lunes, 11 de marzo de 2013
"El cine estadounidense está perdiendo su alma debido a la globalización"
Desde hace ya tres décadas, Jean-Jacques Annaud es el director francés más aclamado en todo el mundo. Es famoso por sus películas de gran presupuesto, puestas en escena en remotos lugares (Siete años en el Tíbet, En busca del fuego), con ambientaciones históricas (Oro negro, El nombre de la rosa) o por la elección de temas que suponen un desafío (El oso, El amante). Viajero empedernido y apasionado de la fauna salvaje, también ha dirigido algunas de las películas más emblemáticas sobre animales (El oso, Dos hermanos). Hace más de diez años que dirigió Enemigo a las puertas, un atrevido proyecto sobre el famoso asedio de Stalingrado, rodado en Alemania del Este. Entonces asistimos al rodaje y publicamos un libro sobre su trabajo: Jean-Jacques Annaud, un cine sin fronteras. Le entrevistamos cuando embarcaba hacia Pekín, con el fin de realizar preparativos para su próxima película.
Señor Annaud: ¿por qué busca sus temas en el pasado y en entornos exóticos que se prestan a la aventura? ¿Se aburre en nuestro propio mundo?
Vivo cómodamente en el mundo contemporáneo. Las ciudades, los aeropuertos, los cines forman parte de mi mundo cotidiano. Cuando voy a ver una película, me gusta salirme del recorrido espacio-temporal rutinario. Me gustan las películas que me transportan a cualquier otro lugar, a un mundo más hermoso, más fuerte, más peligroso, más excitante y distinto a mi cocina.
¿Cómo se le ocurrió rodar una película sobre Stalingrado? ¿Cómo se atrevió —en Holywood— a adoptar el punto de vista de un soldado soviético y el ejército rojo?
Hacía mucho tiempo que quería tratar el tema de Rusia. Siempre me he sentido atraído por este vasto país, por el alma sufrida y prodigiosa de su fantástico pueblo. Quería compartir este impulso con audiencias que no acudirían a ver obras del cine ruso de forma espontánea. Las películas soviéticas fueron decisivas para mí, gracias a uno de mis profesores de cine en el Instituto (1), Georges Sadoul, eminente comunista, además de erudito del séptimo arte en la Unión Soviética.
Teniendo en cuenta cómo es Hollywood, rodar una película de gran presupuesto sobre un héroe no estadounidense es un desafío bastante descabellado. Recibí ayuda de uno de los “ejecutivos” de la productora que me había contratado, que era descendiente de emigrantes rusos. En Los Ángeles se me conoce por mi preferencia por temas atípicos. Decidí rodarla en inglés para no quedar relegado a los circuitos del mundo del cine de arte y ensayo. Decidí que “los buenos”, los rusos, fueran interpretados por actores ingleses (Jude Law, Jo Fiennes, Rachel Weiss) y los malos, los alemanes, por actores americanos (Ed Harris). La Paramount me apoyó en este desafío.
¿De dónde viene su interés por esta guerra? ¿Cómo se documentó?
Compré, como suelo hacer, unos cien libros. Sobre la propia batalla, sobre el frente ruso en general, sobre Stalin y su entorno, Hitler, el armamento de cada una de las partes, los francotiradores y sus técnicas. El libro que más me impresionó fue Vida y destino, de Vassili Grossman, que fue corresponsal de Pravda en Stalingrado.
También vi diversos documentales de diferentes nacionalidades. Asistí a las proyecciones de documentos no publicados que se guardan en la Cinemateca de Moscú, y también en Alemania. Dediqué una semana a visitar el museo de Volgogrado y sus archivos, donde encontré el libro de mi héroe, Vassili Zaitsev, con sus anotaciones diarias. Contraté los servicios de un historiador de la Universidad de Moscú.
¿Estudió a los historiadores rusos para preparar su película? Si es así, ¿a cuáles?
Además del texto de Grossman, me cautivaron los libros de Simonov y, por supuesto, el libro de entrevistas con veteranos de guerra publicado por William Craig, Enemigo a las puertas, en el que mi guionista, Alain Godard, también de ascendencia rusa, encontró tres páginas dedicadas a la inspiradora historia del francotirador Zaitsev.
Algunos meses antes del estreno, un historiador inglés publicó un grueso volumen que llevaba el título de Stalingrado. Negaba la realidad histórica del personaje de Zaitsev, con lo que dañó considerablemente la credibilidad de la película. Los veteranos soviéticos también me dieron problemas, lamentando que no hubiera dado más relevancia al gran número de alemanes que perecieron bajo sus balas.
