jueves, 28 de marzo de 2013
La TVR
Por Fernando Buen Abad Domínguez
“Había una vez un circo”
Es de suyo infausta tarea de ordenar los archivos televisivos que compendian los desmadres ideológicos burgueses -especialmente los de la televisión argentina con su emérita mediocridad- y que, redondeados, ocupan un poco más de 50 años (algunos dicen que data de 1951 y vale recordar que no de todo se tiene registro ¿por suerte?). ¿Qué paradigmas ordenadores de TVR rigen la expedición al reino de los archivos? ¿Cuáles son sus brújulas? ¿Qué determina sus hallazgos, qué visibilizan y qué invisibilizan a partir de sus métodos y sus filosofías? Está claro que las respuestas dependen de la época y del lugar. Es probable que el proyecto TVR esté viviendo sus mejores momentos al cumplir 15 años y es probable que tengan mucho por mejorar si afinan sus métodos de crítica y de auto-crítica.
Desde luego que pesa lo “vigente” (la comidilla del diario) en el contexto político y cultural de esa Argentina que pasa por la tele y, especialmente, la histeria “noticiosa” y opinológica que en ese país ronda, con toda frecuencia e impunidad, la mentira, la calumnia y el linchamiento. Con el paradigma, no exclusivo, de lo “diario” TVR bucea en los archivos y tiene la puntería -y la no poca buena suerte- de hilvanar personajes, discursos, anécdotas y situaciones límite que al editarlas, lado a lado, ofrecen una lectura extraordinaria, frecuentemente sorprendente, rica y necesaria para afianzar un pensamiento crítico de ordinario ausente en la televisión argentina y en muchas otras. Y le ponen sentido del humor. He ahí uno de sus méritos. Pero su paradigma no sólo es “lo del día” ni sus archivos son sólo locales y eso adosa interés real a sus ideas de producción televisiva. Aunque los ahogue, frecuentemente, lo local.
A veces rellenan con dibujos animados especializados en un sentido del humor que resulta chabacano al lado de la inteligencia y aporte del trabajo con los archivos. Rellenan también con canciones de “parecidos” que es un equilibrismo muy riesgoso sobre el abismo frágil de la anfibología y que desbarranca con frecuencia en el reino de la burla simplona.
Un elemento siempre prometedor y no siempre satisfactorio, es la participación de los críticos invitados con quienes con frecuencia se pierde tiempo en el chacoteo “televisivo” acaso sobre la idea de que eso es “divertido” y da “ratings”, más que el esfuerzo analítico que tanta falta hace en las pantalla de la televisión toda. Y ocurre tan poco. En los programas de TVR el bocadillo crítico es de los momentos más esperados de la serie, por ese bocadillo se genera una expectativa grande y suele ser poco nutritivo o des-angelante por el desborde apologista con que se prodigan algunos de los invitados. Pierden más tiempo en el halago que en el detalle crítico sobre lo visto, se pierde riqueza en el análisis por no ir a fondo en los aportes de un programa que, con sus cualidades, requiere crecer mucho para ponerse al día con la intensidad política que Argentina despliega en la década reciente. A veces parece un programa para adolescentes que se queda en pantalones cortos en medio de un país que madura a pasos acelerados. Incluso desde sus muchos atrasos y debilidades. Y eso, cuando ocurre, es una lástima.
Es este uno de los programas que produce la empresa PPT (Pensado Para Televisión) y es quizá su hermano mayor, que no compite con otras realizaciones, pero comparte con ellas buena parte del muy rico arsenal audiovisual que la empresa atesora como uno de sus distintivos, de sus logros y de sus promesas más interesantes.
Esta serie televisiva que con sus ya 15 años de trabajo ha desfilado por altibajos muy diversos, enfrenta permanentemente la dicotomía entre la humorada y la trascendencia política de su trabajo, entre la chacota y la gravedad de lo que se pone en pantalla. Parece que reina el supuesto falaz de que para ser atractivo a las “grandes masas” hay que ser superfluo, banal, vulgar o veleidoso. Y eso, ésta serie, parece no necesitarlo cuando tiene materia y profesionales que podrían garantizar atractivos muy poderosos y sin los ganchos mediáticos más papanatas de la televisión comercial.
Entre las más interesantes ofertas, resultantes de explorar -con método- los archivos audiovisuales que se les ponen a mano, está la evidencia de las contradicciones, algunas con carácter delincuencial flagrante, y la posibilidad de mostrar cómo, tarde o temprano, la ideología dominante sucumbe en la nata de sus incoherencias y cómo los títeres financiados por la oligarquía, para fabricar ilusionismos, son todos parásitos desvergonzados que pueden ser exhibidos y derrotados por el peso mismo de sus contradicciones, delitos y mentiras.
En eso la TVR podría jugar un papel de fiscal independiente cuya fortaleza política no dependiera de la lógica del entretenimiento al uso aunque está claro que no se puede escapar fácilmente de las reglas del mercado ni de sus estatutos narrativos y estéticos. TVR tiene materia para duplicar su vida, fácil y felizmente, por su inteligencia y porque el circo sobrevive. Por ahora.
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