miércoles, 20 de marzo de 2013

Hacer revolución también en los medios de comunicación




Revista Correo
Publicación bimestral creada, producida y realizada por el Colectivo “Sandino Vive”

El Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) tiene una trayectoria que lo hace diferente al resto de fuerzas políticas revolucionarias que ejercen el poder en América Latina: inició en 1961 como movimiento guerrillero, encabezó una insurrección popular que lo llevó al poder en 1979, condujo la defensa patria para derrotar la agresión imperialista norteamericana entre 1982 y 1989, organizó las primeras elecciones libres en la historia de Nicaragua en 1984 y en 1990 acató la voluntad popular cuando tras su derrota electoral entregó el gobierno a Violeta Chamorro.

Desde entonces, bajo el liderazgo del Comandante Daniel Ortega, el FSLN dirigió la resistencia popular contra el neoliberalismo en los años 90, articuló una hábil estrategia política, incluyendo una amplia alianza electoral y social, que le permitió crear las condiciones para retornar al poder político y ganar las elecciones en 2006 y desde 2007, realiza un gobierno que ha venido restituyendo al pueblo nicaragüense sus derechos sociales y económicos. Con las victorias electorales de 2008, 2011 y 2012, ha certificado que es el partido mayoritario y la fuerza hegemónica en la sociedad nicaragüense.

Para esta segunda etapa de la Revolución Popular Sandinista, el FSLN se ha trazado como objetivos fundamentales abatir el desempleo y erradicar la miseria y la pobreza que afectan a más del 50% de los seis millones de nicaragüenses, principalmente en el sector rural. Con el fin de alcanzar esos objetivos, ha puesto en marcha un Plan Nacional de Desarrollo Humano, en el cual destacan dos grandes líneas: primero, los proyectos estratégicos, entre los cuales, el canal interoceánico, la refinería, la hidroeléctrica Tumarín, el ferrocarril y la ampliación de la red nacional de carreteras. Y segundo, priorizar la inversión en el sistema educativo (primera infancia, preescolar, primaria, secundaria, técnica y universitaria).

De manera simultánea, el FSLN ha emprendido una profunda transformación del sistema político del país, con énfasis protagónico de jóvenes y mujeres, promoviendo y facilitando la organización de cada comunidad, a partir de la familia, para que ejerzan el poder de manera integral, y subordinando las estructuras de gobierno a las decisiones tomadas por la comunidad organizada. Este cambio revolucionario inevitablemente deberá reflejarse en algún momento en la propia Constitución de la República, para transmutar el sistema vigente de partidos políticos y democracia representativa, a uno donde el poder radique efectivamente en la ciudadanía, cuyas decisiones deben ser vinculantes para todo el andamiaje institucional formalmente constituido.

Sin embargo, más allá de la organización o de las leyes, se trata de una tarea estratégica. Es, fundamentalmente, una batalla cultural e ideológica. Cultural, porque para que la transformación revolucionaria sea irreversible hace falta evolucionar de los valores individualistas y mezquinos inherentes al capitalismo, a valores comunitarios y solidarios propios del socialismo. Ideológica, porque los militantes del FSLN deben asumir que su papel no es mandar para que los demás obedezcan, sino propiciar las condiciones que permitan a la ciudadanía organizada, sin exclusiones de ninguna índole, ejercer el poder desde la comunidad.

La evolución de los valores requiere de persuasión pero sobre todo de ejemplo personal y colectivo. Para lograrlo, es indispensable poner al servicio de esa tarea, a todos los instrumentos que producen o fortalecen valores: la familia, la comunidad, la escuela, las organizaciones sociales y políticas, y también los medios de comunicación social administrados por el sandinismo, que son auténticos productores de conductas y hábitos de la sociedad.

Los medios son para entretener, informar, formar y servir. En esas cuatro dimensiones, conviene iniciar un proceso crítico y autocrítico para revisar y repensar las misiones de cada uno, en sus diferentes especialidades (audiovisuales, digitales, escritos), de manera integral en el contexto de revolución que vive la sociedad.

En los años 80, en circunstancias sumamente difíciles marcadas por la guerra de agresión, el embargo y la crisis económica, los sandinistas también hicimos revolución en la comunicación social y supimos combinar interés político con necesidades ciudadanas en todas las especialidades, capturando el interés de la inmensa mayoría de la población.

Ahora, el contexto es radicalmente distinto pero las misiones son idénticas. La Revolución cuenta con un sistema de medios audiovisuales tecnológicamente superior y con personal capaz. Nuestra senda debe estar marcada por factores combinados que provienen de la idiosincrasia popular –que es naturalmente imperfecta– y del rumbo cristiano, socialista y solidario de la Revolución.

Una labor fundamental, que condiciona la eficacia de otros cometidos (pero no los subordina), es lograr la mayor cantidad posible de radioescuchas, televidentes y lectores. Desde los años 80, las radioemisoras sandinistas son las más escuchadas, tanto a escala nacional como local, con mucha diferencia sobre las radios privadas, y desde hace algunos años, los canales de televisión bajo influencia del sandinismo, compiten tenazmente con los canales comerciales por la preferencia de los televidentes.

La tarea más compleja es alcanzar la supremacía sin renunciar a los adecuados balances entre entretenimiento y formación, entre divulgación e información, entre audiencia y responsabilidad ciudadana, entre lenguaje popular y chabacanería, entre libertad de expresión y derecho a la intimidad, entre rating y adhesión, entre pautas publicitarias y compromiso político. La difusión de programas –noticiosos o recreativos– que reproducen sin paliativos los antivalores del capitalismo, se constituyen en contrapesos nocivos para la formación eficaz de valores humanistas y revolucionarios que se desarrollan desde los otros espacios de la sociedad.

Como una cuestión de responsabilidad profesional y también política, tenemos el reto de realizar comunicación social superando cierta 

tendencia a la holgazanería intelectual, para desarrollar contenidos que se correspondan con la realidad que ahora vivimos, con los valores que promovemos y con aquella a la que aspiramos: «vivir limpio, vivir sano, vivir bonito, vivir bien».

¿Cómo equilibrar recreación y formación? ¿Cómo hacer que nuestros medios y sus comunicadores trasciendan la divulgación de hechos y se asuman como auténticos facilitadores de la comunicación entre ciudadanos, y entre los ciudadanos y sus autoridades, para superar las propias y ajenas limitaciones? Las respuestas provendrán no solo de los especialistas, sino de la sociedad en su conjunto, puesto que, en primer lugar, ésta es protagonista activa de la comunicación social y porque es la productora principal de contenidos, y en segundo, porque en fin de cuentas, el objetivo de los medios es que la sociedad los distinga con su preferencia.

Es a los sandinistas que hacemos comunicación social a quienes nos corresponde propiciar las condiciones para iniciar el proceso de reflexión colectiva, informada, madura y serena, que nos conduzca a fortalecer nuestros medios de comunicación como auténticos instrumentos al servicio de la transformación revolucionaria de la sociedad.

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