Dra. Phil. Irma Becerra
“Resistencias sin romper con el pasado, vinculado al presente
y reivindicador de las luchas sociales y populares que no
comenzaron después del golpe al pueblo en 2009"
Félix Molina [1]
Marzo de 2013
I.- Definición de Resistencias como multiplicidad
En la historia de la humanidad ha habido siempre una multiplicidad de resistencias ante las fuerzas represivas y opresoras como participación activa de las personas en su develación y neutralización. Esto ha sido así porque la maldad, el vicio y la explotación siempre generan una fuerza de oposición para evitar que se legitime el crimen, el exhibicionismo, la violencia y la impunidad. De hecho la historia de la humanidad es una lucha constante por eliminar toda impunidad. De ese modo la historia nos permite expresarnos abierta y ampliamente para no desfallecer ante los obstáculos que impiden la marcha de la humanidad hacia el progreso y la evolución social y política. Así encontramos el movimiento de los esclavos contra el esclavismo, liderado por Espartaco; el movimiento indígena contra el colonialismo; el movimiento obrero internacional contra el capitalismo; el movimiento campesino contra el feudalismo; el movimiento civil de las razas de color contra toda forma de apartheid, racismo y segregación; el movimiento civil de los derechos humanos contra el imperialismo; el movimiento sindical contra el capitalismo explotador; el movimiento ambientalista contra el imperialismo depredador; el movimiento feminista contra el patriarcado; el movimiento homosexual contra la discriminación sexual en los distintos sistemas económicos; el movimiento civil de protección de los animalitos, etc., hasta llegar al estadio superior de la organización política partidaria de la izquierda honesta que participa en la lucha electoral pacífica por el poder. Todos ellos configuran resistencias históricas que asumen un papel activo en la configuración de alternativas y soluciones a los problemas que se presentan en cada momento histórico en los que se ha pretendido ponerle un fin a la historia. Esto tiene un efecto multiplicador en cada individuo que constituye la sociedad y que es consciente de vivir una vida de participación ciudadana en la construcción y edificación de la misma. Porque ¿qué otra cosa es más interesante si no lo que constituye el sentido de la sociedad que permita al individuo identificarse con los demás en la edificación de un mundo mejor y más justo.
Por eso los seres humanos defienden el sentido de articulación manifestando su línea de rebeldía ante toda forma de explotación, opresión y discriminación como forma natural de expresarse ante la intimidación de la vida, porque los seres humanos que no son indiferentes aman la vida. ¿Pueden, entonces, las resistencias darle sentido a la historia universal? De hecho. ¿Cómo complementan dicha historia con su particularidad de igual modo histórica? ¿Cómo complementan la historia universal y la enriquecen? Pues, en la medida en que aseguran y acrecientan el derecho a la legítima defensa en tanto mesura de la historia misma. ¿Pero, qué es historia universal y qué son las resistencias? El historiador hondureño Longino Becerra nos responde como sigue: “La historia universal es el relato de los hechos relacionados con todo lo creado. Las resistencias son las fuerzas de signo positivo que surgen en la historia como respuesta a las fuerzas de signo negativo que también se dan en la historia. La importancia de las resistencias consiste en que buscan frenar el surgimiento de catástrofes en las sociedad humana, como guerras civiles, atentados o guerras entre naciones” (Becerra, 2013: 1). A su vez, Rafael Murillo Selva nos dice: “El sentido y la importancia de las resistencias del ser humano frente a las poderes que le afixian y someten podría, eventualmente, ser interpretada como aquello que Hegel señaló, es decir, la búsqueda de la razon "absoluta" o sea aquella cuyo propósito esencial lo sería lo que va al encuentro de la buena convivencia y valoracion del ser humano. En tanto exista opresion en contra de esa búsqueda de otorgarle a la vida una dimensión felizmente humana, siempre habra resistencias que se oponen y se han opuesto a la ruta que nos lleve al encuentro de esa trascendental liberación” (Murillo Selva, Conversaciones, 2013: 1)
Ahora bien, ¿cómo hacer frente a la injusticia en historia?: “¿Cómo hacer frente a esto? Debo señalar que el progreso material por sí solo no es capaz de colmar las aspiraciones más profundas del hombre. Lo que falta hoy, lo que el mundo necesita es amor auténtico. Este vacío moral puede ser superado con humanismo y trascendencia, es decir, pasar por la vida superando lo menos humano que tenemos y dándole más cabida y amplitud al mundo de los valores morales y espirituales. Frente a la represión de la espiritualidad que padecemos hay que tener el coraje de alcanzar valores de recambio. No es posible el progreso auténtico, íntegro, sin una base moral. Si eso falla, antes o después, nuestro proyecto se desmoronará por falta de fundamento. Como dice el texto clásico: “fodit in altum”, es necesario cavar en lo profundo, darle al ser humano raíces sólidas, consistentes, que merezcan la pena y que conduzcan a la lucha por las cosas grandes. Volquémonos hacia la voluntad: que ella sea el plinto mediante el cual saltemos por encima de las circunstancias, sobre todo cuando los medios de comunicación social, en su mayoría, intentan destruir casi todo lo valioso, de forma metódica, sistemática” (Rojas, 1981: 177).
