martes, 9 de agosto de 2016

30 años después, la lucha de “Eduardo López” sigue vigente


 Defensores en Línea

Por Sandra Rodríguez

Un día me dijo si alguna vez me hacen daño, si me matan, quiero que pongas en mi tumba “aquí yace Eduardo López un hombre que creyó que todo ser humano  merecía vivir con dignidad, salud, empleo, comida, techo y educación” él seguiría peleando por esos derechos.

Ni la Doctrina de Seguridad Nacional pudo borrar el nombre de un periodista que con sus escritos buscaba “justicia” para una sociedad marginada. Hoy en Canadá hay jóvenes latinoamericanos que pueden estudiar con la beca “José Eduardo López”, un hondureño detenido-desaparecido en la navidad de 1984, y en Europa hay un monumento por su memoria y demás compañeros que corrieron la misma suerte.
Su esposa e hijos, debieron huir de Honduras por miedo a ser víctimas de la represión estatal, ya que Eduardo desde 1981 era sufrió detención ilegal, torturas y persecución, incluso en 1984 permaneciendo en Estados Unidos, pidió asilo político al gobierno canadiense el cual se le negó, manifestándosele que no había fundamentado concretamente ser perseguido político.
31 años después, Nora Melara, esposa de José Eduardo López, detenido desaparecido en la noche de navidad en 1984 reitera que recordar esto “es muy doloroso, pero es un dolor necesario”, porque el nombre y la historia de “José Eduardo López” no deben olvidarse ya que -desafortunadamente- las desapariciones, torturas y asesinatos extrajudiciales continúan en Honduras y el mundo.
Para la familia de Eduardo, el proceso de búsqueda de “Verdad y Justicia” al principio fue confusa, no sabían cómo proceder, sin embargo siempre actuaron con mucha fe, pese a que jamás imaginaron que una práctica tan horrorosa como la desaparición forzada les sucedería a ellos; a medida pasaban los días, iban aceptando el hecho, pero sin rendirse.
Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU)  -La familia y los amigos de las personas desaparecidas sufren una angustia mental lenta, ignorando si la víctima vive aún y, de ser así, dónde se encuentra recluida, en qué condiciones y cuál es su estado de salud. Además, conscientes de que ellos también están amenazados, saben que pueden correr la misma suerte y que el mero hecho de indagar la verdad tal vez les exponga a un peligro aún mayor.
El 28 de diciembre de 1984, Nora recibió una llamada telefónica de un hombre que le comunicó que había visto a José Eduardo el 26 de diciembre en una de las celdas de la Dirección Nacional de Investigación (DNI). El testigo, un hombre que según la información disponible estaba detenido en aquella época por problemas de inmigración, contó que lo había visto en ropa interior con señales de haber sido torturado, y que parecía haber sufrido lesiones graves.

¿Cómo era posible que instituciones del gobierno habían arrancado al padre de tres hijos, a un esposo, un hermano un hijo, y no lo volveríamos a ver? Se pregunta Nora, quien desde hace 30 años vive en Canadá con su familia.

La práctica de desaparición forzada  para la familia López Melara, ha sido un proceso muy doloroso que se va atenuando con los años,  el problema con las familias de los desaparecidos es que no hay un cierre, siempre está la interrogante ¿cómo fueron esos días después del secuestro?, ¿qué le pasó?, ¿lo torturaron? ¿Cómo lo mataron? ¿Dónde está su cuerpo? Esas interrogantes nunca se van a ir hasta que las autoridades involucraras en el secuestro les permitan recibir esos restos y darle cristianan sepultura.
Muchas familias, después de la detención y desaparición forzada de un pariente, se vieron en la obligación de irse exilio, abandonando no sólo la lucha presencial de la búsqueda, sino su propia vida.
Nora comenta que “abandonar el país no fue una elección fácil, fue un acto de huir y preservar la vida y de mis hijos, recibí amenazas que le iban hacer algo a mi hija, una chiquilla de nueve años de edad, recibí llamadas y sabia de dónde venían porque nuestro teléfono estaba interceptado. Era un trabajo mal hecho (el que hacían los victimarios) porque se escuchaba gente con lenguaje militar a la distancia”.
Ella sabía que estaba peleando contra un monstro que la podía aplastar en cuestión de segundos “era muy difícil para mí guardar silencio en frente de esa realidad, y si hablaba (…) corría el riesgo de dejar más huérfanos a mis hijos, sin otra opción  me fui a Costa Rica”.
Estando en Costa Rica, Nora pidió estatus de refugiada en Canadá, y como a su esposo se le había negado, entonces presentó en la embajada evidencia de los periódicos y que ahora él era desaparecido en Honduras “por lo que yo tenía miedo correr el mismo riesgo, así conseguí irme a Canadá y llegué a este país el 19 de noviembre de 1985”.
Para ese tiempo, Nora era una joven madre de 30 años de edad, huyendo de Honduras con sus tres hijos: Osiris (10), Eduardito (5) y Olivier (2.5), a quienes la implementación de la Doctrina de Seguridad Nacional, los dejó sin padre, sin hogar y sin país.
Así se miraba ella misma, “una madre con tres hijos en un país lejano, de costumbres diferentes y hasta el idioma extraño, estaba asustada, los niños traumatizados con lo sucedido, pasamos muchos años con atención sicológica para lidiar con el trauma y empezar acoplarnos, a aprender la lengua, adaptarnos a la cultura, al clima,  a la comida (…sonríe) no había ni mangos en ese tiempo”.

