miércoles, 15 de julio de 2015

Luces en Honduras


Por J Donadin Álvarez *

Hasta hace poco tiempo se creía que las posturas ideológicas de los hondureños eran irreconciliables y que por consiguiente estábamos condenados de por vida al divisionismo y la pasividad social frente a los abusos de los mal llamados padres de la patria. Sin embargo, el siglo de las luces -aunque con cierto retraso- parece que por fin ha llegado a Honduras y un pueblo entero ha comenzado a rendirle honor a la Razón. 

En nuestro país históricamente se venía arrastrando un problema  de corte filosófico y del que hábilmente habían estado sacando provecho unos cuantos oportunistas. Se trataba de un problema de uniforme ideológico.   El ciudadano se colocaba la camisa de un determinado color político y defendía a ultranza a sus diseñadores e incluso se negaba a dialogar con cualquier compatriota que utilizara un color diferente. 

¿Pero a que se debía este problema? El hondureño se adhería a cualquier ideología sin ninguna convicción, sino por emoción manipulada. Lo más terrible es que parecía que no le importaban las ideas de la corriente ideológica en la cual se encauzaba, sino que  su grupo llegase al poder aunque no recibiera nada a cambio del apoyo brindado una vez que sus venerados líderes lograran la misión para la cual él era indispensable. Su pecado mayor radicaba en que idolatraba a estos sus verdugos, estaba dispuesto a morir por ellos, y paradójicamente satanizaba a los verdaderos mártires de su pueblo, aquellos que habían ofrendado la vida en defensa de sus derechos tan pisoteados por quienes él defendía con tanto ahínco. 

Y es que los complejos de inferioridad que lo hacían sentirse inhabilitado para actuar en política, o por lo menos para ser un vigilante social, lo habían hecho víctima de una devoción sin límites hacia muchos ineptos quienes manipulando su conciencia se agenciaron  importantes cuotas de poder y se convirtieron en alcaldes, otros en diputados y unos hasta en presidentes. 

No obstante, ahora la historia es otra. El hondureño comprendió que eso de abrazar de manera irreflexiva al primer conjunto de ideas que le presentaba cualquier acalorado social, algún pseudo revolucionario, o uno de esos parásitos del oficialismo era un error gigantesco. Se dio cuenta de que lo estaban engañando inmisericordemente. Comprendió, asimismo, que Honduras necesitaba cambios profundos y que lograrlos no era un asunto de mera teorización ideológica sino de acción decidida, de participación masiva. Así las otrora infranqueables barreras partidarias que dividían  al pueblo hondureño fueron demolidas para darle paso a la unidad y a la organización para exigir el respeto a todos sus derechos tan pisoteados en las últimas décadas.

Aquél pueblo que antes gritaba, una y otra vez, frases hechas por oportunistas de los quiebres sociales o frases engastadas en la maquinaria mediática del oficialismo pero que jamás alzaba su voz para expresar su descontento vivencial, ahora ya no piensa igual. Este pueblo ya está iluminado. Las antorchas hoy irradian las calles de todo el país, sus luces han sido encendidas constituyendo una invitación para que todos encendamos la llama de la lucha y que juntos derroquemos a quienes por tanto tiempo nos han mantenido en la obscuridad mental, social y económica en pleno siglo XXI.   

* Estudioso de las Ciencias Sociales de la UPNFM


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