sábado, 18 de julio de 2015
"El bien común desafía al capitalismo"
Por Hernan Soto
Estuvo en Chile François Houtart. Sacerdote y eminente sociólogo, que con noventa años conserva lucidez y entusiasmo, Houtart se define como marxista en su trabajo sociológico. Invitado por Urracas-Emaús, comunidad laica dedicada a la atención y organización de los pobres, Houtart vino como conferencista de una escuela de formación para dirigentes populares.
François Houtart nació en 1925 en Bruselas, en una familia católica acomodada. Era un adolescente cuando estalló la segunda guerra mundial y Bélgica fue invadida por los nazis. Alcanzó a actuar algunos meses en la clandestinidad que protegía a la resistencia. Terminado el conflicto, se preparó para el sacerdocio, al que accedió en 1949.
Entre 1958 y 1990 fue profesor en la Universidad de Lovaina, en la cual también se doctoró. Fundador del Centro Tricontinental que funciona en esa universidad y de la revista Alternatives Sud , ha sido presidente de la Liga Internacional por el Derecho y la Libertad de los Pueblos. Asimismo cuenta con una extensa obra publicada: libros, ensayos y artículos de prensa. Trabajó con la Juventud Obrera Católica (JOC) junto a su fundador, José Cardijn, y en la coordinación de los institutos de investigación sociorreligiosa que estudiaron la situación del catolicismo continental. Cuando se preparaba el Concilio Vaticano II fue encargado de sintetizar ese estudio, elaborando un documento para los obispos. Después Houtart fue asesor de las conferencias episcopales del continente (Celam III y IV). En esos años apoyó la lucha liberadora del pueblo de Vietnam y denunció la agresión de Estados Unidos.
Participó asimismo en la formación de una generación de sociólogos latinoamericanos que estudiaron en Lovaina la sociología religiosa en el continente. Como integrante del movimiento de la Teología de la Liberación colaboró con la revolución sandinista. Sufrió, por lo mismo, la represión de la jerarquía de la Iglesia.
Houtart sigue trabajando. Es profesor del Instituto de Altos Estudios Nacionales (IAEN) en Quito. Una de las principales preocupaciones de Houtart es la necesidad de un nuevo paradigma que reemplace al capitalismo neoliberal. A la persistencia de una crisis económica que supera en duración y magnitud a la de 1929-30, se agregan una crisis energética marcada por el agotamiento de los combustibles fósiles, una crisis alimentaria y una crisis ecológica de extrema peligrosidad. Se suma a ello una permanente concentración de la riqueza y una irresistible tendencia a privilegiar el valor de cambio sobre el valor de uso.
No cabe esperar que el automatismo del modelo neoliberal solucione el problema, ni tampoco que lo hagan medidas de control que, tarde o temprano, serían sobrepasadas. Houtart ha escrito: “El nuevo paradigma plantea como opción fundamental una dinámica social equilibrada entre personas, géneros y grupos sociales, en armonía con la naturaleza, para asegurar la vida y asegurar su reproducción. Se trata de vivir bien, de cumplir con el bien común de la humanidad, lo que implica como primer paso el respeto a la integridad de la naturaleza, como fuente de vida (la Madre Tierra). Su construcción y sus aplicaciones en los fundamentos de la vida colectiva es un proceso (...) Es una tarea de todos que une pensamiento y experiencias concretas. Hay muchos antecedentes históricos, por ejemplo en las sociedades precapitalistas en que hubo una visión holística del destino humano. Muchas veces ella se expresó en términos ancestrales y también en las tradiciones de tipo religioso (taoísmo, confucionalismo, hinduismo, budismo, judaísmo, cristianismo, islam). Se trata de redescubrir en términos contemporáneos, para el mundo de hoy, las perspectivas adecuadas y de traducirlas en concordancia”.
Conversación con Houtart
En su visión del bien común de la Humanidad, que se buscará a través de un proceso largo y múltiple, surge una duda. ¿Se trata de una meta, un objetivo trascendente o es un instrumento de trabajo y un objetivo socio-político?
“Creo que el bien común de la humanidad contiene ambos elementos. Pienso que el capitalismo ha matado las utopías. No tanto en el sentido de las ilusiones, sino en el de las utopías como metas. Me quedo con la idea de Eduardo Galeano de que el papel de la utopía es hacernos caminar, porque al sentir que nos acercamos se aleja de nuestro alcance. En ese sentido es más realista que un pensamiento ilusorio, como puede ser una utopía religiosa. Por eso hablo de una utopía positiva, y utilizando la idea de la necesidad, como hace Paul Ricoeur con su concepto de ‘utopía necesaria’. Es decir la necesidad de tener una cierta visión del futuro con una determinada meta, que puede llevar a una desviación. Por eso, a mi juicio, debe traducirse en un programa político. Que sean un conjunto de cosas a cumplir, que se pueden cumplir aunque se necesiten tiempos diferentes. Y también transacciones y hasta retrocesos para aterrizar finalmente en la realidad deseada”.
