sus propios hermanos. Denunciados en su propio clero. Víctimas de sus propios actos.
Y son los mismos que las familias de las víctimas de la guerra sucia hemos denunciado por guardar silencio o por actuar al lado de los militares y policías torturadores, santificando casas de empresarios narcos y orando al lado de los políticos ladrones. Y ellos, en cambio, atacándonos siempre.
Hay revelaciones en los testimonios de víctimas de torturas en los años ochentas que a las celdas del DIN y del 3-16 llegaban religiosos a cuestionar sus actividades políticas y a poner señales de extrema unción sobre sus cuerpos. Invocaban moral en calabozos que olían a sangre. Igual que hicieron en Argentina al lado de Videla y en Chile con Pinochet.
Son los mismos santurrones que han enfrentado sin razón a las mujeres que reclaman las píldoras del día después, y han parado los textos de orientación sexual para niños y jóvenes en escuelas y colegios. Y son esos mismos soldados de la moral que envían al infierno a los homosexuales y lesbianas, mientras ellos practican sodomía aquí en la tierra.
En Honduras después del huracán Mitch, la corrupta elite cachureca y liberal cabildeó en el Vaticano el nombramiento de Oscar Andrés como cardenal para usarlo a su antojo, como marioneta de la tragedia natural. Y el presidente Flores Facussé lo puso a controlar la agitación social en el Foro de Convergencia, a dirigir el Consejo Anticorrupción para quebrar la competencia bancaria de los Atala y a elegir los contratos de energía térmica para los Kafie.
El cardenal aquí, el cardenal allá. Su eminencia preside la comisión de educación para quebrar el estatuto de los maestros y fundar su propia universidad católica, la reverendísima representación controla el millonario proyecto telebásica por canal 48 y se enoja el pastor evangélico Evelio Reyes del canal 57.
El CARDOSCAR, el Cardenal Oscar, revienta al obispo Santos de Copán por antiminero y bloquea la Universidad jesuita Centroamericana en Teguz. Y así fue entre los titulares el paso del religioso más influyentes sobre el Estado de Honduras. Hasta que calló. El golpe lo botó.
Golpistas, golpistas, eso le grita todavía el pueblo a los ministros de fe desde 2009, incluyendo a los pastores manipuladores del miedo, los que también obtuvieron canonjías y privilegios de los asaltantes del poder de la nación. Los que alababan a Romeo y a Micheleti y maldecían la resistencia popular. Mercaderes de templos. Pícaros de toda laya. Ellos se repartían frecuencias de radio y tv mientras el pueblo recibía gases. Y no pagan impuestos. Y fundan negocios en nombre del Señor…
Pero el traje principal es el purpurado del príncipe su eminencia reverendísima, engolado de miércoles, que ha barrido por años los salones de Casa Presidencial con Facussé, Maduro, Lobo y Hernández. Ha sido la figura perfecta de los mafiosos que intentaron inclusive imponerlo como Papa de Roma. Y todo su séquito se frotaba las manos con esa posibilidad. Ya se miraban arropados los delincuentes por el heredero de Pedro. Y éste, tocando el sax, se derribó entre sus millones. Y se hizo invisible. Viajero. Reformador sin reformas. Predicador sin prédica.
La lección que nos queda es para usted. Hay que echar a los religiosos y a los ladrones del Estado. Juntos no pueden estar. Los mismos son peligrosos. El continuismo del mal o la reelección de las tinieblas, son tóxicos para el país.
Que así sea… perdón, que así no sea!
Editorial programa radial Voces contra El Olvido

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