Nora y su hijo Oliver

La familia López Melara, contó con el apoyo de la organización  Amnistía Internacional (AI), y “gente  preciosa de la comunidad de Hamilton”, una ciudad portuaria de la provincia canadiense de Ontario, expresó Nora.

Mientras que, desde Honduras, no recibía ninguna información en cuanto a la desaparición de José Eduardo, solo se comunicaba con su familia, pero sus parientes tenían miedo porque ella había hecho denuncias públicas en aquí y en Costa Rica, mientras que al llegar a Canadá “con mi inglés medio quebrado” seguí denunciando lo que sucedía en Honduras en cuanto a ataques y asesinatos políticos.

La vida de “Eduardo” es conocida en el mundo
Yo era muy ingenua, no sabía nada de política, no entendía que era lo que sucedía, lo único que quería es que me devolvieran a Eduardo, pasaron muchos años en los que yo esperaba una sorpresa, cuando tocaban la puerta yo creía que era Eduardo, que se había escapado, expresó Nora, con un tono de voz resquebrajado.
La comunicación vía telefónica desde Canadá para esta entrevista, obvió la distancia, pues las emociones transmitidas estaban latentes, y se atenuaron los recuerdos dolorosos, cuando Nora, a sus 60 años de edad, manifestó la vigencia de su compromiso para que el nombre de su esposo no que quede en el olvido “para mí era tan importante que no se olvidara el nombre Eduardo, que el mundo supiera de esta gran injusticia, por eso era la labor de mantener su lucha y su memoria, saber de su existencia porque él no era un animal. Con AI lo denuncié en todo Canadá y algunos países de Europa”.
A mis hijos les hablé siempre de su padre ¿Por qué sucedían esas cosas? qué es lo que él hacía, y a medida pasaba el tiempo fui comprendiendo las razones porqué seres humanos en países donde hay tanta corrupción política e injusticia social, recurren a este tipo de acciones para poder mantener gobiernos injustos y corruptos, expresó Nora Melara.
Les hablé de como él los amaba, Osiris tiene una muy buena memoria y recuerda muy bien a su papa, ella ha sido portadora de denuncias.
En el 2009 en personas de la comunidad de Hamilton, Nora y sus tres hijos dieron inicio a una beca estudiantil en memoria de Eduardo, “hemos dado como 25 mil dólares en becas a estudiantes latinos que luchan en las universidades y colegios secundarios en Canadá” expresó con entusiasmo.
Con su nombre sigue educando a jóvenes latinoamericanos entre 17-24 años de edad, quienes deben estar matriculados, y presentar un ensayo, donde reflejen sus ideales en cuanto a justicia social y equidad en un mundo respetando los derechos humanos de cada individuo, las bases las pueden ver en www.jelms.org, la ideas es que se mantenga la memoria de José Eduardo López, detenido desaparecido en Honduras, por querer un país diferente, con educación de calidad y desarrollo.
Cabe mencionar que en Bélgica hay un monumento al desaparecido pensando en Eduardo para honrar la memoria de todos los desaparecidos.
En Honduras, el Comité de Familiares de Detenidos Desaparecidos en Honduras (COFADEH) registró en el la década de los 80 e inicios de los 90, 184 víctimas de esta práctica de lesa humanidad, incluyendo al periodista López.

