lunes, 11 de marzo de 2013

El letargo histórico de la derecha liberal hondureña




Por Edgar Soriano Ortiz

La consolidación del bipartidismo “liberal-nacionalista” tras la guerra civil de 1924 generó grandes campañas mediáticas, por prensa escrita, radio y luego televisión, con el objetivo de mantener el liderazgo caudillista de personalidades encargada de dirigir a las masas poblacionales en su eufórico partidismo de colores y odio.

Tiburcio Caría Andino llegó al poder impulsado mediáticamente por el periodista Paulino Valladares y aprovechando la división del partido liberal entre los caudillos regionales y la dirigencia urbana de Tegucigalpa, una vez en la presidencia Carías Andino persiguió a la oposición en impuso la “paz”, sus allegados trabajaron para crear el mito del general, poniéndolo como hombre honesto y de mano dura contra el crimen, ignorando los crímenes, la marginación poblacional y los actos de corrupción de funcionarios del régimen autoritario.

El partido Liberal no se quedaría atrás en el tema de consolidar mediáticamente sus liderazgos, que tras la muerte de los dos principales caudillos regionales: Vicente Tosta (1930) y Gregorio Ferrera (1931), el partido quedo en manos de la dirigencia urbana de Vicente Mejía Colindres, pasando por Ángel Zúñiga Huete y llegando a Ramón Villeda Morales, quienes se encargaron mediáticamente de controlar las contradicciones internas del partido. Ramón Villeda Morales tuvo la coyuntura del desgaste de la dictadura “nacionalista” (cariísta, galvista, lozanista) y la fuerte lucha obrera, que con la gran huelga general de 1954 presionaron la salida del nacionalismo y obligaron a los liberales a emitir reformas político-sociales. Morales asumió el poder mediante una negociación con las Fuerzas Armadas (dándoles la autonomía)   y de esa manera controlar la asamblea constituyente que lo nombraría Presidente en 1957. Su gobierno emitió reformas porque el contexto lo ameritaba ante la amenaza insurreccional, sin embargo su posición frente a las tendencias socialista era muy evidente, demostrando la visión de las elites burguesas, que desde décadas atrás odiaban a muerte a los llamados “comunistas”, el anticomunismo de Villeda Morales estaba claro frente a lo que consideraban el peligro cubano -enfoque tomado por la burguesía iberoamericana tras la revolución de 1959- y por ello en ningún momento apoyó a sectores con tendencia revolucionaria dentro del partido Liberal.

Villeda Morales fue mencionado en el brutal hecho de la masacre de los Laureles en 1961, crimen perpetuado por las FFAA y finalmente en su pacto secreto en el golpe de Estado del 3 de octubre de 1963 (donde murieron centenares de personas, de la guardia civil y de la población), contra su mismo gobierno, que en realidad era el camino a la destrucción del movimiento obrero y campesino, era la lógica de las elites conservadoras y militares –con el beneplácito de Washington- para evitar el ascenso de un presidente liberal populista, representado en el virtual ganador de las elecciones que se iban a realizar el 13 de mismo mes de octubre, Modesto Rodas Alvarado.

El poder mediático del partido Liberal de derecha utilizó en las décadas siguientes el mito del “presidente democrático” Villeda Morales para mantener la tradición del voto “colorado”, aun en el contexto actual los liberales siguen la tradicional lógica manipulativa, su hijo Mauricio Villeda Bermúdez, fiel representante de los grupos facticos y de la tradición familiar de su padre, enemigos de la lucha popular -utilizando la sobra de del símbolo del pajarito, demuestra el letargo histórico de la derecha liberal hondureña-, trabajan respaldados mediáticamente para seguir el camino de las grandes mentiras, que por siglos han oprimido al pueblo hondureño. Su poder mediático y las ventajas de la democracia burguesa son el soporte de este poco carismático político conservador en medio de un partido Liberal destrozado después del golpe de Estado civil-militar de 2009.

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