martes, 30 de agosto de 2016

Por un nuevo empresariado hondureño



La élite empresarial hondureña olvidó hace muchos años -si es que lo tuvo alguna vez- la propia responsabilidad social. La desconsiderada concentración y acumulación de capitales y bienes en unas poquísimas familias es una señal patente de que para esas familias la riqueza es un dios y el mercado una divinidad.
Esa práctica concentradora de bienes convierte a esa reducida élite empresarial, junto con los líderes políticos, en los principales responsables del deterioro social y los desajustes y desigualdades económicas. En estas familias y el modelo que sostienen se encuentra el dispositivo fundamental de la violencia, la criminalidad y el masivo éxodo de jóvenes hacia los Estados Unidos.

La responsabilidad social de los empresarios es muy grande. Un empresario que piense exclusivamente en su beneficio o en el de su empresa, relegando los derechos de las obreras y obreros y la búsqueda del bien común, no solamente es una persona irresponsable, sino que se convierte en un generador de problemas y tensiones sociales, como ocurre en nuestra sociedad hondureña.

La mayor responsabilidad del deterioro y de la ruptura de los hilos humanos y sociales, no reside en la gente que pasa hambre o que sufre de desempleo o de enfermedades no atendidas en los centros hospitalarios, o que se quedó sin tierra para cultivar. La mayor dosis de responsabilidad reside en el alto empresariado y en las políticas oficiales establecidas por los gobiernos nacionales en asocio con las multinacionales y el gobierno de los Estados Unidos.

La aprobación y vigencia de los tratados llamados de libre comercio ha sido decisiva para estimular a que el alto empresariado se haya convertido en dueño y señor de la economía, el comercio y la industria. Claro que tenemos muy buenos empresarios. Es más, la mayoría de nuestro empresariado es honesto. Pero ese empresariado se encuentra en la mediana, pequeña y micro empresa. Es un empresariado víctima de la élite oligárquica que se ha chupado la sangre del resto del empresariado honesto.

No se puede generalizar diciendo que todos los empresarios son perversos. Sería profundamente injusto. Pero sí se debe decir que un reducido grupo de familias multimillonarias perdió todo el sentido de responsabilidad social, y se ha fijado solo en buscar beneficios individuales, insensibilizándose ante las angustias de la sociedad.

Necesitamos romper con ese liderazgo dañino de esa élite empresarial, y promover el liderazgo de un nuevo empresariado que reside en la mediana, pequeña y micro empresa. Necesitamos el liderazgo de un nuevo empresariado con capacidad para impulsar un nuevo modelo económico que no provenga del exterior ni de las alturas.

Necesitamos un nuevo liderazgo empresarial que establezca una nueva alianza con el gobierno central, los gobiernos locales y las comunidades, al tiempo que organice respuestas empresariales que respondan a la inmensa mayoría de compatriotas que están en el desempleo o en la economía informal.

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