Entregó todo por los demás en un sistema que no ha cambiado
Por mucho tiempo estuve brava con él, porque me dejó solita. Sus ideales era el amor a su familia, no entendía su entrega de pelear por los que no tienen voz, por los olvidados en nuestra sociedad.
“Ahora lo entiendo”, afirma Nora melara, quien estudió Trabajo Social en Canadá, y los últimos 28 años se ha dedicado a atender a los refugiados que llegan a ese país pidiendo ayuda, “trabajo con los más vulnerables, comunidades muy marginadas en nuestra sociedad, esa inspiración la agarré de él”.
El luchó en medio de un sistema político, económico y social que era exponiendo cada día su vida, a diferencia mía, yo hago ese trabajo sin exponerme, con mucha seguridad y protección, tal vez no sea un trabajo popular pero no corro peligro.  
Yo nunca me compararía con Eduardo, él pensaba que hay cosas por las que uno no puede comprometer sus valores y son la verdad y la justicia. Admiro a Eduardo y a la gente de Honduras porque defienden los ddhh en un ambiente muy peligroso, son personas muy valientes, manifestó la esposa del periodista, de quien el estado nunca dio respuesta de su paradero.
Ella vive informada de la realidad hondureña, pues con mucha tristeza lee las noticias, y le continúa impactando que después de 30 años, la situación debería haber cambiado y mostrar progreso, pero la situación va en retroceso, es como que da un paso adelante y tres hacia atrás.   
Para una hondureña que vive en el extranjero (por situación forzada), es duro leer que la ciudad de San Pedro Sula, en la costa norte “es la capital del crimen del mundo”; saber que hay niños migrantes que huyen para Estado Unidos, que muchos llegaron a un lugar seguro pero no lograron estatus migratorio; informarse de asesinatos, pobreza, droga invadiendo el país, “es un contexto que da mucha tristeza”.

Continúa la deuda estatal con familiares de detenidos desaparecidos  
El año pasado, el Ministerio Público (MP) anunció que iba a retomar los casos de las desapariciones forzadas en la década de 1980, ante eso, Nora se mantiene escéptica, “hasta que no lo veo no lo creo”   han sido 30 años de espera, sé que en el 1993 el Comisionado Nacional de los Derechos Humanos (CONADEH) emitió el informe de “Los Hechos Hablan por sí mismos” donde se da un recuento de los 184 desaparecidos de los 80, yo tuve mucha esperanza porque de la embajada de Canadá en Ottawa me invitó para llenar un formulario, estaba tan crédula en que el sistema iba a cambiar y habría una resolución de esos casos y finalmente mis hijos iban a recibir una reparación y una disculpa de parte de parte del gobierno por haberles arrancado a su padre.
Nuevamente, al escuchar esto, lo tomé con mucho recelo, me encantaría, creo que la espera es demasiada para mí y todas las familias que perdieron a alguien en los ochentas y después. Merecemos poder cerrar este capítulo. No quisiera morirme  y no ver esto. Hay que tener una ventanita de esperanza.
Con esa esperanza que ha vivido estos 30 años, en Honduras nuevamente se reportan desapariciones forzada de líderes, y si no pueden lidiar en el presente parando ese tipo de acciones, como vamos a movernos hacia adelante lidiando con historia tan dolorosa que ha dejado un lapso para muchísima gente, no solo la familia inmediata está impactada, sino la extensión que alcanza a las amistades y sociedad en general.
Espero que esta vez sea un trabajo genuino, que no nos dejen solo con promesas, no es justo, hay otros países que continúan haciendo trabajos para reivindicar y reconocer el dolor que han  causados en las familias con esas prácticas de desapariciones forzadas y ejecuciones extrajudiciales.
Si José Eduardo estuviera presente, su lucha sería la misma, porque la situación de Honduras no ha cambiado mucho, permanece la injusticia social, muchas violaciones de DDHH él quería ver un mundo donde la gente tuviera educación e igualdad, comentó Melara.