Otro elemento novedoso es la consideración de la Tierra como un elemento nuevo, organismo vivo con el cual se entrelaza la especie humana en mutua dependencia.
“Parece novedoso pero ya tiene un tiempo y es claro que el Papa Francisco tiene una posición muy cercana. Es por eso que he tratado de traducir el concepto de bien común de la Humanidad de manera concreta, de un modo muy simple, aludiendo a los requisitos fundamentales que se asigna cada sociedad para existir y reproducirse. Con cuatro fundamentales: la relación con la Naturaleza, la producción de la base material de la vida, la organización colectiva y la cultura. En esos cuatro ejes me parece que podemos expresar la necesidad de un cambio de paradigma. Porque el paradigma del capitalismo es un paradigma de muerte y el paradigma del bien común de la Humanidad (con ese o cualquier otro nombre, como por ejemplo Buen Vivir, socialismo del siglo XXI u otro) debe ser un paradigma de vida sobre esos mismos cuatro ejes”.
El Papa Francisco
Esta visión de la Tierra como un inmenso organismo que debemos cuidar se contradice con la creencia religiosa que la considera un lugar a disposición del Hombre, que es su amo y señor, sin considerar lo que le puede pasar a la Tierra en términos de agotamiento, de muerte y destrucción que significa, al mismo tiempo, la destrucción de la vida que en ella existe y se reproduce...
“La encíclica del Papa Francisco - Laudato Si’ - que acaba de aparecer y que es la primera escrita por él, y que he podido leer en parte, responde a esa pregunta. ¿Qué estamos haciendo con la Tierra, qué queremos de ella, cuáles son nuestros deberes hacia ella? La encíclica tiene que ver con el cambio climático pero es mucho más que eso. Dice que la lectura correcta de la Biblia no autoriza al Hombre para abusar de la Tierra. Dios impone al Hombre una obligación clara. Debe ser el guardián de la Tierra, el encargado de aprovecharla con prudencia y cuidado, para entregarla próspera y sana a las generaciones que vengan. Agrega que no es aceptable una visión antroprocéntrica, porque la naturaleza tiene su vida propia que debe armonizarse con la vida del Hombre en el planeta”.
¿Qué le parece lo que está haciendo el Papa Francisco?
“Pienso que hasta ahora ha hecho cosas impresionantes. Entre ellas esa encíclica que debe ser estudiada a fondo. El Papa muestra a veces sorprendente voluntad de cambio de estructuras: en el campo de la organización eclesiástica y, lo que es extremadamente importante, en materia de las finanzas. Es un camino trascendente y muy peligroso porque despierta resistencias inmensas. También en materia de orientaciones que chocan con la tradición, como acogimiento a los homosexuales, sacramentos a los divorciados, la consulta a la Iglesia sobre la vida familiar, etc. El Papa quisiera imponer un comportamiento sencillo, ajeno a la suntuosidad y al boato, cercano a la gente corriente. En cambio, conocí bastante a Juan Pablo II, desde el Vaticano II cuando era un obispo joven. Lo conocí mucho, pero casi siempre estuvimos en desacuerdo. Cuando fue elegido Papa no quise continuar esa amistad. Conocía bien su pensamiento, que fue terrible con la Iglesia latinoamericana al condenar la Teología de la Liberación y a las comunidades de base.
No podemos decir que el Papa Francisco adhiera a la Teología de la Liberación. Es un hombre abierto, que abre espacios y va lejos, siempre dentro de la doctrina social de la Iglesia, acercándose a una condena clara al capitalismo depredador. El Papa es un hombre de la doctrina social de la Iglesia. Y cuando se adopta esa opción se actúa en términos de capas, en que el bien común se logra con la colaboración de todos, sin considerar la posición de clase. Hay una traducción política en la Democracia Cristiana, que puede ser de Izquierda o derecha”.
La vida de Houtart
¿Qué hechos de su vida han sido determinantes en la formación de su pensamiento?
