miércoles, 4 de diciembre de 2013

Desvergüenza infinita



Por Efrén Delgado Falcón

Fue una jornada tranquila en que el pueblo hondureño acudió a los distintos centros de votación a depositar sus votos, mientras los observadores, propios y extraños, y la comunidad internacional veían con beneplácito la tranquila y alegre fiesta cívica. Todos, sin excepción, sabíamos que era casi inconcebible que el sistema, H, no pusiera a funcionar la maquinaria -afinada durante tres décadas de sucesivas elecciones- del fraude. Todos sabíamos que el partido oficialista estaba invirtiendo cantidades “inexplicables” de dinero en una campaña proselitista sin precedentes, y que para el día de las elecciones tendrían una alforja sin fondo para comprar todo lo comprable y pagar todo lo pagable, con vistas a ganar “a como diera lugar” el proceso electoral. Todos sabíamos que los experimentados políticastros que rodean al candidato oficialista [más asesores, oportunistas, achichincles y sobalevas] habrían elaborado ya una y un millar de triquiñuelas y trampas para burlar la voluntad del electorado. Sin embargo, todos, hasta los más escépticos --entre los que me debo incluir--, teníamos al menos una triza de esperanza en que finalmente pudiera imponerse la voluntad de gran parte de un pueblo en proceso de despertar y urgido por castigar a un sistema que le ha sido funesto.

Pero la realidad, sobre todo la hondureña, no sabe de esperanzas. Su lenguaje es lo impuesto, lo doloso; la ley del más fuerte; el reino de la viveza; es paraíso para el cínico, el sinvergüenza y el ladrón. Nuestra realidad es hoy reino del partido Nacional de Honduras, cuna de dictadores y de aprendices de dictadores, de políticos turbios que gobernaron tomados de la mano con coroneles y generales durante los regímenes militares corruptos, de infames padres de la patria que aseveraron que la constitución era pura babosada, y de aquellos que cultivan con ahínco tal aberración. Hoy, esos nacionalistas ávidos de poder [no los ciudadanos humildes y no tan humildes que por tradición o ingenuidad alzan la bandera de la estrella solitaria, quizá ajenos al colmillo de sus dirigentes, o atraídos por las migajas que el sistema de vez en cuando reparte; ni tampoco los que por alguna razón realmente creen en las falsas palabras y profecías de sus dirigentes], se preparan para secuestrar todo lo que todavía no han secuestrado, se preparan para exprimir con saña la fruta del poder, y para terminar de sodomizar a toda la institucionalidad de nuestro desviado Estado de Derecho.

Hoy, esos dirigentes, que ayer lloraban debido al fraude a que fueron sometidos por sus propios correligionarios, se preparan para saborear la recompensa que con el más siniestro cinismo han aceptado para adherirse al poder instituido, y para celebrar la estafa al civismo como si fuese una victoria cívica. Hoy, como parte del abyecto plan de dominación, la policía apalea y receta gas a los estudiantes universitarios, y la policía militar se apresta a reprimir a sus compatriotas, a herir, a secuestrar, y quizá hasta a asesinar, como en 2009. Hoy, mientras los “magistardos” del tribunal supremo electoral se bañan en sales de cinismo y desvergüenza, y los medios de comunicación de siempre hacen su campaña para que todo pase como si nada hubiera pasado --oteando hacia otro lado para no mirar las pruebas irrefutables de fraude que tienen en sus narices--, los partidos directamente afectados, LibRe y el PAC, documentan cuidadosamente la afrenta al mandato de las mayorías, aunque desgraciadamente, saben que los funcionarios ante quienes presentaran su caso son sordos, ciegos o mudos, o las tres cosas a la vez; y que no sirve de mucho llevar el caso ante organismos regionales ni universales, porque a la postre cada país debe dirimir sus propios vericuetos. El más grande problema es, que si las urnas no son el camino para resolver los dilemas y las coyunturas políticas del país, vista la bastardía de cualquier proceso electoral, parece que no queda más alternativa que recurrir a otros derroteros, o que esperar a que la oposición radical al oficialismo todopoderoso sea lo suficientemente grande como para aplastar todos los fraudes y las trampas del sistema –difícil coyuntura en un país pobremente educado políticamente. Algo que parece no ser el caso en este momento, porque a pesar de que el caudal popular que aglutina LibRe quizá lo convierte en el partido más grande del país -si bien no alcanza el 40 % del electorado-, no es el partido mejor organizado, y mucho menos, el que cuenta con más recursos económicos, propios y ajenos.

Irreversible. Dijeron los “magistardos”, probablemente sustentados en la premisa de que en el país predomina la ley de la selva, y en que la Constitución y las leyes siguen siendo “pura babosada”, según la hasta ahora imperecedera doctrina “plutarquiática”. Entre tanto, en muchos hogares del país reina la decepción y la impotencia, ante la desvergüenza infinita. Por desgracia, así es.

27 de noviembre de MMXIII

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