Y, además ¿con qué se puede dar sentido a la sociedad? Pues con las herramientas de la madurez política que es tolerante con el bien común. En la sociedad que no respeta, la vida carece de sentido y debe ser urgentemente superada porque es una contradicción en sí misma ya que los hombres y las mujeres se agrupan en sociedad para resguardarse, protegerse y cuidarse mutuamente. Por eso es falso lo que señala el señor Francis Fukuyama acerca de que es el conflicto y no la cooperación lo que lleva a los seres humanos a integrarse en sociedad y hacer la guerra entre sí. Sobre esto dice lo siguiente: “Así, la persistencia de la guerra y la competencia militar entre las naciones es, paradójicamente, una gran unificadora de naciones. Al mismo tiempo que la guerra lleva a la destrucción, obliga a los Estados a aceptar las tecnologías modernas y las estructuras modernas en las que se apoyan. La ciencia natural moderna se impone al hombre, tanto si éste quiere como si no; la mayoría de las naciones no tienen la opción de rehusar el racionalismo teconológico de la modernidad si quieren conservar su autonomía racional. Vemos en esto una demostración de la verdad de la observación de Kant según la cual el cambio histórico ocurre debido a la “sociabilidad asocial”; es el conflicto más que la colaboración, lo que primero induce al hombre a vivir en sociedades y luego desarrollar más plenamente el potencial de esas sociedades” (Fukuyama, 1992: 122).
A diferencia de la anterior visión antropológica fatalista que nos deja sin argumentos positivos y constructivos se halla la pregunta de nuevo ¿Con qué se puede dar sentido a la sociedad? Pues,
- con el conocimiento científico-cultural de la vida cotidiana y la realidad objetiva del mundo para afianzar contundentemente la paz sin tanta insensibilidad.
- Con el inclaudicable respeto a la vida y al sentido común.
- Con la ética de la conducta humana en función universal.
- Con la conciencia y voluntad responsabilizada civilmente.
- Poniéndole término y con el cese de toda persecución político-militar de los ciudadanos de un país.
- Con la forja de la conciencia colectiva heroica de una historia humanizada y vuelta humanidad.
Las resistencias no son sólo políticas, también son humanas y civiles ante cualquier forma de abuso de poder. Las resistencias políticas son valiosas en tanto permiten a los ciudadanos valerse por sí mismos para responder no simplemente a la defensiva sino con firmeza y energía a los embates y ataques del abuso de poder, la traición, la violencia y la impunidad. De ese modo apoyamos el cuarto inciso del Documento acerca del Encuentro de Luchadoras y Luchadores, celebrado en Tocoa, Colón, 22, 23 y 24 de febrero de 2013 y que dice lo siguiente:
- “Luchar por unificar y articular a todas las organizaciones populares en una plataforma común que nos permita acumular la fuerza necesaria para dar la pelea contra el modelo neoliberal y capitalista” (Documento acerca del Encuentro, 2013: 2).