Es usted un viajero empedernido. ¿Qué regiones de Rusia y la antigua Unión Soviética conoce mejor?
He estado muchas veces en Moscú. San Petersburgo es una de mis ciudades favoritas de todo el mundo. Estuve allí cuando todavía se llamaba Leningrado. Respecto al sur, tengo muy buenos recuerdos de la región cercana a Latvia, especialmente el monasterio fortificado de Pskov.
Como buen realizador de películas, acude habitualmente al cine y es un apasionado del cine soviético. ¿Quiénes son los maestros que, si no inspiración, mayor impacto le han causado?
Sin ninguna duda, mi trabajo se inspira a menudo en la obra de Pudovkin, Dziga Vertov, Donskoi y, obviamente, Eisenstein. Siempre he alimentado una gran pasión por sus poderosas películas, desde El acorazado Potemkin hasta Alexander Nevsky, Ivan el terrible, Octubre. Por no decir que adoro las composiciones de Prokofiev. Soy un fan de la música rusa, la literatura rusa, la pintura rusa...
Aboga por y da vida a un cine de aventura épica. ¿Podría explicar esta elección?
Crecí en los alrededores de París, un lugar bueno y agradable en el que por aquel entonces no ocurría nada. Sus tres calles paralelas no conducían a ninguna parte. Me encantaba el barrio del cine, en el que la pantalla se abre ampliamente, con la brisa del espacio, una vida mejor que la vida y, en cualquier caso, mejor que la mía.
Cuando entré en la escuela de cine, la Nouvelle Vague seguía siendo lo más novedoso y había caído en una repetición pedante y estéril. Me enfurecía que Francia, el país en el que los hermanos Lumière llevaron a cabo su invención, un país que había ofrecido películas sorprendentes y hermosas durante décadas, se especializase ahora en dramas que se limitaban a los problemas de las sirvientas.
¿Qué películas o directores de cine actuales le gustan? ¿Sigue siendo un cinéfilo? ¿Qué opina de la audiencia estadounidense que acude a ver películas completamente digitales?
Estoy muy apegado a un tipo de cine significativamente narrativo. Admiro a otros colegas que se disponen a incorporar una dimensión espectacular y “diversión” en el mejor sentido de la palabra. Pienso en los grandes trabajos de Milos Forman, Polanski, Francis Ford Coppola, Ridley Scott, Zhang Yimou, Ang Lee. Un día, el primero me envió una carta después de la proyección de una de mis películas, donde decía: “Me has hecho sentir celos”. Personalmente, es la mayor satisfacción que puedo tener después del lanzamiento de una película. Gracias a Dios, la obtengo a menudo.
El cine estadounidense, como todo el mundo sabe y dice en Nueva York o en Hollywood, está perdiendo su alma debido a la globalización y a la creciente piratería, los éxitos instantáneos, los números de la primera taquilla... Así pues, el único público que se mueve, que está disponible el día del estreno, es aquél que se ha formado con Internet y los videojuegos y que dedica más tiempo a la vida digital que a la vida real. Este público acude al cine a ver el mismo material, pero aún mejor. Me fascina que los gustos cambien a medida que el mundo cambia.
Lo digital sustituye a los medios tradicionales. No siento nostalgia por la cinta de papel y la capa de plata de 35 mm. Fui el primero en Europa en adoptar la desmaterialización de la imagen (Dos hermanos). La proyección en digital proporciona una mayor definición y un color espectacular y acaba con las copias gastadas.
La generación de las imágenes creadas por ordenador asusta a aquéllos que estaban acostumbrados a rodar ficción “de verdad”. Pero, ¿es un actor el personaje “real”? El cine está orientado desde el principio a la fabricación de falsedades probables por magos hocus-pocus del reciclaje, capas, ambientaciones tristes, perspectivas falsas, maquillaje, viento de ventiladores, lluvia de rampas de agua... Los ordenadores son la nueva herramienta, fácil de usar y barata, una herramienta más a disposición de los autores que aún lo son y tienen algo que decir.
Por último, tiene proyectos en China. ¿Puede contarnos algunos detalles al respecto?
He rodado en Mongolia, en mongol y mandarín, una adaptación de la novela autobiográfica china Wolf Totem , el mayor éxito editorial desde la publicación del Libro Rojo de Mao. ¡Todo un honor!
Notas:
(1) Se refiere al IDHEC, Instituto Superior de Estudios Cinematográficos (N del T).
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