lunes, 28 de mayo de 2012

No son molinos... son monstruos


Rebelión

Por Nathalie Rodríguez Rojas

La realidad se nos asoma como un mazazo. Esta vez las visiones quijotescas no son alucinaciones, no son el producto de una imaginación prodigiosa, envenenada de historias de hidalgos y caballeros errantes. Las sombras alargadas que vemos acercándose, no son aspas de molino, son mostruos. Ante el quiebre, o desplome -según se vea- de un sistema desigual y voraz los fantasmas hambrientos de más poder y dinero continúan insaciables. No hay prima de riesgo que soporte el hambre desmedida y frente a la incapacidad de saciarles con nuestros cuerpos, nuestros sueños y nuestras vidas, vienen a buscar la de nuestros hijos e hijas.

El futuro se cierne desesperanzador. Porque cuando las voces que se agolpan y colman calles y plazas, colgando de cada farola el grito de Munch, no son suficientes para dar una vuelta de timón, entonces hay que actuar. No podemos seguir hipotecando nuestra vida, no podemos ofrecer la yugular como un sacrificio que nos exculpe. No nos merecemos el mundo que tenemos. No pedimos habitarlo para ser carne de cañón de unos inescrupulosos. No podemos resignarnos a perder, otra vez, sin que elevemos el alma y el cuerpo y la garganta. Porque aún con nuestra sangre fresca en sus bocas, los mercados se lanzan al cuello de nuestro futuro, feroces. Quieren más. Necesitan más. Una generación -o dos-, no son suficientes.

Es tan surrealista la realidad que ni tan siquiera genera suspicacia. Es tan absurdo que de absurdo nos enmudece. ¿Por qué tenemos que pagar los ciudadanos los exabruptos de unos delicuentes avariciosos? ¿Por qué debemos renunciar a nuestra vida para saciar su sed?. ¿Por qué debemos admitir que nos representen gobiernos que no velan por nuestra seguridad, nuestra salud y nuestra educación? ¿Por qué hemos de asumir como verdad que somos responsable de esta crisis? ¿Cuándo hemos vivido por "encima de nuestras posibilidades" como repiten sistemáticamente para culpabilizarnos de sus desmanes? ¿Por qué hemos de entender que se nos arrebaten derechos adquiridos con las luchas valientes de nuestros antecesores? ¿Por qué tennemos que admitir su delirio y asumirlo como una verdad incuestionable?.

El mundo, nuestro mundo, no puede soportar más saqueo, más humillación ni más inequidad. Sistemáticamente se nos obliga a creer en una "única vía posible": Que se nos esquilme!. Sistemáticamente se nos niega la posibilidad de rebelarnos, de mirar hacia otros países alternativos. Islandia ha desaparecido. Ya no existe. Ya no quieren que exista. Latinoamérica, siempre altiva, es la enunciación del subdesarrollo, eso nos repitren ecolálicos. ¿Tan peligroso es para sus intereses otro modelo de desarrollo? 

Hay otro camino. Latinoamérica está intentando transitarlo reforzando su dignidad y asumiéndose protagonista. Islandia lo ha reconocido y ha reconducido su andar quitándole a quienes le gobernaban toda legitimidad y en un ejemplo cívico, sin precedentes, exigiéndole responsabilidades judiciales a sus gerentes. Claro que hay otra vía, sólo hay que permitirnos mirarla sin prejuicio y con gallardía. Estamos obligadas y obligados a re-inventarla porque de lo contrario, estamos condenados a desaparecer. La experiencia y sapiencia de Hessel, Sampedro y tantos otros intelectuales de una juventud de más de 80 años, son estigmatizadas y ridiculizadas por quienes continúan creyendo que en la acera de enfrente les espera una generación sorda y vacua. Escuchando recientemente a Galeano y su invitación a posicionarnos y escoger entre indignos e indignados me sentí increpada a escribir... mi particular ofrenda, un exorcismo, quizás. 

Lo fascinante de la actual situación global es que el hastío, la sensación generalizada de indignación se sucede ante la constatación social y psicológica de que el sistema no responde a las necesidades reales de los ciudadanos del mundo. No somos felices, y no hablo desde una perspectiva ingénua o superficial de la felicidad. Hablo de la desmitificación real de ese mal llamado "estado de bienestar" que ha venido a desvanecerse como el humo. No es sólo la Primavera Árabe, no es sólo el 15-M español, el malestar es más que nunca, colectivo, trasciende fronteras, lenguas y particularidades incluso ideológicas. Este Mayo, otra vez, llegó la primavera. Y las calles se llenaron de gente, y en las plazas florecieron brazos que se agitaban en el escandoloso silencio de un grito mudo... 

Y sí, ya lo sabemos, la humanidad se ha construido siempre a partir de la tragedia. De eso sabe y, lamentablemente, continúa sabiendo el pueblo griego. Sobre sus espaldas quieren tirar todo el estiércol que la ambición desmedida e insolidaria y la voracidad especulativa de los cretinos de turno han producido. Pero es que hay más, quieren culpabilizarnos a todos y todas de sus desaciertos y, peor aún, esperan continuar lucrándose de ello. Es insolente, cuanto menos irrespetuoso, que sus proyecciones y estimaciones se nos impongan como faro de navegación. Nos han hundido. Y aunque yo, seguramente, ya no podré salvarme, les aseguro que no contribuiré a que no se salven mis hijos y sus hijos... ¡¡indígnate, pero sobre todo re-acciona!!

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