En este sentido, cabe citar el Documento anterior en lo siguiente: “Como organizaciones fraternas nos reencontramos una vez más para reiterar y hacer un llamado al digno pueblo hondureño a defender el territorio nacional. Cada comunidad, cada barrio, cada municipio debe convertirse en un muro de contención contra los vendepatria que abanderan consignas de un falso desarrollo a través de las “Zonas de Empleo y Desarrollo, ó Ciudades Modelos” y otras formas de privatización, saqueo y extractivismo; la ley de minería recién aprobada, que permite la explotación de minas a cielo abierto, acompañado de procesos de deforestación y contaminación de las aguas; concesiones a proyectos hidro eléctricos y otras formas enmascaradas de los grupos ptrasnacionales. Dejar de manifiesto que no permitiremos el ingreso de nadie que venga en plan de explotar nuestras riquezas y cercenar nuestros territorios” (Ídem, pág. 1).
II.- Definición de Historia Universal y Dialéctica Histórica entre lo particular y lo diverso
Existe en la historia una dialéctica entre lo diverso y la línea evolutiva única del desarrollo histórico humano. La historia, en tanto relato activo y narración interrelacional, permite respuestas alternativas y diversas a la opresión, de una parte; así como mantiene un devenir y un curso únicos de afianzamiento y fortalecimiento del progreso que es un proceso infinito de determinación del reino de la libertad y la fraternidad humanas, de otra parte.
En el estado de indiferencia las cosas aparecen separadas entre sí o diferentes. Necesitan madurar y desarrollarse para convertirse en su contrario, la identidad para sí misma y la historia proporciona el espacio indispensable para que ello, como relación cultural, tenga lugar. Hegel señala que “no se trata de aprehender la diferencia como una simple diferenciabilidad exterior e indiferente, sino como diferencia en sí misma y que, por lo tanto, es en sí mismas cómo las cosas difieren (Hegel, 1984: 16).
Se trata, no de una simple diferencia, sino de “aprehender la unidad interna de las cosas” (Ídem, pág. 17). En este sentido “la diferencia en sí es la diferencia esencial, lo positivo y lo negativo, de tal modo que lo positivo constituye una relación idéntica consigo misma, no siendo lo negativo y que este es una diferencia para sí, no siendo lo positivo. Por cuanto de este modo cada uno de ellos no es para sí sino no siendo el otro, cada uno de ellos aparece en el otro y no es sino en tanto que el otro es. La diferencia de la esencia es, pues, la oposición, según la cual el término diferenciado no tiene delante un contrario en general, sino su contrario, es decir, cada uno de los dos contrarios no tiene su determinación especial sino en su relación con el otro, no se refleja sobre sí mismo sino en tanto que se refleja sobre el otro y que es también el otro. Cada uno de ellos es así su otro del otro” (Hegel, 1984b: 17-18. Hemos subrayado el original). Como vemos, entonces, se trata de la oposición de los contrarios y de como la diferencia simple deviene en la igualdad que es una categoría superior. Esto hace de las diferencias externas y separadas entre sí un desarrollo hacia la unidad en la historia. De ese modo, las resistencias en plural con su peculiar conocimiento de la realidad que les es propia a cada una de ellas, aportan el contenido esencial de la historia universal manteniendo la unidad de la oposición.
Como señala Hegel “la idea existe libremente para sí misma cuando tiene por elemento de su existencia lo universal, o cuando la objetividad existe como noción, en una palabra, cuando la idea tiene a sí misma como objeto. La determinación de su objetividad como universal es una diferenciación pura de sí misma dentro de sí misma; es una intuición que no se mueve sino en este universal idéntico. Pero en tanto que se diferencia la idea es también juicio, en que se opone a sí misma como totalidad y se presupone como mundo exterior...La razón viene al mundo con la creencia absoluta de poder realizar la identidad y de elevar su certidumbre a la verdad y con el deseo de borrar la oposición que no tiene realidad para ella” (Hegel, 1984b: 174-175. Hemos enfatizado el original).
Lo particular en la historia es, pues, el carácter esencial de la lucha como oposición no sólo de un contrario sino de su contrario y, en consecuencia, las resistencias deben encontrar su opuesto para incluirlo en la línea de seguimiento autónomo y consciente universal en la historia. Este opuesto es lo negativo en tanto es un encuentro con lo positivo. Las resistencias aportan conocimiento al desarrollo de la historia y ayudan a superar la indiferencia. Por eso continúa esclareciendo Hegel “este processus es el conocimiento en general” (Hegel, 1984b: 175).