“Hubo dos situaciones decisivas. Mi trabajo con la JOC (Juventud Obrera Católica) junto al padre José Cardijn. Vine por primera vez a Chile poco después de la muerte del padre Alberto Hurtado. El año 1954 visité durante seis meses prácticamente todos los países de América Latina, desde México hasta Argentina y Chile. Fue para mí una escuela; fue determinante aprender el método de ‘ver, juzgar y actuar’. Es decir, observar, reflexionar sobre qué podemos hacer y hacerlo después. Para observar y reflexionar mejor pedí estudiar sociología. En sociedades complejas es fundamental la sociología, y sobre todo la metodología de la JOC.
El segundo factor que me influyó mucho fue la guerra de Vietnam. Estaba en Bélgica, había conocido América Latina con los ojos de la JOC, había percibido las diferencias sociales y pude ver que se miraba a Estados Unidos como un imperio opresor. En Europa, Estados Unidos aparecía como libertador en la segunda guerra mundial. Fui enviado a estudiar a la Universidad de Chicago durante un año. En ese tiempo era considerada como una universidad subversiva, y en ese carácter estuvo en la mira del senador Mac Carthy y su comité de actividades antinorteamericanas. Todo esto me ayudó a cambiar de óptica frente al papel de Estados Unidos. Cuando comenzó la etapa de la guerra en la que intervino directamente Estados Unidos, desde el primer momento estuve en contra. Unos amigos del Partido Comunista, en Bélgica, me invitaron a participar en la lucha a favor de Vietnam y me sumé a las protestas, a los mitines, a las declaraciones de denuncia y a las movilizaciones, lo que no fue bien visto por las autoridades eclesiásticas. Viajé a Vietnam varias veces, tanto al norte como al sur. Después me pidieron que ayudara a organizar la enseñanza de sociología en Hanoi. Esas actividades me llevaron a tener otra lectura de la realidad.
Con la guerra de Vietnam comencé a descubrir los mecanismos de la economía mundial y a pensar en el marxismo como instrumento de análisis. Entonces yo estaba trabajando en Asia, en Sri Lanka, como especialista en sociología de las religiones. Mi tesis de doctorado fue el budismo. Recurrí a Max Weber y me di cuenta que no daba respuestas a lo que yo buscaba de la sociedad y, en particular, de la ideología política. Y de ahí descubrí a Marx, y finalmente adopté el método marxista para el estudio de la religión en sociedades precapitalistas. Hubo en eso un doble avance en el compromiso social y también en el enfoque intelectual”.
¿Cómo visualizó usted la revolución cubana. Fue un acontecimiento relevante?
“Por cierto, absolutamente. Pero especialmente en el compromiso político. Yo estuve en Cuba antes de la revolución, para un encuentro de la JOC. Pude comparar después y apreciar lo que significaba la revolución. He visto muchos cambios, como por ejemplo con la apreciación de la religión. Y me tocó alguna participación invitado por el Partido Comunista de Cuba para debatir sobre sociología de la religión en la escuela para diplomáticos.
La religión juega el papel de opio del pueblo, pero que no siempre lo es. Por mi parte, sostuve que si ellos eran realmente marxistas no podían ser dogmáticos. Deberíamos partir de la realidad. Analizaríamos la realidad en diversas sociedades y con distintas religiones y veremos que a veces es el opio del pueblo y a veces, también, puede ser fuente de inspiración para un compromiso revolucionario radical. Hicimos el curso. Se hizo una publicación traducida a varios idiomas. Como era un proceso, más tarde vino el excelente libro de Frei Betto, y después el partido cubano eliminó la incompatibilidad entre la militancia en el PC y la condición de creyente.
Cuba es hoy una isla socialista en un océano capitalista y con la apertura hacia Estados Unidos se abre a una situación delicada, que explica la cautela y lentitud de las reformas. Es indudable que el Estado era demasiado grande. Por eso mismo, es tan importante lo que pase en Venezuela. No solamente en términos del abastecimiento de petróleo sino también en una serie de aspectos tecnológicos, como por ejemplo la conexión con el cable de fibra óptica. Venezuela está en una situación compleja y con una economía muy golpeada por la baja de los precios del petróleo y las secuelas de una economía del despilfarro. La presión norteamericana es otro peligro sobre Venezuela.
Con todo, es indiscutible que en América Latina se han producido cambios profundos que modifican el panorama tradicional de hegemonía de Estados Unidos en alianza con los sectores dominantes. América Latina ha sido el único continente en que se han levantado proyectos que desafían al neoliberalismo. Han surgido alianzas de países que se apartan del marco de la OEA, aislando a Estados Unidos y Canadá, y ofrecen buenas posibilidades de desarrollo”.
* Publicado en “Punto Final”, edición Nº 832, 10 de julio, 2015
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