jueves, 25 de agosto de 2016
Guadalupe Ruela: La sangre del pobre se ha convertido en negocio
En Honduras la violencia parece no tener fin. Según datos divulgados por la propia Secretaría de Seguridad, entre enero a julio de este año, fueron asesinados dos mil 917 personas.
“Los que se benefician de la violencia y la criminalidad son los que hacen negocio de la seguridad privada. El negocio de la fe, toda la predicación a cerca de una teología de la prosperidad. Cada día vemos más pastores, más sacerdotes, que se están convirtiendo como un adormecedor de la gente porque van con miedo buscando esperanzas allí y lo que encuentra es una predicación que solo se convierte en un motivo de alienación”, manifestó el director de Casa Alianza Honduras, José Guadalupe Ruela.
Casa Alianza, que en Honduras atiende a niños y niñas de y en la calle, recibirá en octubre el Premio Derechos Humanos que cada año entrega el centro de estudios WOLA que es la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos.
“Pero también se está beneficiando la clase política tradicional. La sangre del pobre se ha convertido en un negocio para un pequeño grupo” aseguró Ruela.
En el marco de esta realidad, Radio Progreso (RP) dialogó con el director de Casa Alianza, José Guadalupe Ruela (JGR).
RP. ¿Cuál es la realidad de la violencia y criminalidad en Honduras en la actualidad?
JGR. En Honduras la violencia está incrementándose, está expandiéndose, pero cada día hay más actores, sobre todo de gobierno y algunos medios de comunicación que insisten en simplificar la violencia.
RP. ¿Cómo simplifican la violencia?
JGR. Nuestras autoridades insisten en hablar no de violencia sino de un solo tema: de muertes violentas, que siguen siendo muy altas en el país. Pero se les olvida decir que en el 2015, por ejemplo, más de dos mil cuatrocientos niños y niñas fueron abusados sexualmente, se les olvida decir cuántas empresas han cerrado por el tema de seguridad, que más de ocho mil niños han huido y que han llegado a la frontera de Estados Unidos a causa de la violencia…, entonces el debate se ha centrado en una estadística, la estadística de cuántos asesinatos hay por cada 100 mil habitantes.
RP. Pero el gobierno informa, dentro y fuera del país, que la criminalidad y la violencia va a la baja.
JGR. En todo caso lo que se ha reducido es una tasa que se ha hecho de manera artificial, pero en la calle las muertes siguen igual, y es más, las extorsiones, el cierre de negocios, la violencia contra las personas traducidas en asaltos continúan, entonces cuando salimos a la calle tenemos miedo, tenemos temor.
RP. ¿Y la comunidad internacional acepta esos datos?
JGR. Lo que sucede es que se juegan muchos intereses. Por decirle un elemento, en el país del norte están entrando a una dinámica electoral bastante compleja, una dinámica electoral muy marcada por el miedo, entonces allá en Estados Unidos ellos tienen que demostrar que tampoco han fracasado porque Estados Unidos ha financiado la militarización de este país, Estados Unidos ha financiado el modelo represor de seguridad que hay en este país, y ese modelo ha fracasado, entonces ellos temen que ese fracaso se lo achaquen.
RP. ¿Por qué vivimos en una sociedad tan violenta?
JGR. El modelo económico y político que tenemos en la actualidad es generador de violencia. Es un modelo en el que se pretende financiar a un pequeño grupo de poder, financiarlo con favores políticos, financiarlo con financiamiento nacional o externo. La palabra más de moda en la política económica de hoy es la alianza público–privada, significa que el gobierno financia a un pequeño sector fuerte de la empresa privada a costa de no hacer inversión social y no hacer inversión económica en la población.
RP. ¿Qué otros factores agudizan la violencia?
JGR. La violencia se ha incrementado debido a que el gobierno ha dejado entrar al crimen organizado de una manera impune al país, y no solo lo ha dejado entrar sino que se ha vinculado con él. Tenemos también un bajo nivel de oportunidades sociales para la población. De cada 100 adolescentes sólo hay cupo en educación secundaria, para 35, 65 quedan fuera, entonces no estamos haciendo lo suficiente para darle a la población lo que necesita.
RP. ¿Es el crimen organizado el responsable de tantos actos criminales?
JGR. Sí, y traducido a que el crimen organizado no son las maras y las pandillas. Además de las maras y pandillas hay un montón de bandas criminales en las cuales han participado alcaldes, policías, militares, personal de la población, y ese montón de bandas están haciendo estragos en el país, pero no tenemos datos confiables, vivimos de la especulación, entonces la gente tiene más zozobra porque al no tener información lo que tiene es inseguridad.