III.- Función de la Historia en el Socialismo y función del Socialismo en la Historia
Hay una finalidad de totalidad social que no cae en el totalitarismo fanático y que es la liberación del hombre por el hombre y su conversión en la liberación de la persona por cada individuo que constituye la sociedad. De lo anterior se deriva la función de las resistencias al proporcionar conocimiento como oposición de contrarios que buscan la identidad y la unidad esenciales de las cosas y los fenómenos históricos. Sobre esto señala Hegel lo siguiente: “Conocer un objeto quiere decir conocerle, según su contenido determinado. Pero un contenido determinado encierra relaciones múltiples consigo mismo y con muchos otros objetos. Para determinar este infinito o la cosa en sí, la razón no tiene otro medio que las categorías. Pero, empleando las categorías, excede sus límites y deviene trascendente” (Hegel, 1984a: 83). En este sentido, la categoría de resistencias en plural deviene en trascendencia en tanto da a conocer la función social de la multiplicidad en la historia y que consiste en conocer la diversidad como un aporte enriquecedor que edifica particularidad de la lucha política: el movimiento y cambio constantes del poder popular.
Desde esta perspectiva la función de la historia en el socialismo es la de esclarecer la verdad de los hechos que intentan abolir el juicio a los violadores de derechos humanos. En el socialismo con su sociedad de avanzada y de progreso se juzga a los culpables y se proporciona bienestar y resarcimiento a las víctimas de esos hechos negativos y criminales. Mientras tanto, la función del socialismo en la historia es develar los hechos y denunciarlos cuando se ha producido injusticia y por tanto, impedir materialmente que los hechos negativos y destructivos puedan volver a repetirse. En este sentido, no hay tal fin de la historia porque ésta siempre puede regenerarse y recuperarse del olvido y de la pérdida de memoria. La historia es el compromiso humano de no olvidar y de estar presente en el decurso de la voluntad de vivir en y con dignidad plena.
La función de la historia en el socialismo es ayudar a crear el “carácter revolucionario” en tanto desobediencia civil y acto de saber decir “no”. Fromm ha establecido bien estos límites: “El hombre debe vivirse a sí mismo como un extraño en el mundo, como ajeno a sí mismo y a la naturaleza, para poder volver a ser uno consigo mismo, con sus semejantes y con la naturaleza. Debe tener conciencia de la escisión que hay entre él como sujeto y el mundo como objeto, como condición para vencer esta misma escisión. Su primer pecado, la desobediencia, es el primer acto de libertad; es el comienzo de la historia humana. Es en la historia donde el hombre se desarrolla, evoluciona, emerge. Desarrolla su razón y su capacidad de amar. Él se crea a sí mismo en el proceso histórico que comenzó con su primer acto de libertad, que fue la libertad para desobedecer, para decir “no”” (Fromm,1981: 114). Tomamos así la función del socialismo en la historia como la misión amplia de forjar el carácter revolucionario: “El carácter revolucionario es el que está identificado con la humanidad y por lo tanto trasciende los estrechos límites de su propia sociedad o cualquier otra desde el punto de vista de la razón y la humanidad. No se halla aprisionado en la adoración parroquial de aquella cultura a la que pertenece por nacimiento, que sólo es un accidente de tiempo y geografías. Es capaz de observar su medio con los ojos abiertos de un hombre que está despierto y que encuentra su criterio para juzgar lo accidental en aquello que no es accidental (la razón), en las normas que existen dentro de la raza humana para que ésta se rija” (Fromm, 1981: 69).