Ceguera social
En el 2009, la defensora de DDHH estuvo en Honduras, y constató una pobreza tremenda, y le da pesar cuando conversa con compatriotas que “están ciegos” porque le dicen que en Honduras hay mucha riqueza, que todo mundo está bien porque hay muchos centros comerciales y la gente está comprando todos los días, “yo siento que el hondureño está cegado, no tiene necesidad, no le importa la gente que vive en las periferia de las ciudades y el interior del país, quienes viven  en la pobreza. Yo no vivo allá pero siento esa miseria”.
Es una combinación de quien pone esta venda para cegar, primero el Sistema Educativa no está preparando las personas del futuro con conciencia social y una alta autoestima que aspire a una mejor calidad de vida, ese es creado por los que están en los lugares de poder, también hay una apatía en el pueblo a quien le dan promesas y no les cumplen, por lo que la pobreza obliga a la gente volverse apática, porque si lo único que necesita en el día es saber de dónde va obtener alimentos o como pagar la renta no se va involucrar …
Cuando yo vivía en Honduras tenia ceguera, porque mirar la realidad de Honduras es volvernos responsables y tenemos que hablar y decir que no es justo la gente no debe vivir en condiciones infrahumanas, pero si se tienen las condiciones seguras para vivir no se pueden meter en nada, porque si digo algo también me van a meter un tiro o me van a torturar pero desafortunadamente esos que llegan al poder  y hacen mismo que todos, beneficiarse ellos mismos, reflexionó Nora.
Nora, tiene una combinación sentimientos cuando está en suelo catracho, por un lado hay tristeza debido al contexto social, y por otro lado es la nostalgia porque es su país, una nación linda, preciosa, con muchos recursos y posibilidades, pero estancada a nivel de avance en comparación otros países latinoamericanos; sin embargo tiene el potencial que en su gente y recursos “pero tenemos que ser menos egoístas y más amor pro el prójimo”.
A Eduardo hay que recordarlo con la palabra “Justicia“, expresó su esposa, quien lo vio por última vez el 24 de diciembre de 1984, y ese recuerdo y memorias siempre van estar presentes, aunque el dolor se atenúa, al momento de la entrevista “hablar de eso me da tristeza y pero es un dolor necesario”.
En algún momento, un hermano de Eduardo le reclamó al papá de Nora porque supuestamente “el gobierno nos había dado una compensación por la desaparición de Eduardo, quiero decir que nosotros jamás hemos recibido correspondencia del gobierno de Honduras dándonos una disculpa por la desaparición de Eduardo muchos menos ninguna compensación o remuneración económica”.
Esa es parte de la desinformación que ha emitido en diferentes ocasiones el Estado hondureño, quien mantiene la deuda de un informe sobre el paradero de los detenidos desaparecidos, en su mayoría líderes sociales, sindicales, estudiantes, maestros y oreros que se opusieron a las violaciones sistemáticas de los derechos humanos.     

El día de la desaparición
Yo trabajaba en el Grand Hotel Sula, nos despedimos temprano en la mañana, yo me fui al trabajo y él no iba a laborar solo iría a recoger su cheque de pago por lo que llegaría a las 10 de la mañana al hotel a esperarme porque yo salía a las 12 mediodía.
Según nuestros planes, iríamos bien cargados porque íbamos a pasar a la pastelería donde había encargado tres queques, que llevamos a nuestra familia, otro para mi madre y padre, y otro la casa de doña Emma –su madre- además compararíamos un apierna de cerdo y frutas, y necesitábamos bastante s manos.
Cuando él no llegó, pensé que se había atrasado porque era muy puntual, pero a las 12 no aparecía y supe que algo había sucedido. Con todas las cosas agarré un taxi para La Lima, busqué y llamé a las personas que creí que lo pudieron a haber visto. Fui a la casa de su familia y donde mis padres y me dijeron que no había llegado, desde ese día no paré de buscarlo y todavía sigo buscándolo… -dijo entre lágrimas.

Ninguna navidad volvió a ser igual
Los primero años, en el 85 llegaron a Canadá y las navidades son muy diferentes, mis niños fueron  muy afortunados porque el personal de AI les llevó muchos regalos, teníamos montón de cosas materiales pero papá no está acá. Ellos querían que papá volviera, y estábamos solitos porque aquí no revientan cohetes, no había algarabía y estábamos en un apartamento.
Para el siguiente año ya vivíamos en una casita, yo hacía trabajo voluntario y había gente que no tenía con quien pasar la navidad yo la traía a la casa, empezamos un trabajo de apoyar a otros que tenían tanta necesidad como nosotros y fue el inicio de una Red de amistad y apoyo que ha permanecido  hasta el día de hoy.
Hemos tenido momentos de gozo y Eduardo siempre ha estado con nosotros.
La navidad del 2015 la pasé con mis hijos que siempre vienen a mi casa, mis nietos y un par de amigos que siempre lo celebran. Cocino un pavo tradicional de Canadá y un ceviche hondureño. Comemos juntos y esperamos la medianoche.
Una familia muy solidaria, Osiris fue nominada para recibir un premio como una mujer fabulosa después de los 40 años, hace una gran trabajo en la comunidad, es miembro de la fundación “José Eduardo López”.
Mientras que Eduardo, trabaja en una compañía privada,  y Olivier se tiene un tercer título universitario, el más reciente es de recursos humanos con enfoque en DDHH.
Nora tiene dos hijos de su segundo matrimonio, su cuarto hijo es profesor de geografía y la menor estudió en Ottawa Desarrollo Internacional, ha logrado conformar una familia solidaria, se aman mucho no hay diferencia entre los cinco.

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