RP. ¿Quiénes son las víctimas de la violencia?
JGR. Son los pobres, y dentro de ellos las mujeres y los niños. La mayoría de la población en Honduras es joven, la mayoría de la población es pobre. Los pobres son los más impactados por la violencia, lo que sucede es que el discurso oficial culpa a los pobres. Nos han ido educando y enseñando a decir que un joven o una niña o un niño pobre están en riesgo de hacerse un delincuente, por eso los quieren llevar a los batallones a formarlos. La violencia no es fruto de la pobreza, la pobreza y la violencia son fruto de la injusticia, de la injusticia de los que más tienen contra los que menos tienen.
RP. ¿Qué efecto está teniendo la violencia y criminalidad en la vida cotidiana de la gente?
JGR. Hay un efecto de destrucción del tejido familiar y del tejido social. Las familias han perdido la posibilidad de organizarse para protegerse, para buscar el desarrollo común sobre todo en las áreas más afectadas por la violencia. Hay un efecto a nivel psicosocial. La población está expuesta a niveles de violencia terribles que los llena de frustración, de estrés, y a su vez los hace tener reacciones violentas. No es de extrañar que hay gente que se pelea en la calle por un semáforo, por una mirada, pareciera que todo se resuelve a base de violencia, de insulto, de golpes.
RP. ¿Qué significa que la población viva con miedo?
JGR. Significa que la gente no está dispuesta a ver, a oír a los demás como personas sino como sospechoso, sospechamos de todo el mundo, no creemos en nadie, la gente va con miedo a su trabajo, regresa con miedo al hogar, tiene miedo poner un negocio, tiene miedo a opinar, a hablar. Se truncan las esperanzas. La gente siente que en este país no se puede salir adelante, la gente pierde la esperanza y una vez que se pierde la esperanza se conforma.
RP. ¿Quiénes se benefician de una sociedad que ha sido sometida al miedo y a la sospecha?
JGR. Quienes hacen negocio de la seguridad privada. El negocio de la fe, toda la predicación a cerca de una teología de la prosperidad. Cada día vemos más pastores, más sacerdotes, que se están convirtiendo como un adormecedor de la gente porque la gente va con miedo buscando esperanzas allí y lo que encuentra es una predicación que solo se convierte en un motivo de alienación. Pero también se está beneficiando la clase política tradicional. La sangre del pobre se ha convertido en un negocio para un pequeño grupo.
RP. ¿Y las fuerzas del Estado a quiénes persiguen?
JGR. Tenemos un acelerado proceso de militarización, un discurso muy contradictorio. Hace unas tres semanas, el Estado dijo en Ginebra, que durante el último trimestre del año iba a replegar a las Fuerzas Armadas de la seguridad, sin embargo estamos viendo inauguraciones de postas militares, ya no solo hay postas policiales ahora hay también destacamentos y postas militares en algunos pueblos. Eso significa que por un lado, le están diciendo una cosa a la cooperación, a los organismos internacionales pero por otro lado, están haciendo otra aquí en el país.
RP. ¿A quiénes protegen?
JGR. Protegen al sistema. Cuando por ejemplo hay una protesta de la población porque una empresa está desviando un río, los militares y policías no van a golpear a los que desviaron el río, van a golpear a los pobres que están protestando. Los militares y policías protegen a este sistema.
RP. ¿Qué impacto tuvieron las capturas y extradiciones de narcos?
JGR. Tuvo un impacto en la redistribución de poder de los carteles, y tuvo un impacto en la recomposición de la clase política y su relación con los carteles del narcotráfico, pero no ha tenido un impacto en que haya menos violencia en las calles. Las extradiciones son un indicador del fracaso de nuestro sistema de justicia. Estados Unidos se está llevando a los narcotraficantes porque aquí no son juzgados, porque no son perseguidos y porque aquí no son encarcelados. Y no confía en que una vez puestos aquí en la cárcel van a pagar sus penas.
RP. ¿Hacia dónde avanzamos como país?
JGR. Ese es el problema que no estamos avanzando hacia ningún lado. Es decir, estamos enfrascados en un patinaje, estamos patinando sin avanzar, como un vehículo en un fango de corrupción, en un fango de falta de talento político, en un fango de falta de oportunidades. La población se debate en querer salir adelante pero, desafortunadamente, su gobierno y sus instituciones son precisamente los que se lo impiden.
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