El sentido de las resistencias en plural para la historia universal es, en consecuencia, el de fundar conciencia liberada y capacidad de creación de alternativas pacíficas al devenir de la historia en la medida en que se deja al ciudadano crear bienestar propio y comunitario con iniciativa y férrea voluntad. Las resistencias en plural eliminan las amenazas de los reaccionarios de detener el movimiento de la historia hacia mejor. Las resistencias en plural tienen una responsabilidad cívica que atender: resolver los conflictos que van surgiendo en la sociedad como producto de la polarización política del tejido social que impide y bloquea la organización en redes sociales. Además tienen el deber de autocorregir la línea de su desarrollo político cuando sea necesario; así como el deber de que las historias individuales ya no puedan ser ignoradas. En este sentido, las resistencias deben velar por el enlace de acontecimientos históricos progresistas para la vida entre las diferentes naciones. Por eso como señaló Friedrich Nietszche: “Necesitamos la historia para la vida y la acción, no para apartarnos cómodamente de la vida y la acción, y menos para encubrir la vida egoísta y la acción vil y cobarde. Tan solo en cuanto la historia está al servicio de la vida queremos servir a la historia” (Nietszche, 2004: 32). En este sentido, “el problema de cada individuo es precisamente el nivel de libertad que ha alcanzado. El hombre plenamente despierto y productivo es un hombre libre, pues puede vivir auténticamente: su propio ser es la fuente de su vida” (Fromm, 1981: 68). Y esto último es lo que el autoritarismo no deja ser, pues forma un hombre sin voluntad propia, sometido a fuerzas extrañas que le son ajenas, cegado por la insensibilidad. Las resistencias en plural deben verse, en consecuencia, junto al movimiento universal y global de la resistencia en singular, que surge en nuestro país desde la gesta morazánica y la huelga bananera de 1954 y cuya mayor característica es la organización política del pueblo. El sentido de la resistencia en singular es ser una concepción filosófica global de defensa de la dignidad humana en cualquier parte del mundo (Becerra, 2012: 2). A diferencia de lo singular, las resistencias en plural a pesar de tener una identidad propia se hallan subordinadas a la línea universal del desarrollo o resistencia universal humana en singular, manteniendo con ésta una relación dialéctica en la que nunca son absorbidas por el todo, sino que mantienen su singularidad y particularidad como totalidades concretas. Las resistencias en plural controlan y evalúan la actividad partidaria de las organizaciones políticas para evitar la corrupción, la deshonestidad y la ilegalidad de éstas últimas en la administración y ejercicio del poder político. Constituyen, de ahí, la comunidad civil socialmente organizada para evitar delitos. ¿Pero quienes evalúan a las resistencias civiles? Pues los intelectuales honestos a través de las mesas ciudadanas y la denuncia individual protegida. Mientras que a éstos últimos los evalúan en toda su trayectoria la sociedad misma.
Es desde esta última perspectiva que Gustavo Zelaya Herrera señala correctamente el sentido de la resistencia en singular para el caso hondureño: “En el caso hondureño algunos suponen que el surgimiento de la resistencia se efectuó como acto espontáneo contra el golpe de estado. Me parece que no es tan cierto porque sería desconocer la tradición de lucha de sectores de la población en contra de la injusticia. Y esto se puede rastrear con ayuda de datos históricos desde la huelga bananera de 1954 en donde, no sólo se va gestando la organización de un importante movimiento sindical que levantan consignas, proclamas y presiones por mejorar las condiciones laborales de los trabajadores bananeros y que después se extienden a otros sectores obreros, también hay tras de ese movimiento la participación, activa, organizativa, educadora, de hondureños que se identificaban con las ideas socialistas y que estaban formando organizaciones políticas de inspiración marxista. Muchos de ellos son los que estaban presente frente a casa presidencial el domingo 28 de junio de 2009 organizando la resistencia contra el golpe de estado y soportando las primeras palizas de parte de los golpistas.
Este movimiento no sólo fue capaz de aguantar la represión sino que sostuvo la protesta y alcanzó niveles distintos de organización, cuando una parte de esa resistencia decidió nuclearse en varias instancias políticas como ser el partido Libre, el FAPER y la Convergencia Refundacional. Así toda acción de oposición ya no sólo reivindica lo inmediato sino que se propone edificar una sociedad diferente. Esa capacidad para mantener la lucha y la protesta, la denuncia y la organización, muestran que el esfuerzo ahora va más allá de la coyuntura del golpe sino que se busca transformar las condiciones de vida actuales. No sólo es oposición a un gobierno sino al régimen social vigente y, hasta ahora, sin acudir al recurso de las armas, sino que con ayuda de medios pacíficos se puede enfrentar la violencia estatal y, así, ir construyendo posibilidades de transformación del país. Entonces, no se trata de aguantar la represión y la injusticia sino de transformar la situación actual por otra superior y que se ponga como fundamento único, esencial, la dignidad de la persona” (Zelaya, Conversaciones privadas con la autora, 5 de marzo de 2013).
IV.- El Método Histórico y las Resistencias: El futuro de la Historia
El método histórico y las resistencias surgen de la actividad investigativa del historiador comprometido, que no sólo es consciente de su propio subjetivismo que él incorpora a la investigación y debe mantener controlado, sino también de las necesidades que va planteando la propia realidad social ante las cuales no puede mantenerse indiferente. Por eso bien se pregunta Gustavo Larach acerca de este problema lo siguiente: “Distintas preguntas surgen en este recorrido: en la historia de la historia, ¿quiénes son los protagonistas: los mismos historiadores, los poderes detrás de éstos o las gentes que agencian o buscan agenciar los procesos de cambio sobre el tiempo? ¿Qué debe determinar el modo de escribir la historia: un modelo teórico, la observación de los procesos históricos mismos, o una dialéctica entre ambos? ¿Es la historia un proceso finito y encerrado en el pasado, o es un proceso que se extiende sobre lo que pensamos como “el presente”, incidiendo con fuerza sobre nuestro propio tiempo?” (Larach, 2013: 1-2). Este dilema, que no es sólo propio del historiador se resuelve desarrollando la capacidad permanente de autocorrección histórica que no se separa de la gente, la vida y la realidad objetiva del mundo. Ello porque “el pensamiento es la cristalización cognitiva del hombre que transitó de materia que puede pensar a materia que piensa. Y siendo el sujeto condensación de su sociedad y de su historia, su pensamiento incide en su materialidad física, en su sociedad y en su universo simbólico. Pero el pensamiento no es un vehículo rígido; pensar presupone la posibilidad de la realización de una actividad deliberada, por lo tanto de elección” (Ojeda and Covarrubias and Cruz, 2010: 6). Y nosotros agregamos, ¡elección es elegir el bien y decidir hacer el bien! Por eso la historia es un proceso continuo de autoconciencia.
En este sentido “el método dialéctico-crítico, ...posee las siguientes características: “Su andamiaje categorial conlleva una concepción onto/epistemológica cuyos contenidos básicos son los siguientes. a) Los objetos reales son síntesis de multiplicidad de incidencias en la totalidad, son totalidades concretas. b) La síntesis de incidencias es contradictoria y contradictorios son en sí los objetos reales. c) La contradictoriedad constitutiva de lo real lo mantienen en perenne mutación. d) La síntesis incidencial es también síntesis de multiplicidad de temporalidades diferenciales incidentes y constitutivas del tiempo del objeto concreto que es una temporalidad unitaria. e) Los objetos de investigación se construyen a partir de las preocupaciones investigativas del sujeto y de su intencionalidad; el objeto de investigación es distinto de los objetos reales aunque éstos se vean aludidos en aquél. f) El proceso de apropiación teórica se realiza por medio de la apertura de la razón, ejercitadora de la lógica del descubrimiento. g) El conocimiento no es más que un medio para activar direccionalmente los procesos reales y es ahí, en los resultados en donde se conoce la objetividad de lo construido cognitivamente como discurso sustantivo” (Covarrubias, 2002: 84).
El método histórico comprensivo tiene como finalidad la paz profética: “El concepto profético de paz trasciende el reino de las relaciones humanas; la nueva armonía se da también entre el hombre y la naturaleza. La paz entre hombre y naturaleza es armonía entre hombre y naturaleza. Así hombre y naturaleza dejan de estar escindidos: el hombre no está amenazado por la naturaleza ni determinado a dominarla. El hombre se hace natural y la naturaleza se hace humana. Dejan de ser oponentes y se convierten en uno solo. El hombre está a su gusto en el mundo natural, y la naturaleza entra a formar parte del mundo humano. Tal es la paz en sentido profético...” (Fromm, 1981: 119).
La historia deviene utopía de la totalidad como alteridad en tanto dejamos participar activamente a las resistencias para que éstas creenm en su multiplicidad, una concepción del presente en tanto revelan determinaciones que comprometan al futuro próximo y cercano con la identidad y legalidad del respeto a los derechos humanos en toda su dimensión responsable y creadora. Por eso las resistencias en plural siempre son plenamente válidas y no se las puede desaparecer porque es vida en dignidad porque el tiempo es pura esperanza. Como señala Levinas, interpretando a Bloch: “Lo utópico de la esperanza es la temporalización del tiempo, la paciencia del concepto. El tiempo, como esperanza de la utopía, ya no es el tiempo a partir de la muerte” (Levinas citado por Abensour, 2009: 17-18). Esta utopía de la alteridad incorpora el verdadero futuro al tiempo y, por tanto, se aferra a la historia verdadera: “Observando esta asignación de la utopía al tiempo, su dedicación a un mundo por venir, parecería que la utopía, tras la estela del acontecimiento revolucionario, haya dado un paso decisivo. Como si fuera a convertirse a la vez en un fermento y en un momento ineludible de la emancipación moderna. Gracias a esta nueva orientación, lejos de repetir las actitudes “escapistas” del pasado, la utopía se acercaría a la historia para mjoer agarrarse a ella y se mostraría susceptible de dar a luz a una nueva praxis, tanto más rica en cuanto sabría dejar sitio al imaginario, a aquello que Marx llamaba “la poesía del porvenir”. También el progresismo moderno se encuentra tentado a reconocer en esta orientación de la utopía hacia el futuro un progreso del espíritu humano. ¿No se pone la utopía al unísono con la filosofía más contemporánea al hacer del futuro la dimensión esencial de la temporalidad?” (Abensour, 2009: 20).
A su vez, el ciudadano investigador participativo también como categoría superior de lo universal, es un receptor activo y espontáneo de la historia. Asume la responsabilidad individual de elevar el nivel de la conciencia colectiva y por eso asume los cuestionamientos que le hace la historia en sus tres dimensiones: pasado, presente y futuro como fines de transformación que se plantean los hombres de buena voluntad. Como señala Carreño “el hábito de respetar las convenciones sociales contribuye también a formar en nosotros el tacto social, el cual consiste en aquella delicada mesura que empleamos en todas nuestras acciones y palabras, para evitar hasta las más leves faltas de dignidad y decoro: complacer a todos y no desagradar jamás a nadie” (Carreño, 2012: 27). El método histórico eleva el respeto mutuo a categoría universal inalienable de la individualidad. De ahí que según continúa señalando Careño “para llegar a ser verdaderamente cultos y corteses, no nos basta conocer simplemente los preceptos de la moral y de la urbanidad; es, además, indispensable que vivamos poseídos de la firme intención de acomodar a ellos nuestra conducta, y que busquemos la sociedad de las personas virtuosas y bien educadas, e imitemos sus prácticas en acciones y palabras” (Carreño, 2012: 29). Desde esta perspectiva “la función de la teorización es la de entender cómo está condensado el todo en un objeto real concreto (el que se desea investigar), qué fuerzas lo constituyen, qué fuerzas puede generar considerando su temporalidad concreta. Si la relación del conocimiento no es contemplativa sino activa, está orientada a definir las condiciones de activación del objeto para imprimirle una direccionalidad determinada (como cualidad determinable) y una rítmica y cadencia distintas para potenciarlo históricamente hacia lo posible” (Ojeda and Covarrubias and Cruz, 2010: 16).
V.- Bibliografía
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HEGEL, G.W.F. 1984a. Lógica (Primera parte). Barcelona: Ediciones Orbis.
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ROJAS, ENRIQUE. 2009. La conquista de la voluntad. Cómo conseguir lo que te has propuesto. México: Temas de Hoy.
ZELAYA HERRERA, GUSTAVO. 2013. Resistencia. Conversaciones privadas con la autora, 5 de marzo de 2013.
Nota:
[1] La idea del concepto de Resistencias en plural es del compañero periodista Félix Molina, quien dirige el Programa Radial “Resistencias” y a quien agradecemos.
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